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Sobre Supernaturaleza, de Sergio Alfsen: aventurando otra realidad
Por Felipe Ruiz
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La realidad, ya entrado el siglo XXI, sigue pareciendo extraña. Pareciera que en vez de adentrarnos, con todos los adelantos tecnológicos y científicos, en el trasfondo profundo de esta realidad, nos fuéramos alejando, cada vez más, del sentido de la vida y de lo humano. Aquel tan preciado y buscado inicio, parece no pertenecer al orden de lo conocido, como si cuanto más nos alejamos en el tiempo de aquel, este queda aún más obtuso a nuestra comprensión. Por cierto, a mí me sigue pareciendo extraño, no tanto la existencia, sino el existir mismo; levantarse cada mañana y contemplar un simple perro quiltro en la calle sin volverse loco, me parece un milagro de por sí, considerando que el sentido de lo humano yace tan perdido hoy por hoy.
Quizás por lo mismo, la lectura del libro Supernaturaleza de Sergio Alfsen me resulta tan enriquecedor, pese a lo hermético de su escritura; me permito avizorar que en el “trance” que provoca la lectura de este poemario, que para algunos puede rebosar de formas neobarrosas o de “corrientes del sentido”, se abre una duda esencial: ¿es la naturaleza lo que creemos que es? Es decir, ¿estamos conscientes de que ella tiene potencias tanto destructoras como benéficas? Dicha pregunta, quizás, nos abra a la más esencial interrogante por lo humano: si somos seres creados y recreados por la naturaleza, o, recurriendo a uno de los conceptos esenciales del romanticismo alemán, no seríamos sino seres en constante “escisión”, infinitamente otros, e infinitamente uno.
Existe, creo, una radical diferenciación entre la naturaleza (aquella que defienden los ecologistas), y lo que Alfsen llama supernaturaleza; Yo aquí me arriesgaría a plantear también la idea de “supranaturaleza”, para especificar el sentido de una potencia oscura – pero no necesariamente maligna -, que estaría en el quiasmo del éxtasis, de la negación radical de cualquier vitalismo. Es, en este sentido, que Supernaturaleza patenta conceptual e inspiradamente una tendencia por lo exótico, en una escritura hiperbiológica pero no por eso menos humana; quizás incluso más humano que los defensores de cierto humanismo detentan.
Es quizás por esa misma supra natural relación con lo humano, que aquellos viejos principios del humanismo se desmoronan ante una realidad para la cual los proyectos, conceptos y juicios de antaño, se desmoronan a pedazos. Alfsen ratifica que su sello, en tal sentido, es ser un poeta de márgenes, como cualquier poesía que se escriba desde fuera de la academia lo es. Pero, más allá, también confirma su talante y sinceridad para explorar en una propuesta tan alejada de la lectura fácil y veloz, y tan fuera de lo comercial y políticamente correcto. Un buen libro y de un gran proceso de escritura.
