¡Qué 20 años no es nada…!
Carolina Merino Risopatrón
Salón Pedro Olmos,
Universidad de Talca
17 de noviembre de 2011 (Despidiendo a la Primavera)
.. .. .. .. .. .. ... .
21 , no 20, años cumplía el poeta Santiago Azar (1976) , 14 años atrás, cuando editó su primer libro de poemas, titulado El Pez Inquieto (Mosquito Editores, Colección La estocada sorpresiva, Santiago, 1997) que reunía poemas escritos entre los 15 y los 20 años. Obra a la que siguieron Canto a la Colorina y otros poemas (2000) y su tercer libro Inventario Solemne (2004).
En esta ocasión nos congrega para recordar su primer gran paso en el trayecto poético y vital que nuestro amigo Santiago se ha planteado. A lo largo de sus tres publicaciones hemos transitado desde la desmesura de la fe adolescente y los primeros escarceos amorosos a un discurso comprometido con los dolores y expectativas humanos, consciente ya de las propias fragilidades.
He tenido la oportunidad de conocer la obra completa del autor y haberme atrevido a interpretar una poesía armada con honestidad y compromiso, que se empapa de emoción y vehemencia para testimoniar, a la vez que articula un discurso claro, asequible al lector, porque para el artista la literatura no puede renunciar a la universalidad. (Conversaciones con el autor).
Vuelvo a agradecer a mi amigo la distinción que me hace al invitarme a presentar su entrañable Pez Inquieto que hoy se relanza en la ciudad de Talca después de hacerlo en Santiago, en septiembre pasado. Me he propuesto invitar a dialogar a este primer poemario, con algunos de sus trabajos más tardíos, recuperando la imagen del joven de boina y abrigo que peinaba las veredas de la región con su libro bajo el brazo, a la manera del gigante -y por él admirado--, Pablo de Rokha.
Comencemos :
Es posible identificar en este texto un motivo central que anuda los versos: Santiago Azar, su creador, es el pez inquieto que hace temblar la inmensidad del océano con su poesía. Este empeño lo condena a los ojos de los demás; para ellos es un mal nacido, el ateo que corre por fuera de las iglesias, un irrespetuoso de las campanas del Domingo; canalla, patán perezoso. Un joven que no cree en los discursos políticos y religiosos. Un irreverente soñador que capitanea los rumbos de aquellos por quienes es responsable:
El marinero ha regresado para estar con ustedes,
proa, timón y adelante mis peones!
Que vuestro capitán los llevará al viaje
sin regreso llamado vida.”
(El regreso del marinero)
Una vida que lo desafía con su llamado :
porque yo he sido elegido de entre muchos para
ir reviviendo todo pueblo, para reventar la vida
y encontrar en el fondo de la tierra cientos
de bocas que no han hablado la frase de la historia.”
(Son mis agradecimientos)
Esas bocas pertenecen a los hombres y mujeres en sus quehaceres cotidianos: la madre en su rutina doméstica, el hombre que frecuenta el bar, el escolar que corre tras los libros... También le escribe a los frutos de la tierra, femenina en su condición generadora; a los grillos que quieren enseñarle a cantar, al perro fiel, al gato que con su muerte le arrebata un trozo de su historia. Junto a ellos desfilan algunos compañeros en el oficio (Neruda, Scarpa, De Rokha) y otros anónimos personajes que acuden a la convocatoria del poeta. Porque existe en él una conciencia precoz de una misión que valora
Soy poeta, discípulo de cada mano abierta,
Sueño despertando con el bostezo de la madrugada
Y un alimento recién cocido que
Destapa la mesa pobre de los hambrientos.
(Soy poeta)
En esta suerte de camino mesiánico oscila entre el abatimiento y la confianza en las propias fuerzas. Se reitera la imagen del joven estudiante que, a veces, se frustra
Me canso de ser el miserable escolar
al que nadie le estira la mano.
.............................................................
Basta de ser el miserable escolar!
Basta de que mi voz sea sólo escuchada por pájaros!
(Batalla y misterio del adolescente)
y otras se reconoce “el escolar preferido de la vida”. Porque en ocasiones la poesía lo reviste de grandeza (“Crezco como una hoguera de llamas al cielo” (ibid)), con alma de gigante poblada por un niño.
En el poeta existe la conciencia de una vejez anticipada, percepción que se tiene a los diecisiete años y se corrobora al alcanzar los veinte. Cansancio por un deterioro que ha sobrevenido antes de tiempo, tal vez a causa de soportar una tarea que no le corresponde.:
“Ay! estoy envejecido a los diecisiete años
y con un montón de sangre chorreando por el alma.” (ibid)
“Ya me canso, ya me voy, ya me muero”.
(Otro)
“Qué le diré a estos años, a estos veinte inviernos crudos
........................................................................................
Qué le diré a esta vida que esperó más del anciano que llevo adentro”.
(Qué le diré a estos años)
Sorprende en el texto la precocidad para asumir certezas que desbordan ampliamente la juventud del poeta. Para vivir tempranamente complejas experiencias amorosas y especialmente la convicción de que es la poesía la que otorga sentido a su vida. Quiero enterrar tus preguntas lo reafirma
“Por qué preguntas si he dejado la poesía?
No dispares la muerte con esa frase,
no quiero verme fusilado a mansalva.
La poesía es mi camisa blanca y diaria,
la marea desnuda que corre por mis manos,
la puerta abierta de mi vida.
Por qué preguntas si estoy muerto?”
A pesar de esta certidumbre el hablante ironiza frente a su oficio:
“Parezco ese payaso de circo pobre donde me repito una y otra vez
los números para encontrar la sonrisa de mi público.”
(Un payaso y su función)
Actuando en funciones que agotan o que se miran con sorna:
“No tengan desde ahora la osadía
de pasar frente a este poeta
sin besar sus pies y manos
y enseñarle mi nombre a vuestros hijos
como uno de los más importantes de vuestra patria.”
(Tonta reverencia a la fama)
En los versos se advierte una contradicción: el poeta no sabe si llamarse loco o sensato, bestia o humano, perteneciente al cielo o al infierno. Tal vez la paradoja propia de las búsquedas adolescentes por descubrirse y definirse a sí mismo. EL PEZ INQUIETO es el resultado literario de esta etapa . La lectura de los “poetas malditos” (Rimbaud, Baudelaire) nutren su universo contestatario. Junto a ellos Rilke, Whitman , el desgarro intimista de Goethe y sus compañeros de ruta.
El universo temático de EL PEZ INQUIETO incorpora además motivos como el amor que devora y conduce al naufragio; la añoranza del tiempo de la niñez, donde cobran especial fuerza las figuras amorosas de la abuela y de la madre; la nostalgia de los amigos, compañeros en los sueños, algunos ya en los dominios de la muerte. Estos temas serán abordados ampliamente en los libros posteriores. En su última obra Inventario Solemne reencontramos los antiguos tópicos desarrollados con nuevo vigor y desde una óptica más madura, porque hoy las preguntas se vuelven hacia uno mismo: las distintas muertes; la imperiosa inutilidad de la palabra poética que, sin embargo, asume el desafío de hablar por los que no tienen voz.
Se levanta otra vez la duda religiosa. El poeta aparece como militante entre el cielo y el infierno, crucificado por su vocación. Colgando entre el obrero (Buen Ladrón) y el poderoso (Mal Ladrón) que lo fustiga para que se salve a sí mismo y a los otros condenados como él.
Pero su cielo no lo ocupa Dios (no entiende la fe del incrédulo y pide voluntarios para ver si Dios existe), y su infierno lo padece en la tierra. Se empapa de un No pertenezco, es mediador en permanente tensión.
Valga aquí la siguiente anécdota. Hace unos días, conocí la delicada nueva edición del Pez Inquieto. Entonces su autor se mostró algo decepcionado ante la falta de comprensión de la metáfora contenida en la bella fotografía de la portada. Ese es el último sobreviviente, me dijo, el perrito plástico que sujeta la ropa tendida. Me atrevo esta noche a identificarlo con la poesía. Solo la potencia de la palabra poética puede sostener a su creador en el hilo tambaleante en que se ha convertido este tiempo de escasas certezas y múltiples cavilaciones. Una palabra, para muchos, arcaica, fuera de lugar, incómoda porque permanece, a diferencia de lo que se gasta y se desecha, pasada de moda porque nos enfrenta a nuestras más entrañables preguntas y no se deja ahogar en el sordo tambor de los chips y las bandas anchas.
Tal vez, esta apuesta lo conduce a cerrar la tercera y última parte de este pez Inquieto agradeciendo a la poesía
… por haberme encontrado dispuesto
para realizar la tremenda tarea que represento.
Gracias poesía por haberme encontrado
para despertar la llama fija de los hombres.
(Son mis agradecimientos)
21 años después podemos encontrar esta misma esperanza, ahora en sordina, suspendida, en los márgenes, en los versos inéditos de Paréntesis, donde el hablante agotado y solo en su lucha, ya no asusta a nadie con los disparos de fogueo en medio de la noche ni con el traje de vampiro con los dientes desafilados. Entonces dispara a su sien agobiada de la que brotan las letras de su nombre
para decirme buenas noches
tal vez mañana sea otro día
tal vez mañana volvamos a nacer nuevamente.