Sobre la muerte de Hayden Carruth uno de los grandes poetas de Estados Unidos
LA DESPEDIDA DE UN ERMITAÑO
Por Sergio Badilla Castillo
Hayden Carruth, siempre fue un hombre polémico, ya en 1949, con sólo 28 años de edad, siendo aún un poeta y editor desconocido, defendió, a brazo partido, a Ezra Pound, considerado por la sociedad norteamericana, en su conjunto, un repudiado colaborador del pernicioso fascismo. Posteriormente a sus 33 años los médicos le diagnosticaron depresión endógena y le dijeron que su vida nunca más podría ser normal. Esa sería su espada de Damocles, que aún así, le permitió llegar a los 87 años, hasta su muerte ocurrida el lunes 29 de septiembre, recién pasado, cuando se le consideraba uno de los más grandes poetas de Estados Unidos. Carruth, sólo en 1959 publicó su primer libro de poemas, The crow and the heart (El cuervo y el corazón), al que seguiría una secuencia de más de 30 obras.
Hayden Carruth, poeta y académico, considerado por la opinión de los críticos estadounidenses como otro de los gigantes de la poesía norteamericana ha muerto recientemente en los Estados Unidos. Hijo de un editor de periódicos y de una dueña de casa, pasó su infancia, en Waterbury deslucida por los años de la Depresión, aunque con notable energía y denuedo logró estudiar literatura en la universidad Chapel Hill en Carolina del Norte y posteriormente en la Universidad de Chicago.
Carruth, fue considerado por sus colegas y el mundo literario norteamericano, un hombre que abominó de las celebridades y del éxito, más bien perteneció a una ralea de ermitaños que tomó distancia consciente de la frivolidad ruidosa de los círculos literarios. Por determinación prudente entonces, fijó su residencia, durante largos años, junto a su esposa, la poeta, Joe Anne McLaughlin en las zonas rurales de Vermont y de Nueva York , en donde el trabajo manual y el clima inclemente de esos parajes se convirtieron en el ecosistema de su vida cotidiana, y en última instancia, en una parte importante de la expresión aneja y terrena de su voz poética. No obstante los años de aislamiento y de abandono, él continuó tenazmente escribiendo, ganando el reconocimiento tardío del stablishment literario neoyorkino en la soledad que en nuestros días desampara a muchos de los poetas en los años de las especulaciones bursátiles de Wall Street y en plena vigencia del período de apatía trasmoderna del siglo XXI.
Por la magnificencia de su obra, esa que erigió con maestría de artesano se hizo acreedor, después de varias décadas de indiferencia, primero, al Pulitzer, el año 1996, con su volumen: “Scrambled eggs & Whiskey" (Huevos revueltos & Whiskey) y posteriormente, en 1997, al Premio Nacional del libro, en poesía.
Recién en septiembre de 2008, sus viejos compañeros de ruta literaria y sus antiguos estudiantes habían conceptuado la obra de Carruth como el cometido de un virtuoso lingüístico. Este lunes 29 de septiembre, sin embargo su misantropía tocaba a su fin y se apagaba el ingenio de su luz, en las proximidades de la ciudad de Siracusa, en el estado de Nueva York, a los 87 años de edad, lejos de la pirotecnia y de las fanfarrias de los ámbitos de hegemonía y trascendencia.
La vitalidad de su poética
En la poética de Carruth, sobresale, como doctrina creativa, su idolatría por las palabras, a las que consideraba piezas esenciales de la albañilería alegórica. Por eso, sus textos se destacan siempre por la utilización meticulosa de la palabra precisa. Asimismo en los contenidos de sus grafías se aprecia la verdadera pasión que Carruth sintió por las referencias etimológicas, porque, según sus propias expresiones, éstas constituían la argamasa inusitada, con la cual se consolidan los magnos contenidos. Por ello, la crítica norteamericana le ofrendó repetidos elogios a esa forma de estructurar los textos Esa misma forja está presente también en otra de sus temáticas elegidas repetidamente y que se muestra en una cantidad voluminosa de poemas, como es el tema de la locura y la sensatez, que corresponde a una forma dialéctica de exponer sus propias experiencias, padecidas, sobretodo, cuando a comienzos de los años cincuenta fue internado en una clínica siquiátrica debido al estallido de una depresión endógena que lo llevó a intentar suicidarse, acosado por sus fantasmas y miedos, sumado a una delicada dependencia con el alcohol que sufría desde una temprana juventud.
Durante una trayectoria dilatada y reconocida de rastreos figurativos, Carruth, en un lapso de más de seis décadas consiguió escribir una treintena de obras, siendo sus textos poéticos los más considerables, aunque acometió también el género novelístico, el ensayo, cuyas temáticas preponderantes fueron casi siempre el jazz y su entorno social; y asimismo, la crítica literaria, en donde combinó su pasión por las obras grecolatinas, como son los comentarios a los escritos de Safo y Virgilio, con aquellas referidas a autores clásicos y contemporáneos tales como las de William Blake, Oscar Wilde, Jean Paul Sartre o Raymond Carver.
Una de sus facetas, menos conocidas, debido a su carácter eremita es la de haber sido profesor, en la Universidad de Siracusa, donde enseñó Creación Literaria, lo que le permitió sin habérselo propuesto, transformarse en maestro y alter ego de varios poetas que hoy gozan de prestigio en la comunidad literaria de habla inglesa como ocurre con Brooks Haxton y Allen Hoey.
Carruth fue editor también de la prestigiosa revista Poetry Magazine durante veinte años y se desempeñó como asesor literario en las publicaciones Harper's Magazine y The Hudson Review.
* * *
Mañana de febrero
El anciano duerme una siesta
demasiado pronto por la mañana.
Su taza de café se enfría.
Afuera la nieve cae presurosa
El no va a salir hoy día.
Otros deben despejar la acera
del auto y de la cochera
Extendidos sobre su regazo
están los poemas de Sr. Frost.
De alguna manera sus ojos se extravían
en las palabras y en la nieve
de alguna manera se deslizan
atrás hacia las palabras,
arriba hacia los copos
hacia la blancura del aire.
La extrema abundancia allí.
¿Debe darse por advertido?
El Sr. Frost ha salido, dicen,
de amargura y de desesperación.
El anciano se mueve y se despereza
al escuchar los pájaros hambrientos
el trepatroncos, el gorrión, y el arrendajo
que vociferan afuera, desnutridos,
y las palabras se remontan desde su pasado
como esta irascible pena
la del arrendajo, del trepatroncos y del gorrión,
resentimiento que no perdura
forma de frase o de canción.
Sube las escaleras para acostarse.
La nieve cae todo el santo día
(traducido por Sergio Badilla)
February Morning
The old man takes a nap
too soon in the morning.
His coffee cup grows cold.
Outside the snow falls fast.
He'll not go out today.
Others must clear the way
to the car and the shed.
Open upon his lap
lie the poems of Mr. Frost.
Somehow his eyes get lost
in the words and the snow,
somehow they go
backward against the words,
upward among the flakes
to the blankness of air,
the busy abundance there.
Should he take warning?
Mr. Frost went off, they say,
in bitterness and despair.
The old man stirs and wakes,
hearing the hungry birds,
nuthatch, sparrow, and jay
that clamor outside, unfed,
and words stir from his past
like this irritable sorrow
of jay, nuthatch, and sparrow,
wrath which no longer takes
shape of sentence or song.
He climbs the stairs to bed.
The snow falls all day long.