Proyecto Patrimonio - 2006 | index | Sergio
Coddou | Cristián Gómez O.| Autores |
Lyrics, de Sergio Coddou
(Ediciones Rottweiler, Stgo., Chile, 2005)
Por
Cristián Gómez O.
Colaborador habitual de algunos medios santiaguinos
-El Metropolitano cuando existía, Casagrande cuando era una
revista publicada en papel y el Artes y Letras de vez en cuando-,
Sergio Coddou hace su presentación en sociedad no sé
si en gloria y majestad, pero sí con cartas credenciales que
serían bien recibidas en cualquier lugar del mundo. No es casual,
me parece, que su libro goce del favor de los críticos que
lo han comentado.
Dentro de lo que hoy en día se está editando en Chile
-que no es poco-, Lyrics ofrece ciertas
particularidades que lo hacen fácilmente distinguible del resto
de las publicaciones. La primera sería la que anuncia con el
título. Equiparar este volumen a un cancionero es casi como
convertir a nuestro Coddou en un trovador a la vez medieval y santiaguino.
El oxímoron tal vez se resuelva al titular con la palabra inglesa,
en lugar del castellano "letras": el contenido de la canción,
por así decirlo. Pero estos poemas que son canciones no son,
por suerte, sólo eso. No son una versión pop de la poesía
más reciente en Chile. Si bien Grínor Rojo emparienta
al autor de Lyrics con Fuguet y Electorat, en tanto comparten
una proveniencia social y ciertos gustos comunes, no creo que el libro
de Coddou pueda ser leído exclusivamente desde esa perspectiva.
El imaginario de Coddou, en el que se fecundan mutuamente cierta zona
de la música pop -y remarquemos el cierta zona, no precisamente
la más fácil ni la más comercial- y la poesía
tanto latinoamericana como de habla inglesa, parece ser un ámbito
compartido por más de alguno de los creadores que ocupan hoy
una visibilidad más o menos pública que no obsta para
que la literatura -y la poesía como la mejor de sus cenicientas-
al dar las doce vuelva con religiosa puntualidad a sus cuarteles de
invierno. Entre los que compartirían este imaginario, con mayor
o menor transparencia, mayor o menor opacidad, dependiendo de los
nombres que se barajen, los primeros que se me vienen a la cabeza
son los de Germán Carrasco, Víctor Hugo Díaz,
Andrés Anwandter, Alejandro Zambra. Si Coddou tiene en un lugar
de privilegio de su banda sonora los nombres de Tom Waits, Lou Reed,
Bryan Eno o Nick Cave, con Carrasco nos pasamos al jazz y Thelonius
y Mingus y Parker. Las diferencias, si bien no son menores, hablan
aun así de una sintonía que tiene si no la categoría,
sí al menos el aire de una comunidad.
Las comparaciones, que podrían continuarse, no tienen en este
caso nada de odiosas: el recorrido citadino de Coddou se asemeja a
los de Zambra -Mudanza- o Víctor H. Díaz en cualquiera
de sus textos. Creo que, en realidad, casi cualquiera de los libros
de poesía publicados en Chile (y no voy más allá
de sus fronteras sólo porque es el tema que mejor (creo que)
conozco), cuya temática gira en torno o tiene como un necesario
telón de fondo a la urbe o a la atmósfera de la urbe,
todos estos libros se supeditan a la frase de Lihn que podría
inaugurar y clausurar todo este tipo de lírica: "Esta
ciudad no existe para mí ni yo existo para ella".
Claro que en el caso de Lyrics, el paisaje citadino o bien
es un banco de plaza impersonal y conciso, un hito serial a la manera
de Philip Glass, o bien un hotel de paredes invisibles o bien una
ciudad que "flota sobre nuestras cabezas". En cualquier
caso, la desrealización del entorno tiene menos del afán
deliberado por adelgazar su presencia que de una re-elaboración
del mismo: "no voy a hablar desde ninguna parte",
reza el título de otro de sus poemas. Esto, que para nosotros
resulta perfectamente imposible, Coddou se lo propone como un empeño
por darle rostro a la acelerada mueca de su época, a la cual
se refiere en las notas explicativas que cierran el libro. Este no
hablar desde ninguna parte se traduce en una contradicción
que no encuentra resolución en el libro y que tal vez sea una
de sus mayores virtudes, a saber: la figura romántica del rockero/poeta,
el poema en prosa versus el verso libre y, lo que tal vez sea mucho
más importante, el oxímoron entre esas palabras en inglés
y sus cognates en
castellano, de los que nos interesa fundamentalmente el de su título,
"lyrics". Si esta palabra nos retrotrae en español
al campo de la lírica, bien sabemos -bien lo sabe Coddou en
especial- que su versión inglesa significa en cambio letras
de canciones, ni más ni menos. La equivalencia, que el autor
la hace explícita en sus Liner Notes, permite leer el
libro de Coddou, tal como decíamos más arriba, como
un cancionero, pero con la salvedad de que estas canciones probablemente
no gozarán de la misma popularidad de sus contraparte radiales.
La ironía contenida en la comparación no redunda, sin
embargo, en ninguna clase de autocompasión ni en quejas ni
vivisecciones sobre la condición de la poesía contemporánea.
El hablante parece tener claro el lugar que ocupa su discurso y desde
allí, sin mayores complicaciones, lo emite: "en el
sofisticado lupanar en que se ha transformado tu discurso, puedo descansar
al fin con mi lastre".
Retomo el tema de lo urbano porque en este libro no es menor. Y es
que el hablante no intenta describir su experiencia de la ciudad -como
lo hace por ejemplo, Yuri Pérez con su invención de
San(to) Bernardo-, sino que precisamente se pregunta qué puede
resultar de tal experiencia. Una somera descripción de aquellos
que habitan la urbe de Lyrics nos los muestra sujetos a una
profunda incerteza -casi epistemológica en el poema titulado
"la ciudad flota sobre nuestras cabezas"- que, marcada
por la fugacidad y su carácter inefable, no es posible conjurar
tampoco en los espacios cerrados. Confróntese, sino, "El
estado de las medias":
casi un objeto de deseo
sientes no poder completar tu anhelo
decorado por un hermoso aunque viejo sombrero
los pliegues intencionalmente arrugados de tu blusa
y tus labios sobremaquillados con desgano intrínseco
y secreto.
tu sonrisa mutua en el espejo del baño
y sin lograr pasar del todo la servilleta por tus ojos
lloras luego de arreglarte la falda
y comprobar el estado de tus medias.
Mención aparte merece "Fourmillante
cité" (Ciudad bullante o herviente, ya dirán los
traductores del francés). Título tomado del primer verso
de un poema baudelairiano -"Les Sept Vieillards", de los
Tableaux parisiens- es digno de notar que Coddou, en esto de citar
secretamente a Baudelaire, no esté solo. Antes lo había
hecho J.L. Martínez al titular toda una sección de La
nueva novela como "Epígrafe para un libro condenado",
título de un soneto que Baudelaire había proyectado
incluir en la segunda edición (1861) de Las flores del mal,
pero que fue, finalmente, colocado por error al comienzo de la tercera
edición de este libro. Después tenemos a Germán
Carrasco, que toma de "Franciscae meae laudes" uno de los
estribillos de sus Calas, "Piscina plena virtutis".
Lista a la que ahora se agrega Coddou y que -probablemente- sea mucho
más extensa. "Fourmillante cité", una recreación
del largo poema baudelairiano en doce versos, nos muestra los fantasmagóricos
moradores de una urbe que de pronto pierde su familiaridad y se torna
irreconocible para el hablante, tanto para el de Baudelaire como para
el de Lyrics.
Si este poema es una afirmación del individuo en medio de ese
tiempo que se hace fantasmático, su espejo invertido se encuentra
en otro de "índole" baudelairiana, como es "Poulet
Malassis, Laughlin, Cotta, etc…v/s ( )*", donde, al hacer
mención del editor de Las flores del mal, Auguste Poulet
Malassis, traza una comparación entre la pobreza ¿franciscana?
de nuestra institucionalidad neoliberal y la figura de ese editor
medio heroico y subversivo que pagó con la cárcel el
atrevimiento, para la Francia de la época, de publicar el libro
de un autor que pronto pasaría a la categoría de proscrito,
así como otros que lo acompañaban en el catálogo
de esa casa editora, como Banville, Hamel, Merimeé y muchos
más que sería largo de enumerar aquí.
Pero más que la suma de sus referentes, el primer libro de
Coddou se puede leer con la actitud irreprochable del profano, del
que entra sin conocimiento alguno, como el suscrito, a husmear entre
las páginas que se suceden como las radios en el dial. Porque
una cosa es cierta: estos poemas pueden prescindir del conocimiento
musicológico como telón de fondo para hacer una lectura,
tal vez no la misma que deseara el autor, tal vez errática,
pero no por eso menos saludable. Que lector y autor no coincidan es
motivo de regocijo (Bloom, entre tantos otros, dixit) antes que de
preocupación.
En "Canción de cuna minimalista (Minimalist lullaby)"
se ofrece lo que tal vez sea una explicación a esto de entender
rock y poesía como las dos caras de una misma moneda: el paisaje
o el intérprete podrán cambiar, pero la música,
esos tonos de la rebeldía que interpretan tanto el sueño
rockero como sus hermanos de armas que son los poetas librescos -parafraseo,
desembozadamente, a Coddou-, seguirá una y la misma. Al alcance
de pocos, de muchos, de todos.