EPIFANÍA AHOGADA EN EL ESTANQUE
In
my mind`s darkness a sloth of the
underworld, reluctant, shy of brightness.
James Joyce, Ulysses.
El sol no cae,
nosotros sí.
La intensidad de la luz
se desploma lentamente como párpados dopados
por el perfume de infame finitud
que se respira en el pabellón de pediatría
(tenues melodías apocalípticas)
Un glockenspiel quiebra la fogosa dulzura
del silencio –de este silencio–
y caigo como piedra sobre el estanque
–coágulos como nenúfares–
a fundirme en licuefacto bistec
en el hijo y el padre del hombre
para ver mi vida reproyectada
desde el exilio acuoso del ahogado.
Feblas, el marinero fenicio,
y yo somos uno
en dos instantes distintos.
Es mi compadre de otros tiempos
cuando el naufragio era un blackout
dispersión en los mares de la conciencia.
Morir ahogados es cosa de todos los días
y la muerte nos dice en ese momento
–el único verdadero–
que el pasado no es transparente
sino una majamama de imágenes extrapoladas
que se reflejan en este estanque
turbado por la caída de las rocas.
Es imposible
(la pereza me inmoviliza en el fondo del estanque)
incluso fantasear
con asir
el verdadero momento
pues éste es ahora
y el ahora es siempre
una costra del ayer.
READ MY LIPS
Lee mis labios partidos
por el roce con el derrumbe
sináptico de mi boba
cabeza que puedes leer
como el referente profundo
de la cara de marmota
con que siempre me dibujan
los exégetas de mi sombra
Lee mi gordura atrapada
en mi escuálida figura
que pide limosna
neuronal en los sótanos
donde la decencia
yace apilada junto
a las sagradas escrituras
que nadie todavía
se ha tomado
la molestia
de glosar.
Lee mis labios
trata de ver más allá
del contorno de mis palabras
y verás la obesidad ignorante
que danza con el beneficio
de la duda y las leyes tácitas
de convivencia
siempre flageladas
en un carrusel macabro
de máscaras verdaderas.
Lee mis labios
y lee mis ojos
redacta el panegírico
de mis oscuras pupilas
y verás que todo juicio
es una hoja de dos caras
igual de antipáticas
a las miradas de la piedad.
Mis labios son ilegibles
pues padecen la miopía
de mi hastío irredentista
el cáncer de tu piel
descansa a salvo en mis labios
que no piden nada muy difícil
sólo que los lean
despojados de todo prejuicio
y teoría
pues en realidad no quieren
no pueden
decir nada.
EPÍSTOLA DE UN CIUDADANO CASI PROMEDIO A UNA EX SEÑORA
CASI SEÑORITA BASTANTE FAMOSA CUYO NOMBRE ESTÁ EN
LA PUNTA DE SU LENGUA PERO NO LOGRA RECORDAR
Podemos tendernos bajo las luces que iluminan su abrigo de piel,
señorita
y estaremos así instalados sobre su figura
como los antifetiches de su excelsa belleza
señorita (¿o es señora?)
que me huele y se me aparece tan profunda y cautivante
como podría serlo la lectura ininterrumpida
de la guía telefónica o el inventario de mis carencias
(nadie sabe los placeres que pueden deparar semejantes tareas
así como nadie sabe lo que depara para el amante de turno
su amoldada figura, hecha por los alfareros de bisturí
a imagen y semejanza del american dream
que es –extraña coincidencia– casi igual al nuestro
¿ve señorita-señora?)
sí, señorita
mi reina, princesa, mijita rica
podemos lamer los afiches en que usted sale en bikini
y masturbarnos con el vívido recuerdo
de nuestros ardientes veranos pornográficos en miami
y el caribe o nuestras furtivas escapaditas a la costa
¿ya no se acuerda,
señorita?
nosotros somos los dueños del poder
los maestros de su ceremonia
señorita (ah, usted es ex ex señora – o sea casi
señorita)
somos los espectros a los cuales usted le teme cuando reza
las estatuas que se le aparecen
como muertos vivientes
en los semáforos
en las colas del banco
los desamparados que nos alimentamos de su brillo estelar
y que pagamos con nuestro sudor
el pelaje de su abrigo
cada centímetro y kilo de busto
cada zapato nuevo que usted adquiere en pollini
señorita
podemos tendernos sobre su abrigo de piel
desnudos
señorita
y cantar una canción de amor
para decirle cuánto la queremos
señora
señorita
ex señora casi casi señorita
a pesar de que la odiemos tanto.