Proyecto Patrimonio - 2006 | index | Stella
Díaz Varín | Verónica
Zondek | Autores |
STELLA: GEOGRAFIA DE UNA VOZ QUE CAE
EN OIDO SORDO
Verónica
Zondek
Escrito en Valdivia durante junio del 2005, un año antes
de su muerte
Estamos ante una poeta amiga. Una mujer que sabe tanto de sí
que nunca logra desembarcar o arrimar su proa en algún muelle.
No descansa: hierve. Anda
por el camino citadino pero no olvida el polvoriento; anda con los
pies en alto y la faz altiva y gracias a su enorme torso, no abandona
la bella y gran bocona que es. Eso es lo que gusto en mi amiga poeta,
esa intrincada de belleza y mente, tan atada la una a la otra, que
su pobre vida no hace más que gotear iluminada desde aquella
estrella lejana en que tiembla con cada aire que la cimbra.
Poeta pienso, y no se dobla. Tarima sobre la que se yergue para ser,
aunque no le baste. Espacios ganados, más no los necesarios.
Urgencia del cuerpo. Los brazos en alto, la mano amonestadora, el
ademán, el gesto, porque no alcanza la voz ni la letra y no
queda otra que devenir en mimesis, en entrega corporal. Es como si
el cuerpo sirviese de prolongación a la voz poética
y aún así, no se bastara a sí misma. Sacrificio
y dolor que se envuelven en capullos blancos de papel de arroz.
Estela, la del vozarrón que impreca, que clama, que aúlla,
que no se conforma.
Signo vivo de la resistencia que aún nos pertenece. Violencia
engendrada cuerpo de mujer, provocativa cadencia corporal que tienta
constantemente al mal, por un profundo deseo de encontrarse cara a
cara con él y golpearlo medio a medio, aunque o porque su corazón
desfallezca en el intento.
Stella la de los ojos tiernos que
no falla el tiro, la que se defiende antes del ataque, la que habita
el claustro de su personaje, la que rompe y no rompe la cadena, la
de todos, la que salvaje resiste la doma, la que grita y alcanza a
algunos, la que estampa palabras en página blanca con corazón
intacto, la canto vivo, la que cree. Voluntariosa mayor en ese su
quehacer, porque la vida insiste en decirnos lo contrario. Es que
es mujer en definitiva política (no la de ahora, la de antes,
la de los sueños) porque antepone la esperanza a la rabia.
Mujer rareza en tiempos de desidia, de lomos sobados y lamidos hasta
ser cunas de oro. Intransigencia que todos alaban, pero que a ti,
bandera izada y lengua de plomo, Stella, fina pluma roja de tinta
china, te ha costado, aunque nadie lo crea, la entraña.
y en todos los ríos que amo
en sus hilos plateados que bordan la tierra
el encuentro con tu pedazo de voz que conocí
vale más que las urracas gritando desde el podio
aunque te nieguen en su desborde
y tres veces borren tu escrito;
amiga
es que ya sabemos
que no hay alma que rigurosa se trance
aunque brillen las cuentas y el mercadeo.