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LA
HONDONADA DE UNA METÁFORA
(a propósito
de Narciso y los árboles (2001) de la poeta chilena Soledad
Fariña)
Por
Héctor Hernández Montecinos
Los textos de Narciso y los árboles poseen una visualidad
caligramática del texto como flor, planta o árbol. Nuevamente
vuelven a germinar los constructos vegetales de una metáfora
rizomática como raicillas heterogéneas sin eje genético
y con múltiples conexiones. La hondonada es el abismo que acompaña
todos los libros de Soledad Fariña y que viene a ser
el agujero negro del mismo libro atravesado por el aire que respiran
las construcciones sintácticas en la página en blanco.
No es la voz de Narciso, de Eco o del Lago sino que la de una flor
como escena de diferencia y de nominalidad maquinal, es decir, la
subjetividad escribiente de sí misma vuelve a ser la subjetividad
máquina-libro, que es a su vez la metáfora general de
su materialidad primera.
Fariña establece el estrato vegetal como zona de identidad
en la circulación escritural que es la recuperación
de la materialidad del papel y la celulosa con que se hace el libro.
Como se dijo antes pintora y pintura son lo mismo, aquí vuelve
a tocarse el ouroboros escritural como materialidad concreta y simbólica.
frente al espejo
voy a observar
cómo se va coloreando
este enjambre de pétalos
al salir de mi
boca
(NYLA:16)
La imagen del árbol atravesado, de la flor hueca indaga en
la búsqueda de los abismos en los cuerpos como los ojos, la
genitalia, la nariz, la boca para ver qué sale y entra de esos
abismos, ver qué identidad genera esa circulación. El
abismo-cuerpo sirve justamente para construir elecciones, regímenes
de escenificación que ya se han podido ver en los libros anteriores.
Estos órganos componen el vacío como un sistema de significación
sintáctica, esto es que el caligrama que es el texto necesita
del aire de la página que no es más que otra forma de
vegetalidad compuesta y representada en un formato libro. Representación
y presencia son un solo sentido que se genera como un haz pero que
es unidad y dispersión en sí mismo.
pido a mi desnudez
que se despliegue
en este lago oscuro
no se refleja en ella
ni mi boca de líquenes
ni los
pájaros
entonando
himnos raros en mi
cabeza
de ramas
(NYLA:23)
Por su parte, en la indagación por buscar los
abismos en que cae el discurso se llega al sustrato caligramático
en el que la página en blanco superior es el aire y la parte
inferior es la tierra, así se semantiza la página en
blanco deviniendo imagen de realidad como ficción literaria.
Dos abismos unidos por el cuerpo-flor-árbol-libro.
La subjetividad que se escribe a sí misma se mantiene como
un espectro de fundamento mientras que la representada que desplazó
a la escribiente primera aparece como una nueva intensidad dentro
de las materialidades de la escritura del libro, pero aún no
ha recibido un nombre que es el nominalizar del que se hablaba antes.
La construcción de alteridad aún no habla pero quiere
una lengua para abandonar la zona neutra y suspendida del agujero
negro, la hondonada donde no hay colores ni texturas no porque ni
haya luz sino porque el lenguaje está fracturado y murmurante.
me allegaré hasta ella
la creada
a su latido pronto a
desgajarse con otros
escondida en la jaula de huesos
espera que yo
la nombre
como a un sonido
blanco
(NYLA:28)
Se singulariza la herida mediante el miedo y el deseo,
como búsqueda de no encontrar y de seguir encontrando. La imagen
de un lago o un precipicio se subjetivizan literariamente en ese abismo-territorio
que es el lenguaje mismo del que sale y entra la máquina voz
y las subjetividades escribientes. La representación de ese
territorio no está cruzada por una sensación de término
sino que de vida que el ojo como una hendidura exterior reafirma al
construir representación como corte a las continuidades, ya
sea desde el habla mismo como desde el corte que está imbricado
en la flor como agenciamiento del arranque y de la separación
de la matriz.
La subjetividad máquina-libro es también una lectura
de una lengua extranjera que recorre el deseo de ese cuerpo-libro
que florece en cada texto desde un jardín maquínico
que es la materialidad del libro, como cuerpo orgánico (sin
órganos). En este doble juego la imagen de Narciso tiene que
ver con el régimen de visibilidad que permite la configuración
de un espacio de polinización textual en la exterioridad misma
de la escritura. De este modo, se cierra un ciclo abierto en los libros
anteriores que ponen de manifiesto los cortes a las formas de continuidad
natural (real) mediante conversiones y deslizamientos de los vectorialidades
de subjetivización permitiendo un tiempo y un espacio contingentes
de sí mismos como escritura y como subjetividad máquina
que es cuando se configura el cuerpo-libro como instancia de subjetividad
y de (re)producción de creatividad.
¡Ah!
piensan mis ramas
escribiendo
en silencio
el goce
que otorgan
las ..... palabras
abiertas
a
cópula y narciso
(NYLA: 49)