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Intriga chinesca
En busca de un manuscrito
Por Hernán Poblete Varas
Revista de Libros de El Mercurio. Sábado 9 de Noviembre de 2002
Tras la derrota infligida por el Japón en 1895, se organizó en China una sociedad secreta llamada Yi Ho Tuan (boxers para los occidentales) que luchaba por devolver a su patria la dignidad perdida y con ella la libertad, amenazada por las potencias extranjeras. Todo culminó en 1900 con una sangrienta insurrección, aplastada finalmente por los ejércitos colonialistas.
Los boxers eran más que turbulentos guerrilleros: en ellos alentaba una filosofía de paz e independencia, expresada —según el autor de esta novela— en las obras de Wang Mian. De ellas, acaso la más importante y que contiene el quid del pensamiento de Wang Mian ha desaparecido, pero se sabe que en algún lugar está, que alguien la guarda en secreto. Muchos se esfuerzan por encontrarla, en especial los herederos de los boxers, violentos unos, pacíficos y filosóficos otros.
Y de ahí deriva el gran lío que Santiago Gamboa, el autor de este libro, describe con pluma experta en literatura de enredos.
Tres personajes exóticos —al menos para los chinos— se involucran casi sin quererlo en esta búsqueda descabellada. El más importante de ellos, para los efectos del relato, es Suárez Salcedo, periodista colombiano radicado en Francia al cual se le encomienda una misión que desconoce. El otro es un catedrático alemán, sinólogo experto, que sólo pretende conocer de cerca una cultura y un idioma que lo apasionan. Y el tercero y más pintoresco es Nelson Chouchén Otárola, literato con más ambiciones que éxito, descendiente de un emigrado chino, tal vez relacionado con los boxers y del que busca mayor información.
Ninguno de los tres está directamente relacionado con los móviles que apasionan a los sucesores de Wang Mian. De ahí el nombre de la novela: Los impostores. Impostores sí, en un sentido lato, latísimo.
El enredo que sigue a la llegada, por distintas vías, de los tres visitantes es mayúsculo y con casi todas las características de la novela entre policíaca y negra: extraños personajes, misteriosos sacerdotes, sicarios, baleos, fugas, persecuciones, muertes, desenfrenadas carreras automovilísticas, todo entreverado con un poco de vistas turísticas y hoteles de lujo.
No faltan, tampoco, las escenas eróticas —condimento indispensable en toda novela que aspire a "best seller".
Aquello de "lato" se puede aplicar —con otro sentido— a casi todo el desarrollo de Los impostores: ¡Qué manera de hablar y hablar los personajes, narrador incluido! Como si se tratara de dilatar el tiempo, de engatusar al lector, de distraerlo con minuciosa charla antes de envolverlo en la trama. Se van páginas en este oficio distractivo, que detiene la acción durante casi un tercio del libro. Aquello de "a buen entendedor, pocas palabras" no parece cuadrar en los esquemas de Santiago Gamboa.
Con todo, y aunque haya que tener paciencia en ese primer tercio, esta novela de Gamboa, termina por atraer, cautivar al lector y llevarlo con acelerados pasos tras los personajes, trazados con buena mano.