Por
Óscar Contardo
en
Artes y Letras de El Mercurio 26 de Octubre de
2003
Hace poco más de un año en
la revista "Siete + 7" Carlos Orellana, entonces editor de
Planeta, recordaba cómo a fines de los años sesenta en un viaje en
tren a Concepción le mencionó a su amigo Antonio Skármeta la posibilidad de participar en un concurso de la Sociedad de
Escritores de Chile. El entonces profesor universitario le respondió:
"Mira, yo no juego en cuarta especial: yo juego en primera división".
El autor del "Ciclista del San Cristóbal" debió decírselo con
la misma sonrisa que Chile entero le conoce gracias al Show de los
Libros, actividad que pulió su talento en el arte de difundir y
enfrentar a las cámaras. Incluso en eso Skármeta juega en primera,
porque no sólo las enfrenta, las domina.
El flamante Premio Planeta
propone al fotógrafo los gestos que le pueden servir para un retrato
simpático que se sobreponga al rictus de incomodidad que el común de
los escritores adopta apenas se enfrenta a un lente. La actitud que
seguramente hubiesen tenido Droguett, González Vera, Rojas, D'Halmar o
León, ese grupo de narradores chilenos que Skármeta confiesa admirar
profundamente por su obra, pero no por la escasa difusión que hicieron
de ella. "El dolor que me produce Chile es que hay escritores
grandiosos que no vivieron la época de la industrialización, de la
distribución de la literatura y quedaron opacados y encerrados en su
propio territorio". Este antofagastino descendiente de croatas con
fama de buen amigo se tapa la cara a dos manos cuando recuerda que
Antonio Acevedo Hernández, autor de "Chañarcillo" - "qué épica, Dios
mío", recalca- murió en la miseria.
A Skármeta no le den ni las
ligas menores ni el encierro. Tampoco le den la chimuchina literaria
doméstica que de tanto en tanto se levanta por premios que se conceden
o se niegan, o duda del éxito de sus últimas novelas. "Este es un país
parado en la hilacha, chúcaro", dice, ensanchando la sonrisa y
achinando los ojos. Acusa recibo, eso sí, de que en la prensa se
recalcara con esmero que el Planeta era un premio comercial con gran
manejo mediático y que si bien se lo habían ganado autores de gran
reconocimiento, no lo lograron con sus obras principales. "Cuando en
Francia me dieron el premio Medicis el 2001 nadie dijo que era un
premio no-comercial". Porque por ese premio no le regalaron "ni un
diploma en papel cuadriculado", pero se lo recompensó con elogios de
la crítica francesa, una buena comida de gala y la satisfacción en
retrospectiva de que el mismo año de su triunfo con "La boda del
poeta" Coetzee era candidateado con "Desgracia". "En Chile
siempre habrá un pero, son los gajes del oficio y hay que aprender a
vivir con ellos", sostiene con una sonrisa un poquito
resignada.
-¿Nunca se le pasó por la mente ser un ejemplo más de
escritor local de reconocimiento tardío?
"No. No podría serlo
por varias razones. Tengo un temperamento voluntarioso, una energía lo
suficientemente grande para insistir en el camino me llueve o me
truene. Sé lo que quiero, sé qué literatura amo y la que no me
interesa. Sé dónde voy y sé que para estar conectado en el mundo debo
pertenecer profundamente a la cultura en la cual he nacido. Y yo me
siento totalmente ligado la historia de este país".
-Eso
suena paradójico, porque en su obra el tema del inmigrante y la
precariedad es un asunto recurrente...
"Cuando tomo al
inmigrante europeo pobre a Chile en "La boda del poeta" y en
"La chica del trombón" estoy eligiendo figuras extremadamente
dramáticas, que han perdido un territorio y no han conquistado otro,
por lo tanto su sensibilidad y su disponibilidad es intensamente mayor
que las personas que tienen cuadriculada su existencia. Estoy hablando
de seres que tienen que hacerse en la precariedad más absoluta y estos
antihéroes tienen que crear una épica de antihéroes, eso es la
trilogía".
El efecto Nueva
York
-"La boda del poeta" y "La chica del
trombón" son parte de una trilogía para Ediciones Areté (RandomHouse
Mondadori) a la que le falta la tercera parte. ¿Por qué "El baile de
la victoria" aparece antes que la tercera parte de la
trilogía?
"Lo que sucede es que
escribí la primera versión de la última novela de la trilogia antes de
que asumiera la embajada de Chile en Alemania (en mayo del 2000). En
ese entonces tenía la primera versión que pensaba pulir durante mi
tiempo en la embajada y entregar una segunda versión corregida a la
editorial oportunamente para editarla en 2001. Pero el trabajo
diplomático no me permitió seguir el plan. Después vinieron los
atentados a las Torres Gemelas y el cambio que esto significó para la
imagen y la situación de Nueva York. De ser una metrópoli icono de la
ciudad imbatible y sueño de los inmigrantes, aparecía ahora como una
ciudad atacada y deteriorada. Esto me pareció de sumo interés, ya que
yo tenía un texto que recorría una Nueva York pre-destrucción de las
torres. La idea que surgió con esto fue someter a esta nueva situación
a los personajes de la novela. Me propuse entonces ir a Nueva York y
estuve el tiempo suficiente como para escribir el cuento "La
azafata" que se publicó en un suplemento especial del diario La
Repubblica de Italia. Mi intención es terminar la versión definitiva
de la novela tras una estadía que necesito en Nueva York. Después de
esto entregaré la versión a mis editores".
-¿La reformulación es
algo usual en su trabajo?
"Así lo he hecho siempre. Trabajo dos
grandes versiones, una muy amplia, muy emocional, muy libre y
anti-intelectual. Dejo pasar un tiempo y trabajo otra versión que es
la novela de la técnica literaria. La idea es que lo que concebí
primero pase fluidamente a través de la técnica literaria al
espectador. Eso sucedió con "La Boda del Poeta" y con "La
Chica del trombón", y es lo mismo que va a suceder con la tercera
novela".
- ¿En qué momento comienza a escribir "El baile de la
Victoria"?
"Desde que comencé a escribir creé un mundo de
personajes propios, con temas y motivos que aparecen y reaparecen en
mis novelas. Cuando comienzo a trabajar "El Baile de la
Victoria" lo hago porque quería escribir una novela que sucediera
en el Chile de hoy. "La boda..." transcurría en Europa, y
"La chica del trombón" transcurría en Chile entre 1944 y 1970,
por lo tanto mi galería de personajes no habían sido sometida al Chile
actual. Esta nueva novela significaba mi retorno al país coetáneo, al
mismo tiempo que era mi regreso después de haber estado tres años
fuera trabajando como embajador en Berlín".
-¿Cuándo se
cruza este proyecto de novela con el Premio Planeta?
"Una vez
que terminé de escribirla se la envié a Carmen Balcells, quien
determinó que sería una novela estupenda... muy apropiada para
presentarla al premio Planeta".
-¿Qué hace apropiada a una
novela para que sea presentada al Planeta?
"No lo sé. Nunca he
participado en un concurso, salvo cuando era niño. Antes que publicara
"El entusiasmo", participé en algunos concursos y gané alguno
de ellos... y en 1969 cuando gané el Casa de las Américas con
"Desnudos en el tejado". Los otros premios que he recibido son
otorgados a obras publicadas, pero son reconocimientos a los que yo no
postulé. Puede ser que las editoriales presentaran, sin mi iniciativa,
mis libros a esos premios".
- La prensa española recalcaba
que "El Baile de la Victoria" transcurría bajo el gobierno de
Pinochet, pero usted me dice que está situada en la
actualidad.
"Sí, es sorprendente todo lo que sucedió con la
prensa española. El problema es que tuve que conceder cerca de 123
entrevistas en las que hablaba de una novela que todavía no ha salido.
Como nadie había leído la novela, las fuentes eran los miembros del
jurado o yo mismo. Lo que salió entonces son interpretaciones de lo
que los jurados o yo decía. Entonces algunas notas aseguraban que la
novela, transcurría durante la dictadura de Pinochet, pero no es así,
transcurre en la actualidad. Lo que sucede es que hay un personaje que
está en una situación desmedrada en la vida por la experiencia que
sufrió su familia en esa época".
-¿Existe a su juicio una
categoría de literatura de masas que tiene más que ver con la
industria cultural que con la experimentación o con la creatividad
artística?
"Es muy difícil hablar en general de eso. Hay una
literatura muy exquisita, sofisticada, que requiere de una complicidad
activa del lector y que se ha transformado en éxitos de venta. Hay un
prejuicio bastante extendido y mecánico que dice que escritor que
vende libros es un escritor que debiera estar en una categoría
inferior en la escala de los genios. Escritor que vende menos libros
es un escritor que es reconocido por un grupo académico de pares que
se sienten habilitados para entender la obra de ese escritor y que
reprocha a la cruel sociedad que sus libros no sean percibidos. En la
sociedad hay cierto prestigio del escritor maldito que no transa y que
aspira en el mejor de los casos al soliloquio el refugio de la mujer
amada y el texto disidente. Un artista escribe su obra desde lo más
profundo de sus sentimientos, excita su imaginación para arrancarle
luces novedosas y emplea su técnica para hacerla comunicable. Ahora,
si el postulado implícito es que Gabriel García Márquez es un mero
fabricante de chimuchina para consumo barato, entonces confieso que ya
no sé con qué otros juicios argumentar. El hecho de que un libro sea
best seller es una imprevisible contingencia posterior a su escritura.
En Chile hay una tendencia a estereotipar todo".
-¿Ha
sentido usted esta tendencia a estereotipar al recibir el premio
Planeta?
"El premio es una experiencia completamente nueva.
Esta novela está totalmente insertada en la experiencia anterior. Es
una novela que pertenece plenamente a mi mundo, cabalmente mía. Esta
literatura puede levantar las objeciones, o las simpatías de los
lectores"
-¿Qué objeciones le han hecho a su
obra?
"No creo que me corresponda a mí decirlo. Es tan matizado
el repertorio de observaciones de críticos y periodistas de todo el
mundo. Tengo novelas que están publicadas en 27 idiomas con análisis
muy sofisticados y muy serios. A mi modo de ver, lo que confunde un
poco y que lleva a los críticos a desubicar mi rol como narrador es el
hecho que haya realizado una opción social por las comunicaciones y
que desde 1992 haga un programa de televisión que trata con humor, con
ironía y de una manera lúdica a la literatura a través de un
espectáculo que incite a un público no lector a la lectura. Eso basta
para tipificar a alguien como un escritor de los medios. Si aparte de
eso, tenemos la resonancia mundial que tuvo una película basada en una
historia mía (...) se dice que se trata de un escritor que llega a la
gente, y a ese público se le pueda llamar masivo de una manera
despreciativa. Ya que usted me pregunta, esas son las observaciones
que se me hacen. Pero a mí me resultan completamente indiferentes.
Tengo que matizar con la crítica mundial a la crítica literaria
chilena, por muy extraordinaria que sea".
- Algunos ven el
Premio Planeta que usted obtuvo como una oportunidad para que las
grandes editoriales españolas fijen su mirada sobre escritores
chilenos...
"Puede ser uno de los beneficios. En sus 50 y
tantos años de vida, hay tres latinoamericanos que lo han ganado:
Vargas Llosa, Bryce Echenique y yo. No sé si el hecho que recayera
sobre dos peruanos llamó la atención sobre la literatura de ese país.
Además, todos estos autores, incluido yo, somos escritores bastante
cosmopolitas, que circulamos por el mundo, que hemos vivido y que
tenemos afinidad con colegas de otros países".
"Hay una pátina en
esta generación que viene del movimiento continuo que es casi un sino.
Carlos Fuentes, por ejemplo, es un escritor de aviones que pasa de un
continente a otro, se trata de seres extraordinariamente
mediáticos".
Historias de
pantalla
-¿Cuál fue el primer
gran efecto que tuvo para usted el éxito de "El Cartero" en el
cine?
"La certidumbre completa de que un camino original que
tomé en mi literatura, propia e irreductible a cualquier tendencia o a
cualquier rasgo generacional, encontró una comunicación con un
universo amplio de lectores y eso es una satisfacción profesional
intensa, que confirma una vocación y estimula el trabajo en esa
línea".
- Actualmente, ¿tiene algún proyecto de escribir
guiones?
"No. No voy a escribir más guiones. Habitualmente el
guionista es contratado por el mérito de una obra que ya existe. Como
el cine es un arte industrial en el proceso de adaptación, intervienen
muchas personas que tienen sus propias ideas y deseos y cambian el
rumbo de los personajes. San Francisco reemplaza a Pekín o un
personaje femenino se transforma en un travesti. El escritor puede
escribir cuatro o cinco versiones buscando dejar conformes a todos.
Esto me pasó con la adaptación de 'Eva Luna' de Isabel Allende. La
última versión, la quinta, la escribí con el director Michael Radford,
pero claramente de las cinco que hay, la segunda versión es la mejor".
Roos Film tiene hace años el proyecto de llevar al cine mi cuento 'A
las arenas' y también está en el aire la adaptación de 'La velocidad
del amor'. Pero si volviera a hacer un guión para el cine sería uno
original, cuya gestión naciera de mí".
-Durante la época de
"El Show de los libros", ¿hubo un feed back de cómo el programa
incentivó la lectura, la reforzaba?
"El efecto del 'Show de los
libros' sobre el espectador nunca fue leído. Tengo la ilusión y la
impresión que se formó en Chile una atmósfera de simpatía al libro
considerablemente mayor que la que existía antes en la que el libro
era un objeto de anaquel. Esto es imposible computarlo en cifras. Uno
quisiera tener un país más sensible hacia las artes".
- La
muerte de la novela ha sido anunciada muchas veces en los últimos
cuarenta años. ¿Es posible que en el futuro siga siendo un
entretenimiento del gran público?
"Mi impresión es que el libro
se afirma porque cada vez son más numerosas las minorías que necesitan
apartarse de la entretención banal que procuran los medios y disfrutan
con las imágenes alternativas, tan íntimas, libres e inspiradoras que
las letras y el arte ofrecen".
ANTONIO SKÁRMETA
Nació el 7 de noviembre de 1940 en Antofagasta y comenzó a
escribir a los 9 años. La educación secundaria la cursó en el
Instituto Nacional. Estudió Filosofía y Literatura en la Universidad
de Chile, de donde se graduó con una tesis sobre la obra de Julio
Cortázar. A fines de los sesenta publicó el libro de cuentos "El
entusiasmo" y en 1975 "Soñé que la nieve ardía", su primera
novela.
Entre las distinciones que ha recibido se cuentan la
Orden de las Artes y las Letras de Francia; premio Adolf Grimme de
Alemania, Libro de Oro en Portugal por "El Cartero de Neruda" y premio
Ondas (España) al mejor programa de televisión de iberoamérica por "El
show de los libros".