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Mario Bunge, la realidad es real
Por Sergio Missana
La Tercera Cultura, sábado 25 de agosto de 2007
En A la Caza de la Realidad, el filósofo argentino y Premio Príncipe de Asturias de Humanidades realiza una metódica
apología del realismo científico que puede calificarse como escolástica
Mario Bunge es conocido en Chile sobre todo por sus manuales de metodología, en particular La Ciencia, Su Método y Su Filosofía (1960). Nacido en Buenos Aires en 1919 y radicado desde 1966 en Montreal -donde es catedrático de lógica y metafísica en la Universidad McGill-, Bunge obtuvo el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 1982. Autor de un monumental Tratado de Filosofía Básica (1974-89) en ocho volúmenes, Bunge es el principal interlocutor sudamericano en la discusión filosófica sobre el realismo científico.
En su último libro, A la Caza de la Realidad: La Controversia sobre el Realismo (2006), Bunge realiza una exhaustiva defensa de la postura realista -"la tesis de que el universo existe por sí mismo, puede ser explorado y la mejor forma de hacerlo es científicamente"- y una furibunda crítica al antirrealismo, que resume en el dictamen kantiano: "El mundo es una suma de apariencias". Asimismo, y haciendo gala de su proverbial ambición intelectual, el autor esboza su propia versión del realismo, a la que llama "hilorrealismo", que funde la postura realista con el materialismo, el cientificismo y un proyecto de ética científica.
Bunge describe su descubrimiento del realismo en términos de una epifanía personal ocurrida en Argentina durante los años 50: "Me di cuenta de que, cuando se describe un electrón libre o se calculan los niveles de energía de un átomo, solamente se utilizan variables que describen las propiedades de una cosa que no está siendo observada por nadie, vale decir una cosa en sí", Bunge afirma que la ciencia invoca leyes causales y mecanismos que no son directamente observables, en lugar de recurrir a generalizaciones empíricas.
Además de pensador metódico y riguroso, Bunge es un polemista, como ha demostrado su oposición pública al sicoanálisis, a la medicina alternativa y a ciertas formas de música popular ("el rock es la negación de la música"). No es de extrañar que los pasajes más vividos de su texto sean los dedicados a la denuncia del antirrealismo en sus diversas manifestaciones, desde el empirismo inglés hasta el constructivismo social posmoderno. El realismo científico se ha conformado como doctrina en respuesta a sucesivos ataques. Aún así, el esfuerzo por demoler gran parte de la tradición epistemológica moderna -incluyendo a pensadores como Berkeley, Hume, Kant, Hegel, Schopenhauer, Mach, Comte, Bergson, Dilthey, Carnap, Wittgenstein, Husserl, Heidegger, Gadamer, Derrida, Putnam, Davidson, Rorty, etc.- acredita la admirable osadía del profesor Bunge.
Al igual que otros defensores de la doctrina realista, Bunge tiende a equiparar al realismo con el sentido común: "Sostengo que se trata de la filosofía que casi todo el mundo practica cuando intenta resolver sus problemas de todos los días. Únicamente los filósofos pueden profesar el antirrealismo y sólo cuando escriben o enseñan". Esto equivale a afirmar que, desde la óptica del realismo, su opuesto no tiene sentido. A ese riesgo de tautología aludió Einstein al señalar, irónicamente, que "la realidad es una mera ilusión, pero una ilusión consistente". Bunge afirma, además, que "el antirrealismo no sólo es erróneo, es completamente destructivo". Los realistas suelen afirmar que el antirrealismo obstaculiza el avance de la ciencia, mientras que el realismo científico, según indica Bunge, "es la gnoseología propuesta y confirmada por la investigación científica y tecnológica". Esta argumentación también sigue una trayectoria circular: el realismo sería necesario para el pensamiento científico, que a su vez ratificaría las bondades del realismo.
Desde la introducción de A la Caza de la Realidad, se advierte al lector que "la ontología y la gnoseología se hallan en medio de una crisis". En tal sentido, el ambicioso texto de Bunge se inserta dentro de un proyecto filosófico conservador (aunque su autor se defina como un "liberal de izquierda") que puede calificarse como escolástico. Tal como la Escolástica intentó organizar y articular la cosmovisión medieval en el momento histórico en que comenzaba a derrumbarse, el monumental esfuerzo sistematizador de Bunge denota una dosis de ansiedad. Es un síntoma de crisis. La cuestión es, ¿qué crisis? Mal que mal, el cuestionamiento del paradigma racionalista desde la filosofía no es nuevo. Cabe preguntarse qué relevancia tienen las disputas sobre el realismo más allá del ámbito académico, en qué medida afectan a la práctica científica o determinan la validez de sus resultados, y cuánto contribuyen al actual estado de la reflexión sobre los monstruos engendrados por el sueño de la Razón cartesiana.