La evolución de la teoría
Por Sergio Missana
La Tercera Cultura. Sábado 14 de abril de 2007
Nada tiene sentido en biología si no es a la luz de la evolución",
declaró en 1973 el naturalista T. Dobzhansky. La visión darwiniana de la evolución no sólo ha sido una de las teorías más relevantes de la historia de la ciencia, sino también una de las más controvertidas debido a sus implicancias religiosas, éticas, políticas y filosóficas. Un nuevo libro de E. J. Larson ofrece una narrativa condensada de su historia, centrándose en sus protagonistas más notables, entre ellos De Cuvier, Lylle, Lamarck, Darwin, Wallace, Huxley, Spencer, Mendel, Morgan, Mayr, Watson, Crick, Wilson, Dawkins y Gould.
En vez de ahondar en la conocida success story de Darwin -el viaje a bordo del Beagle; la formulación, en 1838, de la teoría de la selección natural; la espera y el perfeccionamiento casi secreto de la teoría durante dos décadas; la abrupta publicación conjunta con Alfred R. Wallace en 1858; los libros canónicos-, Larson resalta la rápida declinación que sufrieron sus ideas después del éxito inicial. A fines del siglo XIX, nos recuerda, el concepto de evolución orgánica se había consolidado entre los círculos científicos, pero la selección natural se daba por obsoleta. El propio Darwin había introducido cambios en las reediciones de El Origen de las Especies, introduciendo elementos lamarkianos.
Sólo a partir del redescubrimiento, a comienzos del siglo XX, de la genética mendeliana (que databa de la década de 1860), del establecimiento del vínculo entre la herencia y los cromosomas, y de los avances en genética de poblaciones, fue posible la síntesis moderna entre la genética y la teoría de Darwin. Esa síntesis se vería reforzada, a su vez, a comienzos de los 50, por el hallazgo de Watson y Crick de la molécula del ADN, que proporcionó un fundamento materialista de la herencia y confirmó que todas las especies compartían un mismo código genético.
Los descubrimientos en paleontología protohumana a lo largo del siglo XX contribuyeron a apoyar el modelo evolutivo ramificado propuesto por Darwin, confirmando, asimismo, su hipótesis de que los seres humanos eran originarios de África. Las ideas formuladas en los 6o por William D. Hamilton marcaron un hito en la aplicación de la teoría evolutiva a los seres humanos. Sus hipótesis sobre el altruismo, que desplazaban el nivel de análisis de los organismos a los genes, sentaron las bases de la sociobiología y la psicología evolutiva. El trabajo de divulgadores como Edgard O. Wilson (Sociobiología) y Richard Dawkins (El Gen Egoísta) originó un álgido debate durante los 70. La sociobiología fue atacada tanto desde la derecha como desde la izquierda, entre otros, por el paleontólogo Steven Jay Gould.
Darwinismo social
En parte, la polémica fue consecuencia de los capítulos más oscuros de la evolución de la teoría evolutiva: el Darwinismo Social -que justificaba situaciones de desigualdad y abuso en nombre de la supervivencia de los más aptos- y la eugenesia (perfeccionamiento de la especie humana a través de la biología y la genética).
Francis Galton, primo de Darwin y artífice de la reproducción humana selectiva, propugnó una eugenesia "positiva" (favorecer el matrimonio y procreación de los "aptos") y no la versión "negativa" que llevó a la esterilización forzosa de 60 mil personas en Estados Unidos, entre 1900 y 1935, de pacientes psiquiátricos, epilépticos y criminales. En la Alemania nazi, entre 1933 y 1939, fueron esterilizadas más de 300 mil personas.
El texto de Larson presta especial atención a la oposición al evolucionismo en Estados Unidos. El autor asocia este fenómeno a la secularización durante el siglo XX de las élites intelectuales y el crecimiento proporcional de movimientos protestantes fundamentalistas. La postura antievolucionista estuvo asociada, desde los años 20, a la oposición a la enseñanza de las ideas de Darwin en las escuelas públicas y volvió a surgir, a comienzos de los 70, con los intentos por difundir libros de texto que enseñaban el "creacionismo científico". El fallo de la Corte Suprema en 1987 en contra de la enseñanza del creacionismo en las escuelas públicas norteamericanas, al igual que el célebre "Juicio del mono" de 1925, no hizo sino reafirmar el apego de los cristianos conservadores a una lectura literal del relato bíblico de la creación. En los 90, el creacionismo resurgió con un nuevo nombre: "Diseño inteligente". Entre sus defensores se cuentan el escritor Tom Wolfe y el Presidente George W. Bush, quien ha señalado que, respecto de la evolución, "el jurado sigue deliberando".