"Noche de Agua", de Sergio Mansilla Torres
Santiago de Chile, Editorial Rumbos, 1986 /
Reedición Ediciones Casa de Barro, San Felipe, 2023
Por Eduardo Barraza Jara
Publicado en Revista Chilena de Literatura, N°29, 1987
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Noche de Agua constituye la primera etapa de la creación poética que Sergio Mansilla (Curaco de Vélez, 1958) ha venido desarrollando durante más de diez años. Revistas chilenas y antologías bilingües han seleccionado para sus páginas diversos poemas de este joven chilote. Por su parte Iván Carrasco, que prologa esta edición, señala que aparte de sus evidentes resonancias líricas, esta poesía recoge la más genuina tradición lírica chilena, como la de Gabriela Mistral y Jorge Teillier entre otros.
En Noche de Agua adquiere especial relieve la voz lírica que desde una instancia plenamente subjetiva profiere su discurso, desde el refugio del hogar "mientras afuera llueve y es de noche" y "todos duermen". Mas, junto con esta instancia locativa y temporal, esta poesía nos propone el "recuerdo como una manera de vencer el olvido", aunque tales recuerdos no sean más que aquéllos que yacen en "algún remoto rincón de nuestros sueños". Todo ello con el único afán de que cuando la noche de agua termine "quizás podamos hacerlo todo de nuevo, diferente y mejor".
El hablante de esta poesía, así situado, puede transitar desde lo inmediato y referencial, como la ida al pueblo tras "plata y azúcar", los "palafitos" ribereños, o los atardeceres junto al mar. Pero lo que cuenta es una visión poética que desobjetiva e interioriza el mundo el cual emerge como de un entrecerrar los ojos, pues, así puede percibirse "un niño de espuma que navega sobre la noche de agua" o que "la noche con poncho pardo cabalga sobre un caballo sin cabeza". Lo decisivo es que esta compenetración entre naturaleza y visión se verifica con originales imágenes que superan las tradicionales expresiones de la poesía del sur. Entre ellas merecen citarse algunas como "el invierno viene quebrando los cristales: con su bastón de ciego resentido", o que debemos "esperar la muerte emponchados/ como se espera una lluvia muy helada", o que las feriantes de Dalcahue con sus "voces participan del mandato de las olas".
Sin embargo, en esta poesía hay una notoria voluntad de proyectar el archipiélago no como un "paisaje de exportación" sino más bien como "una postal donde todo se ve por dentro". Tal visión interior se logra mediante una renováda inserción en el mito y en la historia más allá de los reiterados lugares comunes al respecto. Mediante el mito se funden hombre y naturaleza según lo afirman los valses chilotes que hablan de pescadores que en las noches de tormenta son vestidos por las aguas del mar y se hacen uno solo con las nubes. Pero también Chiloé es una geografía peculiar y una historia que comenzó a escribir luego de la avanzada descubridora y poética de don Alonso de Ercilla. Sólo que en "Noche de Agua" el viaje es a la inversa.
El poeta se integra a sus tradiciones y a su paisaje. Y en la profundidad de sus mares podrá disolverse "semejante a un grano de sal en una laguna". Pero el mar terminará también por llevarse "su alma como un bote a vela" y —quiéralo o no— el hablante se desliga de sus "islas muy amadas" y experimentará que "no hay remedio para el árbol que dice adiós", cuando deba emigrar hacia el continente como tantos otros. Las calles de la ciudad verán a este isleño "vagando al interior de los semáforos". Pero también en este nuevo espacio, este chilote se inscribe en la historia continental y específicamente en su tiempo, el de su juventud, según se evoca principalmente en la serie de poemas titulada "Testimonios". Ante el cambio de mundo y frente a la imposibilidad del retorno, el emigrado terminará adhiriendo a la poesía e identificándose con ella, tal como se señala el final de esta serie, pues, descubrirá que "el verso consiste/ en las grandes claridades/ que se pasean inquietas por el jardín/ y en dar por fin con el instante de la antepalabra/ que engendra el decir exacto".
Y este decir exacto es el que han logrado aquellos poetas que son objeto de precisos "Homenajes" en la tercera parte del libro. En esta sección, ya los títulos de cada poema anticipan la capacidad de Sergio Mansilla para penetrar y captar la singularidad estilística de Neruda, por ejemplo, cuando dice que "Se nos ha muerto el pájaro Neruda elemental" o de Gabriela Mistral, dedicándole un "recado en la materia alucinada de Chile".