"A la poesía lego
la imagen póstuma
de mi corazón martillando
como un puño de brasa
el refrigerador del infierno."
(Fragmento de "Testamento", del libro Vida, 1984)
Se ha ido Gonzalo Millán. Se ha ido uno de los poetas fundamentales de la segunda mitad del siglo XX en Chile. Se ha ido, pero ha quedado retratado en una de las obras más particulares y significativas del último plazo. Retratado en sus hallazgos. Hallazgos que —por cierto— no han sido precisamente obra del azar o de las circunstancias más o menos felices que interfieren en la publicación de un libro y en la aventura de su recepción crítica, sino más bien, del trabajo consistente y exhaustivo de un poeta por reinventarse permanentemente; por encontrar nuevos materiales y formas; o simplemente por ahondar en las concepciones de estructura y composición, vitales para entender la trayectoria y la dimensión de su obra. Retratado también en una de las frases más recurridas y vacías de los últimos 50 años de poesía chilena: "el poeta más joven de la generación del 60...". La primera vez que lo presenté en Valparaíso, en Julio de 1996, comencé su presentación con aquella frase hueca. Sin embargo, esa mitología que limita con la muletilla de la anécdota, no se condice en absoluto con las búsquedas estructurales mayores de Millán, con el audaz trabajo temático, con el riesgo permanente de quien —podríamos especular en un ejercicio de mayor interés— fuera "el poeta más arriesgado de la generación del 60...".
Digo esto, porque el riesgo que sostuvo permanentemente Gonzalo Millán al abordar sus trabajos estéticos —y por qué no decirlo— su peripecia vital, nos muestra a un poeta genuino, que no descansó en la comodidad de ningún logro (teniendo muchísimos), sino por el contrario, fue capaz de rehacer una y otra vez, de manera inteligente y valiente, el engranaje retórico, imaginativo y sonoro de una poesía compleja, que asombra por su coraje estético, por la precisión formal, por aquella actitud de búsqueda incansable que no transó con modas ni con imposturas que no tuvieran honda relación con las tramas o hilos fundamentales de su trabajo poético y estética. Ese riesgo que de alguna manera recorre la totalidad de sus publicaciones, está expresado por él mismo, en 1984, en el prólogo de Vida. Dice allí Millán:
"Sin negar la continuidad de mi obra y sin afán gratuito de ruptura —la poesía será siempre para mí fundamentalmente concentrada
intensidad y meticulosa atención al detalle— no quiero volver a vivir lo vivido ni volver a escribir como he escrito".
Hay en Gonzalo Millán muchísimos rasgos que lo convierten en figura imprescindible al momento de intentar un esbozo de aquellas poéticas que desde la generación del 60 en adelante, articulan significativamente los diversos discursos de la poesía chilena contemporánea. Entre ellos, un hablante lírico contenido, que se mostrará en pequeños fragmentos de realidad, escritos con la minuciosidad de un zoom fotográfico, que permitirá (re)concentrar la atención en el detalle mínimo de la imagen, conteniendo en cierta forma, el derramamiento verbal tan recurrente en otras poéticas; la aparición, a través de su obra, de elementos que antes no habían existido —con tal intensidad— en la memoria poética de una supuesta tradición poética chilena.
Además de poeta, Millán se desarrolló como poeta visual y artista plástico, y en este ámbito, exhibió también internacionalmente. Con su última entrega inconclusa que denominó Croquis, compuesta de Claroscuro, Autorretrato de Memoria y el inédito Gabinete de Papel, se cierra un ciclo donde confluyen de manera hermosa y concentrada la praxis escritural y el enorme bagaje plástico de este autor.
Gonzalo Millán fue un poeta de difícil trato con las instancias académicas, con las editoriales y con las estructuras de poder en general. Tal vez fue un poeta de difícil trato con el mundo. Vivió su exilio en Costa Rica, Canadá y Holanda, con más de un regreso en falso hacia Chile, donde lamentablemente, las escasas oportunidades
de trabajo no le permitían volver definitivamente. Regresó a Chile dirigiendo talleres de poesía y autobiografía, y posteriormente fue profesor de Historia del Arte Latinoamericano y Literatura en la Universidad Finis Terrae.
La primera vez que vino a La Sebastiana, comenzó su recital con los agradecimientos de rigor, y luego —con un sonsonete que evidenciaba no una borrachera momentánea, producto de las cervezas tomadas momentos antes en plena calle, sino un contacto largo en el tiempo con el alcohol y sus secuelas— dijo un par de frases que me quedaron resonando para siempre en la memoria, en el afecto y en la deuda grande con un poeta que hizo su juego desde la búsqueda más seria: "la vida es dura, y a mí me cuesta vivir...".
El compromiso de Millán no sólo estuvo con esa vida dura y compleja que le tocó vivir, sino también —y con genuina lucidez— su compromiso estuvo y permaneció con la palabra y con la poesía. Por un lado, su obra se vuelca en testimonio y crónica de aquella suma de experiencias vitales que rodean su adolescencia, la experiencia del golpe militar, la vivencia del exilio, del desgarro vital del desarraigo que le tocó vivir fuera y dentro de Chile, etc. Pero además, por otro lado, su testimonio se construye lúcidamente desde las palabras, desde el sonido de las sílabas, desde el goce de los sentidos, desde el enlace de finas aliteraciones y giros fónicos que se convierten en el andamio significante que sustenta esa búsqueda verbal, de inmenso arraigo visual, con guiños sensuales incansables, y tal vez inalcanzables, en la precisión, en el humor y en la mezcla de resignación y esperanza con que su obra nos remece.
Hay parentescos en nuestra tradición poética, hay influencias reconocidas por Gonzalo Millán, pero sin duda, su incesante búsqueda, el oficio mayor con que abordó sus temáticas, y el riesgo permanente que merodeó su estética vital, hacen de su palabra un acorde, sin duda singular, en aquella lúcida y multifacética generación del 60, que tuvo en él a su más joven poeta.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Gonzalo Millán
(1947 - 2006)
Por Sergio Muñoz Arriagada
Publicado en ANTÍTESIS, N°2, Valparaíso, verano 2007