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«Muerte, insomnio y resistencias»
Las pupilas del insomnio de Silvia Osorio (Editorial Bordes, nov. 2013)
Por Ana Cerri / Buenos Aires, Argentina
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Ese momento en el que uno no puede acceder a la muerte transitoria, el insomnio, es una resistencia. Resistencia al sueño y al soñar, pero no a la ensoñación. Es aquí cuando el Hacedor que nos habita se apoya en la baranda del horizonte y escudriñando el caos, prepara la mano. Así comienzan los arduos trabajos de la creación, excelsa manifestación de la locura, fulgor extremo
de la cordura.
Silvia Osorio le da un toque de precisión teológica a su particular génesis. Feminiza, sabiamente al dios creador. Lo completa. Entabla, en su insomnio, una pulseada poética con el génesis, con la palabra revelada, y la trastoca. Le tuerce el brazo (como Jacob en la larga noche de lucha), la doblega, con la palabra poetizada. Y Dios no entra en ira, al contrario, ni siquiera le pregunta: ¿Dónde estabas? ¿Por qué te escondes de tu Madre?
La poeta festeja, omnipotente, la desnudez. No le importa que la pitón se ría a carcajadas. Las amenazas de sordera, quebranto, dolor de entrañas no amedrentan. Silvia ha vencido a los siete querubines y se ha mofado de sus flameantes cimitarras. Ha espiado por el ojo del triángulo de lo absoluto y ha uncido a la página la infinita Octava Cósmica: La palabra. Ha tejido, para vestirse en vida, una mortaja de poemas y ha dejado así, su inmortalidad asegurada.
Solamente en una cosa Silvia se equivoca: la Palabra tiene potestad para retener la vida y alejar la oscura muerte. Es que la Palabra fue desde el principio y el poeta, es la abeja que la revive cada primavera. Las pupilas del insomnio desgarran el velo del templo y nos dejaron ver en plenitud lo que Silvia Osorio, humilde, ha llamado: vaga idea.
