La fundación de una comunidad mantiene una relación directa con la muerte. Ya sea por un gesto sacrificial en el origen o en la memoria de sus miembros, la muerte es algo más que la interrupción de la vida; se trata, más bien, de una interrogante ante la cual toda comunidad debe ofrecer una respuesta. En el caso de Homenajes póstumos, Sergio Pizarro ofrece la poesía como respuesta a la pregunta imposible de la muerte. Mediante poemas breves, epigramas y prosas, el poeta rinde homenaje a la comunidad que ha cincelado su sensibilidad. De esta forma, la secuencia va demarcando un cementerio personal donde yacen desde poetas y músicos (Mistral, Parra, Charly García) hasta libros o discos. Aquí el poeta se ve a sí mismo como el guardián del “cementerio tertuliano” (título de uno de los poemas) al que pertenece su imaginario. Incluso se lo puede sentir recorriendo las tumbas con una mezcla de humor y ligereza, limpiando los sepelios y releyendo los epitafios que él mismo ha escrito (quizás cambie alguna palabra o renueve claveles marchitos). La experiencia de lectura es justamente imaginarse ese recorrido cotidiano del escribiente, mezcla de humor, júbilo y marcha fúnebre, como lo atestigua el poema “Nicanor Parra”:
soy tan quemao
que la ceniza se me devuelve
De esta manera, los poemas se ofrecen con ligereza, con una especie de humor irresponsable ante la muerte, como si trataran de convencernos de que en realidad estamos equivocados y que existe una segunda vida, como en estos versos en “Pizarnik”:
Pizarro
¿podés prender las velas y apagar lo que sobra?
El procedimiento del poeta es ofrecer la broma cuando se espera el llanto. Él ríe cuando los otros callan, sumido a un desencuentro entre sensibilidad y sociabilidad. Sin embargo, este gesto se apoya en el carácter ficcional de todo homenaje póstumo: aquel al que se le rinde homenaje es siempre otro, un doble idealizado que reemplaza la fragmentación del original. Así, como apoyado en el dicho popular de “todo muerto es un santo”, aquí los versos son homenajes heterodoxos que resquebrajan el muerto idealizado y hacen emerger otro en su lugar. Y lo que emerge es el propio recuerdo del poeta sobre los difuntos, que se expresa en el verso. De modo que con Homenajes póstumos, Sergio Pizarro ofrece el recuerdo ficcionado de su propia experiencia con los muertos que lo han influenciado. En ese sentido, más que un homenaje, los poemas salen de un esfuerzo por revivenciar una experiencia personal evocada por otro poeta, una canción o un lugar (Cochoa, Valparaíso, Villa Alemana).
Que la poesía tiene relación con la muerte es un lugar común de la creación poética. Lo es menos preguntarnos a qué experiencia específica nos conduce la muerte. ¿Qué es lo que inaugura el perecimiento y qué se busca restituir mediante la palabra? Podríamos apelar a un “procedimiento de memoria” que requiere de la creación del cementerio como paradójico hábitat de preservación del habla. Al fin y al cabo, los cementerios son espacios que autorizan la remembranza; nos autorizan a recordar y nos dispensan de padecer (por un momento) el agobiante presentismo de lo cotidiano. Por ello, los poemas de Sergio se inscriben en una tradición donde el hablante poético utiliza al cementerio como respiración de su propia vida y la de sus lectores. Remitiéndonos a esa tradición, Edgar Lee Masters en su Antología de Spoon River utiliza al cementerio como espacio de narración de una comunidad. Allí los poemas funcionan como biografías y nos conectan con la desidia de los habitantes de ese pequeño pueblo, como procedimiento develador de la comunidad de forma literal: Spoon River existe, y sus habitantes hablan a través de la voz poética. No obstante, este no es el camino que escoge Sergio para inscribir su habla. A primera vista, en Homenajes póstumos no hay una comunidad, porque se trata de personajes y lugares cuya conexión es imposible (nada tiene que ver Gabriela Mistral con Gustavo Cerati). Sin embargo, estos sí pueden devenir una comunidad para el poeta, por la sencilla razón de que la construcción de la comunidad afectiva no está regida por las mismas leyes de una comunidad política. La memoria afectiva se encarga de superponer lugares junto con personas que no tienen más conexión que aquella realizada por nuestros propios afectos. Es ese espacio de memoria personal lo que emerge en la sucesión de personajes “homenajeados” por Sergio. Todos ellos mantienen una significación en la memoria experiencial y por ello su lugar, orden y superposición es posible.
Se unen a este trabajo los dibujos de Luis Martínez Salas, los cuales añaden esa dematerialidad y fragmentación sobre la que se erige la memoria. Todo recuerdo es una fragilidad de rostros que se diluyen cuando nos acercamos a identificarlos. La memoria nos ofrece esas líneas borrosas que, sin embargo, no podemos evadir, porque pese a su fragilidad son los únicos trazos que tenemos de nuestro paso en la tierra. Precisamente es ese esfuerzo de cercanía a la memoria lo que estos poemas evocan, por lo que su publicación se siente que tiene más que ver con una apertura nocturna de las puertas del cementerio personal que el poeta custodia, y no tanto con la invitación diurna a presenciar el acto fúnebre de un recién caído.
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La poesía como respuesta a la pregunta imposible de la muerte
«Homenajes póstumos» (2020) de Sergio Pizarro Roberts
Por David Álvarez
Publicado en WD40, N°3, diciembre de 2021