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A mitad de camino: Sergio Pizarro tras la palabra
(Altazor, 2019)

Por Carolina Pizarro Cortés



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A mitad de camino es una expresión que indica un recorrido parcial; la idea de una senda, con alguna dirección, que todavía debe andarse. Eventualmente, habrá un final, pero la misma expresión pone el énfasis en el proceso. Quien enuncia está en movimiento, entre un punto y otro. De allí que se pueda leer el título de esta antología personal en su connotación de desarrollo en curso, de devenir andariego y hasta patiperro. A mitad de camino puede entenderse como una metáfora de un recorrido vital –los epígrafes del volumen así lo sugieren–, pero también como una imagen de la búsqueda. Sostendremos que trata de la búsqueda de una voz poética. No de la evolución de dicha voz, pues no corresponde una comparación biologicista, sino de concepciones de la palabra que son distintas y aun así complementarias.

Desde Poemas Diesel hasta Piedras a la oscuridad Sergio Pizarro insiste en el tema de la palabra y sus posibilidades expresivas. La pregunta sobre cómo decir es un subtexto que encuentra distintas respuestas en cada una de las estaciones de su obra acumulada. Si bien no hay un arte poética propiamente dicha, hay una profusión de versos e incluso algunos poemas de la selección que giran en torno al decir y al escribir. La interrogante inicial tiene diferentes modulaciones: cuál expresión, con qué fuerza, con qué sentido, y la palabra que sale de allí es, casi siempre, una palabra poderosa, que tiene efectos sobre el mundo. El hablante lírico que Sergio Pizarro crea se hace parte de una tradición demiúrgica, pero en su versión desacralizada. No se trata de una palabra mágica, sino de una palabra eficaz.

Poemas Diesel, primer libro publicado por el autor, se caracteriza por su tono narrativo y por la abundancia de metáforas insólitas, que dotan a los textos de un especial dinamismo. Dentro de este contexto, cargado hacia los desplazamientos de todo tipo, la palabra resulta ser señal de resistencia. En el poema “La Misión”, por ejemplo, que tiene como centro imaginario una lucha insurgente, el hablante propone un epitafio para el movimiento: “Me conformo con que subsista mi palabra y no maten / mi origen etimológico”. Ella es el último bastión o lo que debiera permanecer aún después del fracaso de las acciones; la palabra es una forma porfiada de pervivencia. Una energía similar, pero aún mayor, se destila en el poema “Pensando en ti durante el reposo a orillas del río Po”. En este el hablante se permite una estrofa en mayúsculas, que expresa en voz alta el poder combativo de la palabra:

ESTAMOS PRESENCIANDO LA MASACRE DEL SILENCIO
MEDIANTE LA IRRUPCIÓN PROTESTA DE LA PALABRA
RÁFAGA DE LETRAS QUE ABANDONA LO OSCURO
PARA CRUZAR EN BANDA LA BOCA DE MI BOCA.

Las metáforas bélicas remiten a los rasgos poderosos del acto de decir: la palabra se asocia con una irrupción protesta, que masacra el silencio a través de una ráfaga de letras. La poesía, en este contexto, vuelve a ser un acto subversivo, que se rebela contra un status quo y que da cuenta de la necesidad de expresar.

En los poemas de Luces que no deben prenderse el énfasis dado a la palabra parece estar en el acto mismo de la comunicación y sus posibilidades. El primer texto de esta sección se abre con un verso que apunta directamente a la función fática de la lengua: “¿Aló?”. Este verso/título, expresado como pregunta, instala la duda sobre el contacto. Más adelante, en un intento por despejar ambigüedades de la comunicación, la voz interroga a su interlocutora sobre la naturaleza de su respuesta: “Dime si tu esplendor reciente / es un foco encendido / o la explosión de una palabra”. El decir como un rayo de luz o una explosión remite nuevamente a la potencia del acto enunciativo, que esta vez se vuelca sobre la voz lírica en su calidad de receptora. El poema es un espacio de diálogo tenso que no se resuelve en la concordia. De allí que el hablante exprese hacia el final la imposibilidad del consenso: “No acepto que te escribas así / pera ya estás hecha de siempre / y yo del aún”.

Moví un día es la sección del volumen en la que observamos mayor presencia de la experimentación gráfica: distintos tamaños de letra, posiciones del texto en el espacio de la página, presencia de subrayados, líneas y otras figuras. El tema amoroso parece ser el predominante, acompañado de abundantes referencias intertextuales. El apartado se inicia, no obstante, con un poema-declaración que propone un concepto del quehacer poético y que sirve de marco para el desarrollo posterior: “La poesía es otra garúa. (aporía)”. Este ejercicio da cuenta de una tensión entre el decir y el callar que se resuelve a favor del decir. Uno de los versos finales está íntimamente asociado al título del libro: “moveré un día”, expresa el hablante. Moví un día, por lo tanto, es la concreción de ese accionar poético. Los dos versos siguientes: “y seguiré buscando al autor del lector / inspirando a los poemas para que se escriban”, son la imagen invertida del acto creativo y comunicativo. La palabra poética transporta a un país al otro lado del espejo, donde las posiciones de autoría y receptor se invierten y donde los poemas se escriben a sí mismos. Es el reino de las aporías, como anuncia el paréntesis del título.

Apocatástasis asténica, por su parte, es la estación de A mitad de camino que concentra en mayor medida la reflexión metapoética. Varios de los poemas incluidos no se titulan, lo que refuerza la sensación de continuidad entre uno y otro. En su conjunto constituyen una reflexión pausada sobre las propiedades de la palabra y de su expresión. Dentro de este marco, el bien o el mal decir, la expresión justa y la expresión equivocada, se vuelven tema central. Los poemas conservan el tono dialógico de ejemplos anteriores; hay un tú constantemente apelado que incluso irrumpe en el texto, como sucede en estos versos del primer texto de la selección:

“Escribir bien algo mal”
dijiste de la curva pronunciada
. . . . .. . su palabra resbalosa

Nótese que se dice sobre lo que se escribe, es decir, que se activa la metapoiesis en el diálogo. En opinión del tú apelado, que se expresa en un límite riesgoso –la palabra que derrapa–, el acto de escritura contiene una paradoja en la que bien y mal se superponen. Nuevamente la poesía es aporética. En otro poema sin título, de estructura muy breve y esquematizada, se repite el efecto paradojal:

pero
peor palabra
la que no puede existir
adentro de su propio jamás

El poema se inicia con la objeción de un pero, y hace referencia a una palabra que existe, aun cuando no puede. Ser y no ser, existencia y jamás, son homologables a decir y callar. La selección de Apocatástasis asténica comunica en síntesis esa tensión entre el silencio y el acto creativo. Como la palabra es poderosa, aun cuando el decir es imperfecto, siempre se concreta en obra. Así lo expresa el hablante en otro de los textos del conjunto:

Ustedes quieren la métrica del alma exacta
pero nadie puede ser imperfectamente serio
si a estas palabras las rociaran al oído

Porque esto no tiene el valor;
hay simplemente una predisposición interna
hacia adentro de nuevo

Simular un reposo transitorio;
un respiro entre esta escritura
y la que sobreviene

Según declara el hablante, no hay métrica exacta ni palabras valiosas. Lo que hay es un oscilar similar a la respiración, que va desde la expresión imperfecta al silencio. La poesía es entonces intento, fuerza, repliegue hacia adentro y luego movimiento hacia afuera.

Piedras a la oscuridad, el último texto que participa en la antología, tiene como tema central el libro, esto es, el producto material de la actividad creativa. La mayoría de los títulos de los poemas –algunos en verso y otros en prosa– hacen referencia a libros de distinto tipo o tema, por lo que la sección se asemeja a un abanico o a un panorama.

Dentro del conjunto, el poema “ex libro de la penumbra” retoma el motivo axial que observábamos al comenzar este recorrido: se concentra en el poder de la palabra; contiene y actualiza la potencia de la poesía de intervenir sobre el mundo, de cambiar lo real. Si en otros momentos del camino poético la tensión se ha encarnado en la dicotomía decir/callar o existir/no ser, en este poema se presenta en la antinomia luz/oscuridad, que le otorga al polo positivo nuevamente un triunfo. De allí el prefijo “ex” que encabeza el título: lo que podría haber sido un libro de la penumbra se transforma en un libro “lleno de luces que deben prenderse”. El poder transformador de la palabra se manifiesta como esperanza de subversión completa de un orden negativo. El hablante recupera un plural auspicioso cuando declara:

queremos convertir los pudrideros, las calamidades,
sus angustias y tristezas
enterrar la palabra cadáver

el ruido del brillo, del fulgor y el resplandor
son los símbolos claves para matar a
los sinónimos de dolor, tristeza y melancolía
(un empujoncito para las cosas que deben enmudecer:
las obligadas por la poesía a llorar)

El poema culmina con una arenga o un desafío: “fumadores de palabras quemadas / vuelvan del miedo a declamar su última frase”. Nos tomamos de este llamado para cerrar sin cerrar este recorrido parcial por la poesía en tránsito de Sergio Pizarro. A mitad de camino indica que todavía hay un buen trecho por recorrer; que aún hay reflexión pendiente sobre el acto creativo y sobre el poder transformador del lenguaje. La concepción activa de lo poético que caracteriza a esta antología encontrará otras formas de materializarse, como dan cuenta los distintos estilos de cada una de las estaciones de este libro. Pizarro, en tanto creador, seguirá interrogándose acerca del sentido de su escritura. Probablemente, eso sí, se mantenga una constante: una concepción de la palabra como un agente subversivo.

 



 

 

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A mitad de camino: Sergio Pizarro tras la palabra
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