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Ismael Gavilán Muñoz. Inscripción de la Deriva.
Viña del Mar: Ediciones Altazor, 2016, 218 pp.

Sergio Pizarro Roberts
Doctorando del Centro de Estudios Avanzados de la Universidad de Playa Ancha. Valparaíso, Chile
sergioto.pizarro@gmail.com

Publicado en Acta Literaria 57 (163-167), Segundo semestre 2018

 


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El libro Inscripción de la Deriva de Ismael Gavilán, publicado por Ediciones Altazor, fue presentado en la Sala Viña del Mar de ese municipio costero, durante el invierno de 2017. El subtítulo “Ensayos sobre poesía chilena contemporánea” aumenta la poca luz que el título podría ofrecernos ya que estamos ante un novedoso texto de crítica literaria cuyas 200 páginas están divididas en cuatro secciones; las tres primeras destinadas a ofrecer al lector las percepciones que el autor abriga acerca de algunos de los exponentes de la poesía chilena correspondientes a las llamadas generaciones del 50, del 90 y del 2000, respectivamente, para finalizar con una notable reflexión acerca de las posibilidades que encierra el género de la antología como método de trabajo, dentro de un sincero y auténtico sello autobiográfico que sirve de corolario al desafío crítico que implica entender lo que es poesía.

Desde el principio, el autor descarta las posibilidades exhaustivas de su intento al reducir su mirada de la generación del 50 a los autores Ennio Moltedo y Rubén Jacob, de la V Región de Valparaíso. El aporte que el texto brinda a todo lector informado es el de constatar una cierta mirada canónica que se ha ido decantando lentamente alrededor de la obra poética de ambos autores. En el caso de Moltedo, para agrupar su obra sobre dos ejes que giran en torno al quiebre político de 1973, en un “antes” y un “después” que Gavilán resume en la experiencia de la infancia como memoria, por una parte, y en la experiencia del desencanto como imposibilidad de lo lírico, para la segunda fase. En el caso de Jacob, finalmente, para refrendar la recreación experiencial del transcurrir del tiempo que insinúa su poesía.

Sería injusto, sin embargo, reducir el esfuerzo de Gavilán simplemente a constatar lo que la poca bibliografía crítica ha acumulado alrededor de la obra poética de Moltedo y de Jacob, ya que lo que tiene de particular este libro es ofrecer una inédita perspectiva ensayística acerca de dichas obras. Con ello se amplían las referencias y se concede la posibilidad al lector de divagar teóricamente, en el caso de Moltedo por ejemplo, acerca de lo que se considera “nuevo” en cuanto “repetición serial del tiempo asumido como fin histórico donde ya nada puede cambiar”, en los términos rescatados por Gavilán del texto Teoría Estética, de Theodor Adorno; o de cuestionar el discurso patrimonial de que ha sido objeto Valparaíso al reconocer el rotulado de “crónica” que el uso ha dado a la prosa del referido poeta viñamarino. Por ende, si bien Gavilán suscribe y reafirma una escasa mirada crítica, lo que este trabajo agrega es proponer y sustentar una o varias hipótesis de lectura que nos permiten columbrar un canon no del todo configurado.

El ejercicio crítico antes señalado no es una novedad dentro de la trayectoria del autor reseñado si revisamos sus obras anteriores. En efecto, Gavilán publica en el año 2010 la primera monografía crítica que se escribe en relación a la obra poética de Eduardo Anguita (Pensamiento y creación por el lenguaje. Aproximación a la obra poética de Eduardo Anguita), y que en una ardua labor de rescate de la teoría poética anguitana, desempolva la revisión del concepto “creación” dada por dicho autor. El 2007 publica, además, la antología El mapa no es el territorio: antología de la joven poesía de Valparaíso y el 2014 Entrada en materia: 17 poetas jóvenes chilenos, que dan cuenta fiel de su afán.

La segunda, y más larga sección del libro reseñado, la dedica a 8 poetas pertenecientes a la llamada generación del 90, mayoritariamente de la V Región de Valparaíso, y cuya bibliografía crítica es relativamente escasa. Se trata del trabajo de Sergio Muñoz, Sergio Madrid, Marcelo Pellegrini, Marcelo Rioseco, Armando Roa Vial, Enoc Muñoz, Cristián Cruz y Roberto Onell.

Por la relativa actualidad que tienen los trabajos analizados se dificulta la labor de Gavilán para ofrecer, en estos casos, esa mirada canónica que desentraña en la crítica de las obras de Moltedo y Jacob. Sus diferentes hipótesis de lectura, por ende, otorgan interesantes señales de entrada para acceder a dichas poéticas; entradas que, a mi juicio, devienen obligatorias en el caso de los 5 poetas porteños allí consignados por cuanto se generan desde el mismo locus de enunciación de los discursos aludidos. Dentro de una enumeración aleatoria se encuentran los trabajos de Sergio Madrid y Armando Roa Vial en relación al ejercicio autorreflexivo de la poesía moderna; Sergio Muñoz y la obsesión de la identidad en su poética; y los casos de Marcelo Rioseco y Marcelo Pellegrini como indicios de una cierta poesía chilena contemporánea que se cultiva en el extranjero, por dar algunos ejemplos.

Junto a las articulaciones particulares de cada autor, Gavilán llama la atención al lector acerca del denominador generacional común que agrupa a estos poetas. El rescate que puede efectuarse de las diversas alusiones del autor a la generación del 90, en cada uno de los acápites de esta segunda sección, conforman su particular mirada sobre esa reciente producción poética chilena, cuyos lineamientos no admiten el carácter de definitivos en la medida en que sus representantes continúan trabajando en la actualidad. A pesar de que Gavilán comprende la dificultad de un afán encasillador cuando reconoce en esta poesía lo que él califica un work in progress, la última y crucial sección del libro nos brinda el ensayo titulado “La demolición de la esfinge: observaciones sobre los poetas chilenos de los 90” que agrupa a esta generación en una abierta y quizá demasiado flexible categoría que la define como “una articulación grupal distendida –que no uniforme ni unívoca– de una serie de poetas de registro diverso y con varias coincidencias históricas, humanas y poéticas”. Apertura excesiva que luego delimita con los siguientes términos: “más que los hijos del arco iris, éramos y somos, los hijos del escepticismo, los hijos de la traición de la utopía concertacionista y del fin de una sensibilidad épica”. Finalmente, confiesa que la diversidad de proyectos escriturales es un “verdadero desafío crítico” que se dilucida en tres coordenadas que, por su precisión, transcribo casi literalmente: primero, el esclarecimiento de un asedio a la memoria que dibuja la apropiación de un imaginario devastado por la dictadura y que en su gesto de aprehensión es posible advertir como un gesto político de reinvención tanto poiética como cultural. En segundo lugar, una desconfianza hacia el confesionalismo que regía en cierto sector de la poesía nacional que venía de los años 80 y, tercero, la irrupción de una especie de “teoría de la traducción”.

La tercera sección del libro el autor la destina al análisis del trabajo de 7 poetas del siglo XXI chileno: Eduardo Jeria, Francisco Vergara, Rodrigo Arroyo, Valentina Osses, Diego Alfaro Palma, Gladys González y Fanny Campos. En esta sección el autor nuevamente nos ofrece interesantes propuestas de acceso a las poéticas en cuestión con su característico estilo ensayístico (que vale la pena resaltar en alguna parte de esta reseña por el admirable uso de la forma erigida como tributo al lenguaje). Cabe precisar que si ya era difícil delinear los contornos del dibujo poético noventero, Gavilán reconoce la imposibilidad actual cuando omite cualquier intento irresponsable de agrupamiento generacional.

Reconozco haber estado tentado de abrir preguntas acerca del título del libro que nos convoca al inicio de esta reseña, pero estimé más revelador hacerlo con varios de sus aspectos ya esclarecidos. Precisamente, a pesar de que aparentemente no existe un vínculo aglutinador entre los jóvenes poetas del 2000, un lector diligente se sorprenderá ante la propuesta de Gavilán que encierra la nomenclatura del título. La Deriva de que habla el autor es un lugar ficcional pero escrito con la mayúscula que amerita su nombre propio. A ese lugar pertenecen, en el desamparo de una ciudadanía a la intemperie, no sólo los sujetos que hablan en los trabajos poéticos del siglo XXI sino todos aquellos que pasan por el cedazo crítico de Ismael Gavilán en este elocuente ensayo. Si, según el Diccionario de la RAE, “estar a la deriva” implica transitar sin dirección o propósito fijo y a merced de las circunstancias, la intención de Gavilán es demostrar al lector que los sujetos descritos en esta antología de 17 poetas chilenos contemporáneos “se inscriben” en esa precaria deriva (palabra que se transforma en obsesión si prestamos debida atención a los puntos de inflexión de la producción literaria de Ismael Gavilán, principalmente ensayística).

Con esta hipótesis de lectura entramos a la cuarta y última sección del libro reseñado que nos brinda una lúcida reflexión del género antología como método de trabajo literario. Dentro de las dos categorías de antologías regionales que Gavilán describe, la suya no pretende, precisamente, ser representativa de la ciudad, zona o región del país en que han sido publicadas, sino que ambiciona ser comprendida “en su afán recopilatorio y organizativo, como una lectura de la totalidad nacional desde una perspectiva que de modo consciente o azaroso se articula a manera de descentralización, periferia o provincia frente a la capital o centro, queriendo instaurarse como una opción válida de comprensión general del fenómeno poético y no como un mero rastreo o clarificación de un lugar o zona determinada del país”.

Se trata, en conclusión, de una ambiciosa, novedosa y legítima pretensión de corte posmoderno, en el sentido más lato y consensuado del término, que aspira diluir el monopolio de los significados poéticos, mediante el instrumento crítico de las antologías regionales, para repartirlos en un escenario que no represente la fragmentación en paralelismos que se disputan por el poder de la palabra, sino que contemple todas las lecturas necesarias para una omnicomprensión (siempre provisional) de la realidad.



 

 

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