Poemas de aniversario
"Centenario", Sergio Rodríguez Saavedra. Ediciones Santiago Inédito, Santiago, 2011. 32 páginas.
Por Roberto Onell
Revista de Libros de El Mercurio. Domingo 24 de febrero de 2013
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Sergio Rodríguez Saavedra (Santiago, 1963), poeta y profesor de Estado, viene publicando poemarios con cierta regularidad ( Suscrito en la niebla, 1995; Ciudad poniente, 2000-2002; Memorial del confín de la tierra, 2003; Tractatus y mariposa, 2006; Militancia personal, 2008), aparte de diversas compilaciones de poesía. Ha sido premiado varias veces en Chile. La suya no es la escritura avasalladora, sino más bien, como la memoria a la cual refiere casi siempre, urgente y morosa, en síntesis, de tono pausado y continuo. Centenario lo confirma.
La portada de Alex Chellew, que dinamiza los colores de la bandera chilena y una figura humana en medio, marca la pauta del aniversario mentado. Centenario discurre mayormente en versos de diferentes extensiones. Por ejemplo: "siempre habrá un viernes por la noche/ para tus huesos en el bar. siempre habrá luz/ reflejando al ser que habita el dominio de la pérdida/ siempre el hueso seguirá en su luz/ la eterna lucha entre ser y estar. pues todos/ caminamos hacia el hombre que nos dejó solos/ [...] siempre llevarás la fractura de la noche en tu hueso/ bien sabes que toda luz volverá a ser sombra: eres/ el portador del regreso". O: "me levanto para hacer el día. luego dejo que lo perdido/ camine en su vientre [...] gestos/ al borde de devolver la costilla al paraíso y regresar/ sin mirar atrás. me levanto para hacer el día. y son tantos". Y: "pequeño es el mundo para el destino. y ciertamente/ el pasado limita más allá del polvo./ esto lo aprendimos sin mirar atrás [...]/ pequeño es el mundo/ y nuestros pasos. sí. menos que una semilla". Histórica y mítica, coloquial y solemne, la memoria no es deber sino deseo de mayor humanización, y los versos se alargan y acortan como tentativas de su hallazgo.
Por eso, por el humano acto de nombrar, también los vocablos son evaluados: "Sólo dos palabras se oponen de verdad a Dios:/ homo sapiens, lo demás es literatura [...]". Dialéctica de inmanencia y trascendencia, el arte poética se empapa de signos muy vitales: "sólo la lluvia abre los párpados de la niebla (un clavo/ saca otro clavo). alguien me nombra a cierta distancia/ debe ser un gozne oxidado dices. no he cesado de caminar/ por la memoria toda la tarde [...] golpeando la puerta conocida/ abrí con el corazón en la boca. estaba/ como siempre me amaron: mojado y con este poema/ estilando entre los dedos". La poesía es don que se recibe, incluso en la ejecución del poema.
El ritmo de prosa, al final del libro, es el consecuente rebase del tono conversacional de los versos: "Mi amor se muere bajo la lluvia, en verdad te digo Susana, no son los ánimos ni la espalda, [es] todo lo que tengo sobre esta tierra de amor, todo mi Chile de amor en tu nombre Susana, bajo la lluvia, muriéndose". Rulfo y Zurita, audibles, catalizados coralmente, como antes Teillier, alimentan el vínculo entre estética y ética. O entre amor y justicia: "Qué ves en mis ojos, pregunté [...] Veo a nadie, veo a alguno, el trozo de tierra siempre en venta, el paso de un niño demasiado atento a la noche [...] pero a ti, y te lo digo con tristeza, ya no te alcanzo a ver" [sic].
Centenario, de Sergio Rodríguez Saavedra, nutre el extenso linaje poético que examina el país: costumbres, dolores, posibilidades. Poemas sin títulos, pocas mayúsculas y único asunto individual y colectivo, todo converge en la anónima comunidad del ser nacional, para mostrar lo cíclico de sus realidades. Épica despedazada, en sordina, la gesta de construir un país y vivirlo con sentido da paso a la elegía animada por la dignidad pendiente. La portada lo avisó: el doliente ser humano se quiere al centro del emblema, auténtico fin de toda gestión social.