Año Bi. Si.Esto
Silvia Rodríguez Bravo.
Mosquito Editores, 2012
Por Guillermo Fernández Guajardo
Filósofo y Poeta
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¿Quién puede decir de qué trata un libro de poesía?
Pregunta que nos pone en alerta y nos obliga a intentar una estrategia para enfrentar un mundo de palabras, otra opción es bajar los brazos y dejar que ellas hagan su cometido: nos acaricien como pétalos o hundan su estocada de un abismo que llama al abismo, abissus invocat abissum, en el eros y thánatos, en lo sexual y la muerte, caras de una misma moneda; es decir que nos hieran con y sin salida de bala nuestro cuerpo. Todas estas cosas nos pueden suceder con este libro de Silvia Rodríguez Bravo, pero esto no es nuevo, pues ha dejado antecedentes en libros anteriores como en Profeta de bares, publicado en el 2002, también editado por mosquito. Ahí, Silvia Rodríguez Bravo, nos advierte, o más bien se nos presenta:
La profeta es un pequeño demonio. Es una más de este mundo, no es dueña de la verdad pero la busca constantemente dentro de sí misma. El destino a veces duele pero sonríe, mantiene esperanzas y divulga a diario el sueño que la alimenta.
Camina buscando castillos donde vivir la eternidad de un día o la eternidad que le queda. Camina escribiendo bajo el humo de sus cigarros el mundo que imagina, en el que vive y en el que espera morir después de un punto aparte.
Esta presentación que realiza la poeta de sí misma y del oficio que abraza, es como lanzar una botella al mar. Ese acto me recuerda un poema de Jorge Teillier, que justamente se llama “Botella al mar”:
Y tú quieres oír, tú quieres entender. Y yo
te digo: olvida lo que oyes, lees o escribes.
Lo que escribo no es para ti, ni para mí, ni
para los iniciados. Es para la niña que nadie
saca a bailar, es para los hermanos que
afrontan la borrachera y a quienes desdeñan
los que se creen santos, profetas o poderosos.
Que los textos llamen a otros textos es una función del lenguaje que extiende puentes entre las experiencias y nos revela una comunidad poética que traspasa el tiempo y une los lugares. Recordemos que la provincia es el lugar de escenificación en la poesía de Teillier y también lo es en la poesía de Año Bi.Si.Esto de Silvia Rodríguez Bravo. Un año en la provincia, pero no cualquier año sino un año Bi.Si.Esto, un año que se nos presenta cada cuatro años o tal vez sea un año detenido en cuatro años, pero esto nos lleva a una interrogante cuya respuesta el lector tendrá que descifrar, pues a pesar de ser una poesía directa y sin reservas, posee también el mensaje cifrado de los profetas que se resguarda en la metáfora como inscripción simbólica. Es el juego de máscaras que tiene como telón de fondo a la provincia del Maule, la ciudad de Talca y su ambivalente paisaje, entre el amor del hogar perdido en la infancia, como el siguiente poema:
Siempre en luna llena
recuerdo:
el tañido de una campana
anunciando el recreo;
las visitas del viejo pascuero
el cuaderno de copia
el aroma del carbón encendido…
La provincia de la infancia, el refugio, el hogar mítico al cual se quiere regresar. Este poema de la última parte de este libro, del Invierno, revela un carácter de poesía intimista, pero que preferiría denominar, siguiendo a Cortázar, como ceremonias de interior. Ceremonias de interior a las cuales la poeta nos hace asistir, después de haber atravesados otras estaciones en sus distintas tonalidades, el verde de la Primavera, por ejemplo como en “Aquí ovillada frente a la tarde”:
El verde ruido de los árboles
Me despierta y me renuevo
Y me abro pétalo de rosa
Besando el día.
Las estaciones dan cuerpo a este año bisiesto, y el cuerpo de la poeta sufre su metamorfosis, entrando a una etapa más sensitiva, más animal en Verano:
No
No soy
PERRA
No
No soy
LOBA
Soy
Zorra
buscando emociones
una zorra buscando algo que
roer
buscando al macho de la jauría
para copular en un acto cívico
mientras todos entonan
la canción nacional.
Esta transformación se enfrenta a lo cívico, la provincia y la nación no ven con buenos ojos a esta ZORRA, entonces choca y se recuerda que debe despertar, salir de lo inconsciente y se dice:
Qué pena Silvia. Qué pena.
Despierta. Tu vivir en Chile país tercer mundo.
Tu vivir en provincia atrasada, costumbrista.
Entiende provinciana.
No perteneces a nada.
Si no estás en la capital no existes.
Al impulso erótico del verano le sigue la presencia y presentimiento de la muerte, el Otoño, pero esta experiencia también pertenece a la memoria, a lo conocido a pesar de la incógnita con que marca nuestros rostros.
He muerto tanta veces
pero esta noche no quiero morir.
Miro en voz baja el original de mi boca
busco urgente la médula de mi sangre
antes que la noche avance
con su aroma de viña oscura
y me levanto
y arrastro mi cadáver
sobre otros cadáveres…
Y en otro:
He de morir de cosas ausentes
de un exceso de silencio
de lluvias petrificadas
de una enfermedad
de un accidente.
Sin duda que la poesía es un modo de conocimiento, de develación, la comprensión de la máscara, de la persona, poeta, mujer, zorra, pétalo, provinciana, serían miles, mejor dejemos que la poesía lo diga:
EN UNA mirada
conocí la SOLEDAD
de las MIL MUJERES
que me HABITAN.
La interrogante que permite volver, una y otra vez sobre este poemario para leer las huellas dejadas en las estaciones y del cual nuestra profeta-poeta nos entrega un diario de año bi.si esto.
A este libro se puede entrar por cualquiera de las cuatro estaciones, en verdad son cuatro vidas, yo he preferido comenzar por el invierno, por sus largas noches, la oscuridad, todas reunidas en una “ceremonia de interior”.