ZAPALLOS
Clavamos estacas de coligüe
para tirar lienzas.
La huerta a fines del verano
se pone silvestre
se enredan los porotos al hinojo
el zapallo aún da flor
a muchos metros de la raíz
sube la correhuela
por los tallos secos del choclo.
La radio anuncia
la muerte del general.
Seguimos en silencio
enderezando los tomates.
El viento a fines de verano
anuncia la madurez de la semilla
y el zapallo sigue dando flores
a mucha distancia de la raíz.
Con este poema Felipe Moncada Mijic, nacido en Quellón el año 1973, abre “Ofrendas al viento y su óxido” (Editorial Aparte, Arica, 2022) donde presenta una selección de sus libros escritos entre 2003 y 2018. Cada verso del poema “Zapallos” describe los interminables cuidados que necesitan las plantas habidas en la huerta y mientras clavan estacas, la apacible faena y el texto se ven interrumpidos por “La radio anuncia / la muerte del general” un hecho histórico trascendental que vuelve a marcar la historia de Chile, sin embargo, los trabajadores continúan con sus labores, porque están conscientes que la vida sigue y nada puede alterar el proceso de maduración de la semilla.
Luego los textos comienzan a sucederse en oleadas quietas que, mediante versos y prosa poética, Moncada continúa describiendo la abundante vegetación del paisaje. Continúa nombrando animales, aves, insectos. Continúa hablando sobre los diversos momentos de la naturaleza y de la existencia humana dispersa, entre cordillera y océano.
Este andar poético no está exento de crítica social, en este caso el hablante, con prosa certera arremete contra los grupos de poder para que abandonen su zona de confort y sean sensibles a problemas de quienes, a pesar de no tener recursos económicos, poseen intuición para vislumbrar una posible catástrofe natural:
“ADMINISTRADOR de todas las aguas, gerente del trueno, inversionista principal de la crecida de los canales. Considera que una mediagua de pino resiste frágilmente las embestidas de tu cólera. Ten en cuenta que una familia reza para que no se desmorone su ladera, ni se produzca el aluvión, ni reviente la basura de las quebradas. Préstale oreja a una madre que aguza el oído por si viene el crujido del derrumbe, tú que a esta hora echas otro palo a la chimenea, volcando una copa de vino sobre títulos de dominio. Échale una mano a esa frontera donde no llega el bono de invierno ni el plan urbano. De ti hablan en medio del barro”.
En “Ofrendas al viento y su óxido”, publicado el año 2022, nos encontramos con un arcoíris de ruralidad, con seres ya sea rurales o citadinos, donde cada quien respira su propia existencia transcurrida entre el silencio del campo o el aire viciado del asfalto. La palabra poética de Moncada, no modifica la realidad, no entrega compasión ni exaltación de los sucesos, solo habla en voz baja de todo el universo que emerge bajo la quietud de las piedras, del inmortal espectáculo de la lluvia, de los senderos y ríos por donde pasan los arrieros. Con la lentitud propia de todo observador minucioso, de la mágica ruralidad pasa a la urbe donde un escaparate llama su atención:
“VEO UN BOSQUE HD en el plasma de una multitienda. Grandes galpones con mercadería libre de impuestos, conteiners con tecnología de última generación. Veo una montaña. Montaña impresa en el logo de una chaqueta deportiva, montaña de basura industrial. Veo una laguna. Laguna color turquesa en medio de la nieve. Laguna de relave color ácido en medio de una tierra amarilla. Veo glaciares. Glaciares quebrándose en los ventisqueros de altura, alimentando caudales de todos los verdes. Glaciares rotos a dinamita. Veo el desierto en la pantalla plana, full color. Toda la programación de ahora en adelante es desierto”.
Después de hacer otros recorridos centra su atención en los movimientos de quienes atienden las mesas de un bar:
“LAS MESERAS DEL METRO UNIÓN
I
Ese gesto
del cerrar las puertas del cooler
con el reverso de la pierna, o ese apoyar el codo en la barra
con la falda torcida a la cadera, enciende
a los bebedores del restobar
con un glamour de viejo ferrocarril
y baño de neón verde.
Un aire pálido envuelve a la mesera
y frota una rodilla contra otra
lo que parece ansiedad en la idea del cliente
pero que es frío o picazón, pues
sus piernas son el espíritu del local,
el horizonte de los taxistas trasnochados
y de los comerciantes que transan con odio
la venta del alma de las cervezas.
El viento enreda papeles en un callejón
cuando la mesera
abandona el local, sin aire de jazz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ni en taxi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . a pie
escoltada por un galán callejero
y luego sola
porque el tiempo se ha detenido en la calle
y sus tacos son el tic tac
mientras un llanto de niño
se echa a volar de alguna ventana sin luz.
II
Delgada a los diecinueve.
Raptada desde su jardín
y puesta a servir shop y frituras,
a limpiar la grasa de las máquinas,
hasta que brille, hasta que aparezca
el príncipe de las propinas.
III
El otro gesto,
ese de limpiar el cerámico del muro,
concentrada,
como si de su labor dependiera
la llegada puntual del mes de abril
y su cataclismo de oro.
“Ofrendas al viento y su óxido”, a través de sus 197 páginas nos muestra una geografía escritural donde el más mínimo gesto de la naturaleza con sus elementos, y de la ciudad con sus habitantes, es captado y verbalizado con tal precisión por Felipe Moncada Mijic, que mientras lo leemos nos parece estar viendo una fotografía.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com “OFRENDAS AL VIENTO Y SU ÓXIDO” de Felipe Moncada Mijic.
(Editorial Aparte, Arica, 2022)
Por Silvia Rodríguez Bravo
