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Entre el Netflix y escribir cada mañana
Entrevista a Leonardo Padura
Por Sergio Rodríguez Saavedra
Publicado en Vallejo & Co. (Perú)
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Admirado entre un pequeño grupo de lectores -casi todos amantes de la novela policial primero, y que regaban el secreto de este autor que había creado un mundo policial lleno de la personalidad extrema de la Cuba habanera- ya luego un autor de culto fichado por Alfaguara, y finalmente aclamado por esa obra monumental que relata el asesinato de Trotsky a través de la confrontación de las vidas entre éste y su asesino, claro, mediados por escritor perdido en la desilusión castrista, como fue El hombre que amaba los perros, Leonardo Padura, Premio Reina Sofía 2015, nos habla desde el barrio de Mantilla, lugar insustituible en su vida, sobre el actual momento y la repercusión de su obra.
— Sergio Rodríguez Saavedra [SRS]: Leonardo, vienes de la práctica del periodismo, de hecho, publicaste en El viaje más largo crónica, y trabajaste en El Caimán Barbudo, Juventud Rebelde y La Gaceta, cómo hiciste la transición hacia la novela y cuál fue la causa.
— Leonardo Padura [LP]: En realidad no hubo transición, solo convivencia, una relación creativa y laboral que inicié a finales de los años 1970 y que mantengo hasta hoy. Soy periodista y escritor. Hay asuntos que se resuelven con el lenguaje y los medios del periodismo y otros que necesitan de la ficción, sea cuento o novela. Cuando comencé a trabajar profesionalmente como periodista, también empecé a escribir de manera más consciente de qué quería y pretendía decir. Solo que, como suele ocurrir, maduré más rápido como periodista, a pesar de no haber estudiado nunca periodismo, y necesité más tiempo para formarme como novelista. Y en ese proceso el ejercicio periodístico que hice durante los años 80 fue muy provechoso y, gracias a él, catalicé mi desarrollo como novelista.
— Qué piensas de las afirmaciones, a partir de textos de Bolaño, como La parte de los crímenes en 2666, o El camino de ida del reciente fallecido Ricardo Piglia, por nombrar algunas, que demuestran la vigencia y triunfo de la llamada novela negra.
— La novela negra o policial tiene un espacio editorial y cultural muy merecido y garantizado desde hace más de un siglo. En ese tiempo ha cumplido etapas de desarrollo, ha evolucionado y hoy tiene, gracias a una evolución hacia la novela social y una ganancia en sus valores estéticos, un prestigio que durante años se le negó. En la novela negra hay buenos y malos escritores, igual que en cualquier otra modalidad narrativa. Y muchas veces los malos tienen más éxito comercial y con eso devalúan el producto: igual que en cualquier otra modalidad narrativa. Por fortuna, en lengua española hoy existe un desarrollo muy notable de la novela negra, en calidad y en propuestas sociales, en valores estéticos y en presencia en el mercado.
— ¿Y este momento superaría a al llamado boom de la literatura latinoamericana?
— No lo sé. ¿Quién es mejor: Pelé, Maradona, Messi? Imposible decirlo. Cada uno es hijo de su momento y circunstancia. Si es imposible en el deporte, sería un desatino comparar en calidades los distintos momentos del desarrollo de la cultura. Digo yo.
— En Adiós Hemingway, éste mismo dice que debe hacerse de una vida para hacerse de una escritura, sin embargo, tanto esta obra como El hombre que amaba los perros parecen nutrirse específicamente de las notas biográficas, más que de una experiencia propia. En este sentido, y lo pregunto porque dices, además, que en Adiós Hemingway más que nunca está tu propia voz, si el autor debe ser un animal de acción o un ratón de bibliotecas.
— Todo depende del autor. Algunos, como yo, observamos la vida. Mi vida es mi escritura. Otros viven sus experiencias, y ahí están Hemingway, Lowry, Miller, Bukowski… No hay reglas. Y a partir de esas experiencias como defines esta ficción tan cercana a lo biográfico, como ocurre en El hombre que amaba los perros. Como una novela que acude a la historia y a la vida de determinados personajes para clarificar el presente. Al menos para clarificármelo a mí.
— ¿Y de la realidad cubana que has tomado?
— Todo lo que me ha ofrecido y he necesitado en función de lo que quiero expresar en mis escritos. A nivel de hechos, historia, lenguaje, personalices, cultura, modos de vivir y de pensar. Soy un cronista y me nutro de todo lo que me pase cerca: bueno y malo.
— ¿Y si pudieras hacer realidad la ficción, qué te gustaría cambiar de esta Cuba que sigues compartiendo en tus obras con todo el mundo?
— Nunca he sido capaz de escribir ciencia ficción. Todo lo contrario: me voy al pasado para entender el presente. Y no pretendo escribir la Biblia o algo así, un libro que cambie al mundo. Soy mucho más modesto.
— Sabemos, por tus declaraciones, que si has llegado a ser un escritor reconocido es fruto del propio trabajo, ahora Netflix exhibe Cuatro estaciones en La Habana, basada en la tetralogía donde Mario Conde investigará distintos casos en cada temporada, en la cual, junto a tu mujer -Lucía López Coll- hicieron los guiones, cuéntanos cómo llegaron a esta producción y qué sensación te dejó la experiencia.
— La historia es larga y la he contado varias veces. Tan larga como casi cualquier intento de hacer cine. Fueron años de tanteos, conversaciones, proyectos frustrados, hasta que se dio la posibilidad de hacer la serie. Y la hicimos. Con producción española, rodada en Cuba. Y, contra mi primera voluntad, con guiones míos y de mi esposa Lucía. Y la sensación sigue siendo de extrañamiento: he visto una sola vez las películas y me sentí extraño ante ellas, porque son otra cosa, tienen que ser otra cosa para que funcione como cine y no como literatura.
— Para terminar, ¿qué disfruta Leonardo Padura?
— El silencio, porque vivo en el país de los ruidos; la compañía de los amigos y una botella de vino; ver películas en la noche junto a Lucía. Y escribir cada mañana.