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CAPITULO DE
HONOR
¿Quién es Stella Díaz Varín?
En Arte Viva Nº1, abril de
1998
Nació en La
Serena, el 11 de agosto de 1926. Ella dice que nació “Cerquita del
treinta”, como podemos leer en la solapa de
su libro “Los Dones previsibles”, editado por Cuarto Propio. Un
ejemplar tan hermoso como su poesía y su sensual fotografía, que
devela a Stella Díaz Varín en toda su dimensión:
Mujer-poesía-ella misma.
Es Enrique Lihn quien la descubre en
su grandeza, cito de su prólogo: “Stella Díaz Varín, no bien
reconocida la necesidad de tener una voz propia y resonante y, en
ella, “la razón de mi ser”, intentó diferenciarla con una violencia
específica e hizo de ella una leyenda turbulenta... La voz, que quizás
se hace oír en versos largos y acumulativos, es imperiosa,
arbitraria... Así pues Stella era, es, una tenebrosa cantante
desconsolada y también frenética, orgullosa de sus imágenes y
negligente en relación al sentido de su canto”. Así habló Lihn en 1988
de esta mujer que conocemos, podría decirse, sin conocerla
realmente.
¿Quién es ella? “Desde niña sus poemas y pequeños
artículos se publicaban en diarios locales (La Serena).
Aún
adolescente viaja a Santiago a emprender estudios de medicina y algún
día podría escudriñar en el cerebro, los sueños del hombre, meta tan
deseada y que no se cumplió. Los diarios “El Siglo” y “El Extra”
acogieron sus primeras colaboraciones y luego: “La Opinión” en cuya
página de redacción escribía su columna sobre lo vivido- visto o lo
vivido-imaginado.
Cuando las linotipias del histórico diario
dejaron de trepidar prosiguió su labor en el diario “La Hora” donde a
raíz de un artículo sobre la corta de los árboles de La Alameda,
ordenada por el Alcalde de turno, fue despedida. Corría el año 1949.
Sus amigos poetas no dejaban de animarla para que publicara su primer
libro. En realidad era una hazaña, más el quehacer por sobrevivir
dificultaban la realización. Fue don Domingo Morales Ramos un
visionario editor impresor, un verdadero mecenas de los poetas jóvenes
de entonces. Sus ediciones cuidadosamente impresas en papel pluma,
cosidas a mano, iluminadas de bellos caracteres cumplieron el sueño
poético de casi una generación”.
“La luz es cosmopolita, dijo
mi proveedor y vertió su vino sobre mi falda azul. Pero era tarde,
como suele ser cada vez que alguien trata de comprender su
pensamiento. Así fue cómo mi falda quedó azul de un tono mayor
apagado”. Con esta visión fosforescente, surrealista, inicia su propio
prólogo Stella Díaz Varín, en su obra “Tiempo, medida imaginaria”. Es
todo un valor en la extensión de la palabra en nuestra poesía, su
creación emerge con contornos definitorios, de un crisol de angustias,
pasiones y sueños, elementos que se enraízan a una realidad objetiva.
Domina su ser poético y su misiva es culminante y audaz y es posible
escucharle: “Enhebro agujas / para que las viudas jóvenes/ cierren los
ojos de sus maridos, / y desperdicio minutos, atisbando / a la entrada
de una flor de espliego / de una simple abeja, / para separarla en
dos, / y verla desplazarse: la cabeza hacia el sur / y el abdomen
hacia la cordillera”.
No necesitamos enfatizar, por cuanto la
poesía de Stella es una consistencia lírica fácilmente identificable,
trasunta la vocación cabalmente materializada.
Con motivo de su
viaje a Cuba, invitada por el Ministerio de la Cultura, presentó, en
la Casa de Las Américas, un ensayo sobre la poesía chilena desde 1898
hasta la poesía joven actual. En esa oportunidad le rindieron un
homenaje al entregarle una edición de sus poesías recopiladas en una
Antología y en la contratapa se lee lo siguiente: “Integrante de la
generación de escritores chilenos que comenzó a hacer literatura
poética alrededor de los años cincuenta, Stella Díaz Varín es
considerada una voz singular y trascendente en el devenir de las
letras de su país.
Una poesía de autodefinición, de canto y
reconocimiento a la condición femenina como fuente hacedora de la vida
recorre toda su producción, así como la reflexión en torno al paso de
los años y su incidencia en la mujer-poeta-amante-madre. Riqueza y
mesura en las imágenes y tono coloquial también resultan atributos de
los poemas recogidos aquí y que constituyen una selección de cada uno
de sus libros publicados.’’
Sus
Obras:
Razón de mi ser, 1949. Edición de 1000 ejemplares, se
agotó ante de tres meses. La crítica reconoció su valor. Sinfonía
del hombre fósil, 1953, autoeditado. Tiempo, medida imaginaria,
1959, editado por el “Grupo Fuego de la Poesía ”. Los dones
previsibles, 1992. Obtuvo el primer premio “Pedro de Oña”. Premio del
Consejo Nacional del Libro, 1993. La Arenera. Tríptico Testimonial.
Autoeditado. Crónicas y Fábulas,...; Por publicar. Antologada
profusamente en Chile y en el extranjero en todos los eventos poéticos
de importancia.
Hoy la tenemos aquí porque el corazón de la
escritora Thelma Muñoz y el de nosotros, vibra con la poesía y con la
riqueza del alma que posee Stella Díaz Varín. Es más, ella se lo
merece.
MUESTRA
POÉTICA
PROMESA
No te preocupes Querido niño
ávido Tendrás tu perro azul Te lo prometo Siempre que
lo fabriquen. Además Te prometo un puro tiempo para
lanzar anillos de por vida En la cercana sombra de los
parques.
ALBEDRÍO
Yo soy la
vigilia, Ustedes Son los hombres castigados, Los
labradores De gestos oblicuos Que al engendrar falsos
surcos La semilla huyó despavorida.
Ahora
respóndanme Con una mano enguantada A flor de
corazón. Cual es la fecha exacta Entre Aldebarán y
Andrómeda. El día en que los cuervos Cosechen lo
suyo Entre las más grandes estampidas De todos los
tiempos. Amen.
LA
PALABRA
...... Una sola
será mi lucha Y mi triunfo; Encontrar la palabra
escondida Aquella vez de nuestro pacto secreto A pocos
días de terminar la infancia.
Debes recordar Donde la
guardaste Debiste pronunciarla siquiera una vez... Ya la
habría encontrado Pero tienes razón ese era el pacto. Mira
como está mi casa, desarmada. Hoja por hoja mi casa, de pies
a cabeza. Y mi huerto, forado permanente Y mis libros como
mi huerto, Hojeado hasta el deshilache Sin dar con la
palabra. Se termina la búsqueda y el tiempo. Vencida y
condenada Por no hallar la palabra que escondiste.
VEN DE LA
LUZ, HIJO
Que te
ciegue la luz, hijo. Ven de la luz; Desde donde la pupila
sueña y vuelve atormentada, como un escombro vivo, como
especie de flor, como pájaro. Carbón de víscera
terrestre, así como víscera de árbol.
Deja que se
ensañe la luz, hijo, Desciende como los antiguos
ángeles, como los malos discípulos, ardiendo en su pasión,
desheredados. Así como las fieras, hijo.
Incomprendidas del río, intocadas absolutas,
tristes. Ese será el día -presentimiento que no
quise, tú sabes, los conoces- que tomaré la forma
deseada.
Ojo de
estiércol, húmedo; aprisionaré tu llama, tu superficie
extraceleste tu mirada de centro obscuro, tu trigal; la
tibia voluntad de tu piel me ayudará y seremos.
Nunca antes
pudimos. Yo era como esas pequeñas fuentes secas
. Desciende, hijo, de la luz; avizora el
espacio, avizora el horizonte. La curva que deja el
corazón de un muerto, la mano que se esconde, la mano que
nadie quiso acariciar.
Seremos. Tú y yo
venidos irremisiblemente; unidos como dos tallos jóvenes
aún; Queriendo apenas lo que no se nos dio. Amando lo
que la luz aconseja: el vértigo, la hondonada, el
silencio. el color de las piedras; tantas cosas simples y
distintas. Llegaremos a amar la contextura de Dios tan
difusa; tan perfecta como tus pequeños ídolos. La madera
de Dios tan bella y roja como el corazón de los
árboles. Tan bella y roja como el corazón del
veneno. Que te ciegue la luz, hijo. Que te
atormente. Ven de la luz, inúndate; Ten la luz y desmiente
la tiniebla. Ven, hijo, arrodíllate. Cree en los
amaneceres. En la luz son más bellos los ojos de
Dios.
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