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Presentación de «Lubricán» de Tamara Orellana Valdivieso
Editorial Libros del Amanecer, 2020. 56 págs.
Por Emilio Ramón
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Lubricán, el nuevo libro de Tamara Orellana Valdivieso, continúa en algunos aspectos con lo ofrecido en Lacrimal, su obra anterior, pero en muchos otros ámbitos se separa, llevando su poesía a nuevos rincones y experiencias de lectura.
A Lubricán se puede acceder desde distintos puntos. Una primera lectura ofrece una colección de poemas emparentados por una voz que nos sumerge en una intimidad a veces sensual, a veces romántica, pero siempre muy personal. No es casualidad que gran parte del libro utilice una actitud apostrófica, en donde la voz lírica interpela directamente a un otro, a un “tú”. Es una voz que invita, pero a la vez desafía. Una voz que nos habla de amor, de deseo, de lo que quiere, pero a la vez de lo que no quiere. El amor al que apela la voz lírica de Lubricán es un amor que busca la esencia, desvestirlo de todos sus vicios y superficialidades para llegar a él como sentido final del mismo acto de sentir amor. Dice el poema Artilugios contra el mal de amor:
No enalteceré un amor barato
Con las técnicas del barroco
En las que otrora fui experta,
No lo haré parecer fascinante
Mediante el artilugio de los claroscuros
-tienes que reconocerlo:
Fuera de su juego de luces y sombras
El rostro de Cupido es bastante vulgar.
Tal como en este poema, en varios pasajes de Lubricán la hablante establece una separación entre ese amor cubierto de inseguridades y posesión, con el otro amor, el que va más allá de los caprichos, del ego e incluso más allá de quién sea el destinatario del sentimiento. Es un amor que va más allá de la vida y de la muerte misma, como plantea el poema “La carta que no escribiré”:
Por cierto, nunca te respondí respecto
Al asunto de aquella noche:
No es que el amor sea cuestión de vida o muerte
Es que está más allá de la vida, de la muerte
Y del tiempo sucesivo.
Pero no solo de esto nos habla Lubricán. Por sus poemas también existe sensualidad (en todas las dimensiones de la palabra) y erotismo. La satisfacción y el placer físico como un elemento más en la búsqueda de llegar al centro de una experiencia amorosa que se emparenta incluso con lo sagrado.
Y aquí es donde quisiera abordar otro punto al cual acceder a la lectura de Lubricán. Tamara incorpora en su obra numerosas referencias a lo sagrado, a “los dioses”, haciendo una clara conexión con las culturas clásicas, pero desde un punto de vista distinto al habitual: el femenino. Por ejemplo, en el poema Ofrenda, donde ofrece una perfecta mezcla entre dos épocas o dos culturas. Dice el poema:
No necesitas confesarlo.
Yo sé.
Me buscas en tus libros,
Me llamas en tus canciones.
Mi más mínimo gesto,
No sabes cómo, se queda
Y te acompaña el resto del día.
Pero si lo quieres,
Tienes que pedirlo.
Nunca han concedido nada los dioses
A quien no se inclina.
Siguiendo en la línea de las culturas clásicas, en los poemas de este libro encontramos referencias a varios nombres de la mitología, por ejemplo, a las lamias y a Medusa, figuras femeninas poderosas, pero a la vez peligrosas, ligadas a lo monstruoso por situarse en la frontera entre lo humano y lo animal. Y su incorporación no es una simple referencia, sino que la lectura misma del poema adquiere una dimensión distinta al conocer y comprender a estas figuras. Por ejemplo, en el poema Medusa, que cruza a la hablante con la figura mitológica, capaz de convertir en piedra a quien la mirara los ojos. Dice el poema:
No es infundado este miedo:
Espoleados por tu furor
Se vuelven sierpes
Mis cabellos
Tanto temes
Acabar fulminado
Que para mirarme a los ojos
Necesitas un espejo.
Y no solo son figuras mitológicas femeninas las que pueblan estas páginas, sino también las reales e históricas, como la denominada Condesa Sangrienta y las referencias a las brujas. Por ejemplo, en el poema Belladona, cuando la hablante apela a su amante:
¿Tendré que ponerme belladona
En las pupilas, querido, para que entiendas?
¿Tendré que recurrir cada noche a la belladona
Para que me creas
Que no es una noche sino a ti
A quien quiero?
Vale decir que la belladona es una planta que en dosis bajas se ha utilizado a lo largo de la historia con diversos fines, uno de ellos cosmético, al dilatar las pupilas, pero siempre ha sido más asociada a sus efectos en dosis altas, cuando puede provocar alucinaciones y hasta la muerte. Es por eso que en el imaginario medieval se solía asociar a las pócimas que supuestamente preparaban las brujas, e incluso las escobas voladoras tienen relación con esta planta.
Hay también muchas menciones a personajes literarios o de otras disciplinas artísticas que son mencionados a modo de intertexto en los poemas de lubricán. Por ejemplo, La Muerta Enamorada de Gauttier, Ligeia de Edgar Allan Poe, o en el poema “Y a lo mejor…”, donde hace un juego notable entre un amante que ha perdido la cabeza y las parejas que menciona como ejemplo de vidas anteriores, parejas en las que literalmente los hombres han perdido la cabeza. Insisto, literalmente.
En fin, leer Lubricán accediendo a las múltiples referencias culturales, artísticas e históricas a las que se enlaza ofrece una experiencia de lectura distinta, probablemente más rica e ingeniosa. Pero, por supuesto que esto no es requisito excluyente, pues la poesía de Tamara Orellana Valdivieso descansa en varias capas de lectura y es, en primer lugar, su tono intimista el que nos atrapará y nos transportará a otro lugar, a un lugar similar al de calma que antecede a la tormenta. Solo que no hablamos aquí de una tormenta climática, sino de sensaciones y de imágenes, pero sobre todo de palabras que asumen una personalidad estilística única en los versos de Tamara.
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