“Yo actualmente soy el mejor escritor dominicano sin duda”
Entrevista a Washington Cucurto (que en su vida real se llama Santiago Vega) en el Café Británico,
San Telmo, Buenos Aires.
Por Timo Berger
1. Infancia y contacto inicial con la nueva oleada de la inmigración
- ¿Cómo pasó que te metiste en el mundo de la inmigración de los países limítrofes?
- Yo me crié en un barrio que se llama Barrio de los Pinos que queda en Berazategui en el sur de la Provincia Buenos Aires. En la época que yo nací, en la década de los años setenta, en el 73, empezó a llegar una de las oleadas más fuertes de gente de Paraguay y de Bolivia. Que ya estaban asentándose, ya estaban llegando. En los ochenta es más la inmigración de los países vecinos y en los noventa explota. Yo me crié en un barrio donde la mayoría de la gente eran paraguayos y bolivianos. Mi viejo es semialfabeto, por eso nunca pudo tener un buen laburo. Lo que sabe bien es el tema de los números, pero tiene problemas con las letras. Sabe contar, pero no leer mucho, escribir casi no sabe. Estaba trabajando en una fábrica de cerámica que se llamaba Ferrum que era una fábrica que había en los años sesenta, era argentina de céramicas, azulejos para los baños, indoros, piletas, todas esas partes. Esa fábrica quedaba en Avellaneda al costado del arroyo donde ahora está el Carrefour. Es un supermercado. Mi viejo laburó ahí a la noche. Lo que él hacia era volcaba una bolsa de PORLO, la volcaban en una máquinas que giraban, y no sé cuantos minutos tenía que volcar una. Tenia que quedarse toda la noche despierto volcando una bolsa. Ese era su trabajo. Cuando él salía de trabajar como a las cinco de la mañana. Mi hermano lo esperaba en la ruta, ya con un bolso lleno de vasos, repasadores y se iban a vender en la calle. A las cinco, seis de la mañana ya se iban a vender a los barrios populares. De toda la parte de Fiorito, donde nació Maradona, esa parte se llama Lomas de Zamora, Camino Negro, Puente Doce, Lanus, Wilde. Mi hermano trabajaba con él. Mi hermano es mucho más grande que yo, tiene quince años más que yo. Cuando yo nací, me llevaban con ellos para vender. Todos los clientes de ellos de esa parte eran inmigrantes. Yo ahí empecé a relacionarme con gente de Paraguay, de Bolivia, sobre todo. Ahi empezó mi contacto inicial con esa gente, me acuerdo, los bolivianos eran todos mecánicos o verduleros, me acuerdo bien claro, los paraguayos trabajaban en obras, en construcciones, gente muy trabajadora, muy buena, estoy hablando de los cinco años.
- Después también ibas conociendo lugares típicos de los inmigrantes, el conventillo y la bailanta...
- Eso fue de más grande. Eso fue por un compañero de supermercado, yo entré a trabajar, bueno, vine a la ciudad, laburando con mi viejo como vendedor, y después empecé a trabajar de lo que venía, primero vendí diarios a la mañana, después laburé en una panadería, repartir pan en bicicleta, y después pegué el laburo en el supermercado. Ya entrada la época menemista, a mi me agarró la juventud, digamos, a los diecisiete año empecé a trabajar en el supermercado, que era un explosión del supermercadismo, con esa nueva política económica, abrían muchos supermercados, contrataban las agencias de trabajo eventual, cuando empecé a trabajar en el supermercado, conocí un compañero, yo en la gondola de verduras, ahí conocí un compañero que reponía conmigo, eran gondolas grandes que había para reponer de a dos, la gondolas de las verduras, la gondolas de los livianos, la gondolas de los pesados, del caroso, caroso se decía a todos los frutos tropicales que tiene caroso adentro. Los livianos eran los morrones, la berenjena, los tomates. Los pesados eran la papa, la batata, el zapallo. Estaba dividido así. Y él siempre me hablaba que había una bailanta esta y aquella. Venía ya vestido de la bailanta a laburar a las cinco de la mañana.
- De dónde era?
- Él era de Salta. Y bueno, gran conocedor del ambiente popular. Él me hizo conocer todo. Depués empecé a salir con él, después conocí un amigo paraguayo que se llamaba Cicilio que era mucho de andar en la calle, era muy callejero, era increíble ese Cicilio. Ahí me metí. Así entro.
- Y el conventillo...?
- Yo entraba al trabajo a las seis y laburaba hasta las dos de la tarde. Yo, después a la tarde, salí a pasear. Y bueno, caminando la calle conozco una domenicana. Me hice amigo, fuimos a tomar algo y ahí me llevó a un conventillo donde ella vivía con todas sus amigas. Ahí yo me doy cuenta, recién de manera de la inmigracion, que cuando uno no se la chupa, no se da cuenta. Recién estaba empezando, recién estaba llegando. Y bueno yo tuve la suerte de encontrarme con esa mujer que me llevó al conventillo que era otro mundo. Yo ya había tenido ya un registro hace muchos años atrás. Yo iba a bailar a un lugar donde sólo iba gente grande a bailar, los miércoles. Fui ahí y conocí una mujer dominicana que se llamaba Eva. Era la primera vez que yo veí un dominicano, que tuve un registro así, te estoy hablando de hace mucho tiempo, en que todavía no había domicanos acá. Todo las partes del dominicanismo los trajo el uno a uno, la época menemista. Ahí conozco por primera vez a ella, una dominicana. Después no la volví a ver más, y tuve registro ese ahora. Ahí estaba bueno ir a bailar porque era una cosa muy sexual en el baile, viste. Y ibas directo a garchar, inmediatamente. Y yo tenía todo mi traje blanco preparado con mi corbata con flores, con mi camisa rosa. Yo tenía todo mi indumentaria para ese lugar. Quedaba frente a la plaza Once, se llamaba Tecnarconio. Ya no esta más. Ella me llevó a su conventillo... Se llamaba Irene... Yo había ya escrito Zelarayán.
2. Inicios literarios y el lenguaje de los inmigrantes
- ¿Cómo seguió tu escritura después de Zelarayán?
- Zelarayán es del 94. Después viene el barroco, mi cambio de lenguje ocurre con La máquina de hacer paraguayitas. Y ocurre por encontrarme con ese mundo de lenguaje cambiado. Entraba en un lugar, un conventillo muy alto con cinco pisos de alto llenas de piezas con todos dominicanas y peruanas, cuando ibas ahí, ibas al caribe. Había bachata, salsa y toda la comida de ellos. Ellas hablaban su lengua pero mezclada con la lengua argentina que acá aprendían. Más yo la primera vez que escuché hablar alguien “qué ofri, qué ofrí”, en lunfardo, que se usa al revés, antes se usaba, lo escucho en boca de una dominicana, era un negra hermosa, muy chiquitita, muy habladora era. Prostituta, ¡qué hermosa era! Y después bueno, todos los dichos de ellos, como “la chacha de mi bachata”, “dominicana del demonio”, “manañema” ...
- Todas esas cosas, las registraste ahí...
- Son cosas del habla. Ahí me di cuenta que había un lenguaje. La primera vez que escuché “yotibenco” es en boca de ella, no en boca de un argentino.
- Y ahí empezaste a escribir Cosa de Negros?
- Sí, al par de la máquina. En el año 95.
-Ya en el año 95? Y por qué tardaron tanto en publicarse esos libros?
- No es tan así, tuvieron publicados muchos años. La primera reseña que se escribe de Cosa de Negros, que una de las mejores, está en la internet, en sitio de la “idea fija”. Se llama “La cabeza de Quilmes” y es del año 95.
- Pero La máquina de hacer paraguyitas salió más tarde...
- Fines del año 99. Y sale porque ganó un premio. Sino quizás nunca hubiese sido publicado. A mí nunca me llamó una editorial a decirme: che... Estaba Interzona, pero eso después de no sé cuantos años...
- Por ejemplo en Cosa de negros llama la atención que vos tenés un personaje y todo el tiempo, en el texto está corriendo físicamente, y por otro lado su identidad está cambiando. En un momento es un malandro porteño, en un momento es un provinciano, en otro momento es un músico dominicano, ¿qué es la idea detrás de eso?
- Porque la gente siempre a uno lo confunde. Siempre al marginal o a la persona de otro lado lo confunde. A, vos sos peruanos, les dicen, che paraguayo. A los chaqueños muchas veces les dicen: che, paraguayos. O a los misoneros. Siempre uno nunca sabe de donde es el otro cuando uno lo va a agredir. Eso pasa mucho. Entonces este [personaje] es un poco tucumano, un poco dominicano, un poco paraguayo, un poco de todo según como la gente lo ve. Porque siempre la gente lo ve de manera despectiva. Si sos negro y comés mal y te portás mal, si hacés esas cosas, nunca va a ser argentino, sos paraguayo, peruano. Aparte es algo relacionado con el relato atolondrado realmente. Como diciendo en realidad no importa bien de dónde sea, sino de lo qué es. Eso sería la idea. Bueno, también está todo ese tema.
- Con tu escritura, tu lenguaje híbrido estás creando algo como un panlatinoamericanismo, un lenguaje que, p.j. en Noches vacías toma unos patrones linguísticos de México, de Chile, del interior, después el lenguaje caribeño que tenés en La máquina..., el lenguaje de la cumbia y al final hay un lenguaje muy tuyo, cucurtiano. Parece que el interés tuyo pasa más bien por el lado de trabajar el lenguaje que el argumento?
- Noches vacías ya era el colmo de ese lenguaje, llevarlo al límite. Ya lo había hecho en Zelarayán. Ya era otra vez lo rídiculo. Otra vez poner cosas, que ya lo mexicanismos ya son muy lejos, algo que inverósimil se torna. Sin embargo es creíble. Creo que debe ser un logro eso. Otra vez torcer un poco el lenguaje, correrlo mal, desclasificarlo, digo yo. Porque siempre esta la banda de hay que caracterizar las cosas, hay que caracterizar los personajes. Yo lo que hago los desclasifico. Y eso ocurre. Porque es un lenguaje desclasificable, no se puede clasificar. Quién habla así? Pero uno se pregunta cuando escucha hablar a un dominicano: quién habla así? Ni en Dominicana hablan así. Es la lengua siempre en permanente movimiento. Siempre moviéndose, corriéndose, la oralidad, lo mío viene mucho de la oralidad. Básicamente es eso, todo oral.
- Cómo ves la imágen de la argentina a partir de la inmigración? Vos dijiste que hay mucha discriminación hacía las últimas olas de inmigración – pero pensás que la sociedad no aprende, porque en realidad la sociedad argentina misma está construida por inmigrantes?
- No, porque antes el inmigrantes que venía se hacía un lugar. Ellos hacían la patria. Es muy distinto ahora. Ahora está todo hecho. Antes venían ellos y eran dueños, se hacían propietarios. Ahora vienen ellos, y ya están los dueños. Entonces es un inmigración que nadie quiere. Hay inmigración y inmigración. Es inmigración que se hizo acá es una inmigración fundadora y al final es un inmigración patrona. Son más dueños, más patrones que los mismos criollos que hay acá. Porque ellos vienen de la guerra, vienen del hambre, entonces cuando venían acá y vieron la plata dulce, la cuidaban. Mandaron al hijo al colgio, abrían su almacén, su dispensa. Y el criollo como siempre gastando la plata despilfarrandola no tuvo nada. Y después tenés una inmigración muerta de hambre... Para mí es esa inmigración la que sirve, la que me interesa. Porque van llevando las cosas de su patria a otro lado y nunca terminan de arraigarse en un lugar. No como los tanos, los gallegos que ya son parte, ya son argentinos, su patria está acá. En cambio ellos no, están siempre en movimiento. Y van trasportando las culturas, yo aprendí comer platanos con ellos, cocinar el arroz distinto con ellos. Su patria los expulsa, es muy triste. No hay como esa inmigración que ha ocurrido por el capitalismo, por el neoliberalismo.
3. Realismo e inmaginación
- Hay dos puntos, que quiero mencionarte: en tus relatos como Cosa de Negros y Noches vacías hay todo un trabajo sobre lo verosímil y lo inverosímil, la realidad y la ficción, o sea, vos narrás un acontecimiento y un par de páginas más adelante parece como si no hubiera pasado o que fuera hecho por otro, no por el narrador. Hay como todo el tiempo un rechazo al realismo...
- Yo siempre aposté al tema de la imaginación. No rescatar algo tal cual es, sino recrearlo, reinventarlo, a darle la fantasía de uno, lo que uno piensa, uno siente. No soy un escritor realista, indudablemente. Para nada. Bueno, también es un especie de realismo. La realidad es como uno la mira. Entonces es mi realidad. Y hacer algo dejar que se mueva, que se cambie, que no sea como se dijo, es como las conversaciones, viste? En un momento decís esto y a los diez minutos ya estás con otra cosa. Y también quitarle peso a la literatura, peso y contenido, rigor, y todo eso. Como no tengo capacidad para todo eso, entonces siempre me paré de la otra vereda. Porque siempre defendí, digamos, mi capacidad. Que los que saben escribir que defiendan su capacidad y que escriban bien. Y nosotros que no sabemos escribir, también tenemos que defender nuestra capacidad. Porque sino, nunca se construye nada. Si no hay cosas variadas. Y el tema ese de los dominicanos, yo siempre quería trabajar con esos pesonajes, quería contar ese mundo, yo me sentí identificado, pero aparte yo quería hacer una literatura – siempre fui consciente de eso – desde adentro, pero para afuera, no? No desde adentro para adentro, como siempre ocurrió con todos los escritores argentinos. Esto es de adentro, pero para afuera. Y los personajes son todos de afuera. Es un momento determinado de la historia argentina contado por gente de otro lado.
- Y a la vez, estás dibujando una Argentina que se parece al caribe. Como enfrentándose al relato de "esto es una nación europea, de la alta cultura, de la música clásica, del tango sofisticado...
- Porque la Argentina de hoy se parece mucho a la América morocha como Salta, Bolivia, digamos que Buenos Aires es cosmopolita, pero yo la hice caribeña, no la hice europea, ni polaca, ni italiana, ni española, dominicana, un poco paraguaya y peruana y al final no es nada. Es algo como distinto, algo nuevo en un punto.
- ¿También lo nuevo, como decís, llega a romper con las costumbres de lectura, y se crean zonas difíciles de entender, hay siempre esos juegos de palabras...
- Mi escritura está ligado con la música... Igual yo siempre pensé que tiene que ver mucho el orígen. Por ejemplo Gabriela [Bejerman] es un muy buena escritora o Fernanda [Laguna] o Cecilia [Pavón], son buenas escritoras, de algún modo están relacionados conmigo, estamos relacionados con lo que escribimos, en un punto se toca. Pero yo siempre sentí lo que yo tenía para contar era más, tenía más tema para contar, por mi orígen, por mi condición. Yo siempre siento que tuve un gran tema para escribir, pero no lo puedo escribir nunca. El tema de que estamos hablando, de la inmigración, el mundo que me tocó vivir, yo creo que eso hubiera sido la novela de este siglo, porque lo que pasa acá está pasando en muchos lados, en España mismo. Cualquier español podría escribir de dominicanos y argentinos, porque hay muchos. Yo siempre tuve un tema grande, yo siempre tuve un mundo ahí, un mundo sino lo contaba yo, se moría. Iba estar perdido, iba estar olvidado, porque nadie contaba. En eso fui un privilegiado, en encontrarme con ese mundo. De haber tenido el padre que tuve, que me llevó a todos esos lugares. Siempre tuve esa sensación. Ellas, no sé si tienen tema. Pero yo tuve un tema pesado, tuve un tema que se hace una vez en la vida, era material lo que hice desarrollar de alguna manera, buscando una estética, no pude, no dio el cuero, pero era un gran tema y sin duda es un gran tema.
- Lo vas siguiendo entonces al tema... Después está la irrupción de la cumbia en tu escritura, el baile como el lugar donde se derriten las fronteras, los límites entre como vos decís paraguayo, peruanos, hasta argentinos, porque en baile se llega a como una unión de los cuerpos...
- Sí, ahí se acaba todo. Esos recuerdos que viví cuando era jóven. Todo eso sería de La máquina de hacer paraguayitas. Pero lo escribí posteriormente como un recuerdo. Igual yo todavía tengo tema, pero, bueno, ya... ahora solamente puedo escribir cosas relacionadas con pavaditas, cosas pequeñas...
4. Construcción del personaje de Washington Cucurto
- Vos, para escribir y publicar, te construiste un personaje... Cuando y porqué empezó eso de esconderse bajo un pseudonimo y asumir también publicamente ese personaje falso?
- No lo construí, lo construyeron los demás. Me decían Cucurto. Yo lo adopté. Y empecé como la burla de volverla. Te gastan siempre cuando sos el más boludo del grupo, el más chico. Empezó con los del Diego, con la editorial de Daniel Durand.
- ¿Cuando firmaste la primera vez con Cucurto?
- Bueno ellos lo hicieron. Cuando sale Zelarayán, me ponen “Cucurto”. Yo voy a la casa de Durand, ya está el libro hecho y dice “Cucurto”. Así que a ellos agradezco también. Fueron los primeros que me dieron bola de alguna manera.
- ¿Cuándo era eso?
- En el 97, 98. Igual siempre, ellos, esa editorial, Del Diego, Durand, todos, siempre me consideraban, pero como algo más menor, y que mi escritura como si nunca iba ser algo, no iba prosperar, porque no estaba dentro de un canón, porque no era una alta literatura, no. Yo en una época de mi vida alguna vez me preocupé por hacer una alta literatura y me di cuenta que no tenía talento como para ejercer una literatura muy rigorosa, muy buena, como hace Ainbinder, Durand, que Durand es un gran escritor con una gran facilidad. Entonces yo me daba cuenta de eso que no me daba. Entonces simplemente me dediqué a hacer otra cosa, provecho mi capacidad, y es eso, y aparte yo había vivido en un mundo que ellos no tenía. Yo sabía que tenía algo para contar que no lo tenían los demás. Yo siempre me di cuenta eso. Siempre fui consciente. Sabía que mis temas eran otros. Pero no sabía como tratarlo.
- A tu personaje Cucurto lo hiciste nacer en Santo Domingo, se le inventaste un biografía falso, todo...
- Bueno, Cucurto sale en contrapunto a todas la cosas que se hacían en ese momento, todo lo que sostenía los pibes con los que me juntaba. Por eso Cucurto es como mi entretenimiento, mi venganza. Ahora, va a ser Cucurto, y de dondé será Cucurto? Tiene que ser de un país, un inmigrante que se viene a reír de la clase media argentina. Eso lo que hice en Zelarayán, lo que hice en La máquina... y bueno, tenía que ser un lugar que nosotros consideramos casi sin literatura. Porque siempre se lee lo europeo o lo norteamericano, nunca se leen los latinoamericanos o muy poco, siempre se lo bastardean. Se bastardea a García Márquez, a Vargas Llosa, todos. Y se elogia un montón de yankis, que yo que sé, Allain Ginsbergh, no tiene ni para empezar con un montón de autores de acá. O Wallace Stevens, Elliot o Pound, para mí, es todo un chamuyo flojo. Siempre se valorizó eso. Entonces estába eso, que venga uno de esos lugares a gastarlos a ellos y también podría hacer otra cosa, otra realidad. De ahí surgió Cucurto. De que terminen con eso, y que miren todo lo otro. Siempre me decían que no hay que leer literatura latinoaméricana, que era mala, un prejuicio.
5. Patrones literarios y modelos de escritura
- Me contaste que tu padre es semialfabeta, como llegaste a tener tanto capacidad de escribir, ¿cómo llegaste a leer todo lo que leíste?, porque la verdad, leíste un montón...
- Y la capacidad de escribir te da la capacidad para la lectura. Si leés mucho, escribís mucho. Empecé a leer de grande. Empecé juntándome con esos chicos [de “Del Diego”], con Durand... Yo conocí a [Juan] Desiderio primeramente, y Desiderio siempre me hablaba que tenía amigos que eran muy buenos escritores, yo no los conocía, pero después los conocí. Ellos ya había leído todo. Osvaldo Lamborghini, Zelarayán, todo lo moderno, Piñeira, Lezama, todo lo que uno desconoce, uno conoce a Neruda, Mario Benedetti, pero ellos leían otra cosa, otro mundo era para mí. Eso lo descubrí con ellos, ahí empecé a leer. Y después, bueno, empecé a escribir, escribir Zelarayan, que fue mi primer libro, fue muy entretenido, lo que escribí muy divertido, hasta hoy para mí es mi mejor libro. Es insuperable. Yo empecé por la forma más alta de escribir que no la tengo ya ni hoy. Claro porque empecé diviertiéndome, empecé conociendo un montón de cosas deformándolas a propósito y de repente robando, plagiando, tenía todo un conocimiento, un armamento para utilizar. En Zelarayán utilicé de todo. Hay del Romancero Español hasta Lezama, hay cosas de narrativa y de la televisión y del comic. Para mí es el mejor libro que hice. Después lo otro es todo mal que bien literatura. No se corre. La máquina... es muy barroco, responde a una tradición, después Cosa de negros también, Noches vacías obviamente...
- A cuál tradición corresponden esos últimos dos?
- A la tradición del barroco latinoaméricano, exuberante, está ahí Reinaldo Arenas, Lemebel, está todo eso ya. Está Rulfo, metido ahí. García Máquez en el conventillo que vuela. Es una paródia al realismo mágico. Que ya no hay que hacer cosas que se vuelen, no? Pero siempre hay una vuelca de tuerca, por eso yo termino eso de la manera más disparatada y menos aceptada. Que es volviendo hacerme realista mágico. De alguna manera siempre te dicen ya no va más el realismo mágico. Para decir que uno se mete con todo. En Zelarayán hice lo que quise. En Noce vacías me divertí mucho también...
- Es un relato no tan barroco como los demás... Igual, en el punto en que cobra fuerza, vos lo rompés y le das otra vuelta de tuerca...
- Eso lo hago todo el tiempo, eso es de literatura brasileira. Es el estilo de Guimaraes Rosas, ese ir y volver, es sin duda de ahí, reflexionar sobre las estrellas, el mundo. Y de los libros menos conocidos de Arenas, cuando él se aleja un poco del mundo alucinante, los libros más introspectivos de Arenas. El Vallejo de Trilce. Yo leí mucho a Trilce en el momento que escribí Noches vacías. Eso serían unos parámetros literarios. Alguna que otra cosa más que ahora no recuerdo. Creo en el fondo no tiene antecedente. Por lo menos en la literatura argentina no tiene antecedente, un escritura tan barroca, tan así, con esos modismos, con esa mirada, no creo que tiene antecedentes. Por lo menos ahora no acuerdo de ninguno. Bueno eso para mí es un orgullo. Como que eso es algo que faltaba y ahora que está.
- Leíste Roberto Arlt? Qué sacaste de ahí? Y a Gombrowicz?
- Sí leí el Arlt de Juguete rabioso y también leí a Gombrowicz.
- Justo Gombrowicz tiene un planteo parecido a vos: mata la literatura argentina. Porque no le gusta que sea tan pretenciosa, tan copiosa de los modelos europeos...
- Igual Gombrowicz siempre termina siendo un buen escritor, no es pretencioso, pero sus temas son muy elaborados, como los de Manuel Puig...
- Ferdydurke tiene todo el tiempo las corridas como en tus libros, los heroes corren, huyen... pegándose...
- Pero de otra manera, ¿no?
- Y después Ricardo Zelarayán...
- Creo que Zelarayán que logra hacer realmento es un literatura no tan intelectual. Yo creo que está Roberto Arlt que logro eso, pero después todos que querían hacer literatura baja, no podían hacerlo porque terminaron hacer literatura muy buena, Puig, los Lamborghini, Aira, Gombrowicz... eran todos intelctuales finalmente...
- Arlt no era un intelectual...
- Sí... eso lo salvó.
- Pero siempre lo quiso ser, pero nunca lo logró.
- Sí... Yo creo que Zelarayán logra hacer algo así también. Después no hay registro de esa literatura. Porque después está lo muy gauchesco, o lo muy underground...
- Y a Borges, ¿cómo lo ves a Borges?
- Borges es bueno, los poemas, lo que hace con la poesía.
- Vos leíste la poesía de Borges?
- Sí, claro leí todo Borges. A Borges sí lo tengo re leído. En un época leía mucho. Pero nunca me terminó de cautivar. Porque no hay sexo en los relatos. No hay mucha pasión. Todo muy pensado, muy rebuscado. Nunca me atrajo, me gustaba pero... Y aparte siempre muy prolijo... Mis favoritos son Reinaldo Arenas y Juan Rulfo.
- Juan Saer dice o podés escribir o podés tener sexo. Cuando estás escribiendo estás como ausente, estás fuera de la vitalidad...
- No, eso es mentira.
- Ya veo, para vos es una forma de hacer el amor, escribir...
- Sí, de movimiento, de vivir.
- Las idas y vueltas... la conjugación de las palabras...
-
Sí, pero también pensar que escribir una página, media pagína, es un triunfo, ganarle la muerte... Yo siempre me lo tomé así. También yo tengo toda esa cosa del grotesco, de lenguaje grotesco, yo creo que a lo mejor las cosas que escribí no se podían haber escrito de otra manera. O esas escenas tiene que ser escritas con ese lenguaje. Creo que eso que escribí era propio de mi escritura, nada más. Ahí funciona. No sé si con otro escritor más refinado. Bueno yo creo que el gran libro mío es Zelarayán. Cada día me doy cuenta más, que es el más logrado...
- Lo vas a reeditar?
- No, no creo, algún día más adelante. Pero bueno imaginate, yo hasta acá, yo cumplí 31 año, estaba pensando, de alguna manera mostré otra cosa para hacer. Así que tengo que estar tranquilo. No estar pensando más en nada porque ya más o menos mostré lo que quería mostrar. Yo sé que el triunfo que tengo yo no van a tener muchos escritores. Pero yo sé que si algun lector o alguien que haya escucho mi nombre, ve un dominicano o un paraguayo en la calle, o en un partido de futbol, algo se van a acordar de mí. Y este es mi triunfo.
6. La obra en la mira de la crítica literaria y la edición de Cosa de negros
- ¿Y cómo reaccionó la gente acá cuando se toparon con tus libros?
- Bueno, hasta el día de hoy como la gente que siempre, algunos mucho me quieren, pero como literarimente no me soportan mucho. O por un facilísmo que tengo para escribir o el personaje Cucurto, molesto, tanto salir en los medios, porque acá siempre la literatura fue como un apostolado, algo importante, algo serio...
- ¿Y cómo te trató la crítica, cómo recibieron Cosa de negros?
- Gustó mucho más Noches vacías que Cosa de negros, pero Cosa de negros es mejor en realidad. Porque en Cosa de negros es todo el tratamiento que hice en Noches vacías pero despedazado y aumentado y llevado al límite. Lo que pasa es que la gente puede hacer esa lectura. La gente se guía con la cosa armadita, lograda. No se da cuenta del riesgo.
- Cosa de negros desborda...
-
Desborda y está roto, es un rompecabezas, es algo que rompe el estilo. En cambio Noches vacías es de estilo, ¿cómo se llama?, preciosista, bello, trabajado. Cosa de negros se acerca más a lo que yo siempre quise, a la cosa fea, atolondrada, despareja, por momentos muy malo, y por momentos muy bueno, desequilibrada.
- Esa palabra que dijiste, atolondrado, otra palabra de le leguaje de Cucurto, hace bastante tiempo que estoy buscando una traducción al alemán, pero me parece que no existe.
- Atolondrado es como algo muy apurado, muy bruto, muy tonto, que no se sostiene, algo atolondrado, viste, “no seas atolondrado, pará tanquilizáte”, nervioso puede ser atolondrado. La mezcla de lenguaje genera que sea un atolondramiento, que nunca termine de arrancar. Yo creo que es eso mi literatura...
- ¿El lenguaje que todo el tiempo se quiebra...?
- ... que nunca termina de arrancar, se traba y nunca arranca. Bueno eso se ve mucho en Panambí. Una novelita que escribí. Tiene ese estilo que no arranca. Eso es la manera más increíble de ver como un estilo no avanza. Creo que es el punto más alta de escritura que tuvo Panambí, el punto de mayor elaboración linguística. Ahí ya como explota todo.
- ¿Cómo te ubicó la crítica? Salió ese libro de Anahí Mallol que habla también mucho de vos...
- A, ¿sí?, me parece que no. No habla de mí, casi. Me nombra nomás. Pero no importa, la crítica siempre te va a encasillar, dar un lugar, o algo así. Y a mí me encasillaron cerca de Aira, de Copi, entonces Lamborghini, pero yo no tengo nada que ver con ellos en realidad. Me gustan, pero no tengo nada que ver. Son muy distintos, es otra cosa. Lo mío viene de la cosa oral, de la habla oral. En la literatura argentina creo que no tiene antecedentes. Aparte por la manera en que está escrito. Porque con esa escritura se pudo haber escrito Tres tristes tigres. Pero hubiese perdido mucha fuerza también. En la literatura argentina no tengo parentesco, porque no soy argentino.
- ¿Qué sos vos?
- Soy un poco paraguayo, un poco peruano, un poco dominicano. No tengo la mentalidad típica de los argentinos. Eso se nota como escribís. Como a Durand se le nota que es porteño y después entrerriano. Se nota eso, se nota mucho. A mí se me nota el orígen de donde provengo, a se me nota también que no tengo prejuicio para escribir por lo menos. En la literatura argentina se nota mucho eso.
- Prejuicios de clase...?
- Sí, yo no tengo eso. No tengo resentimiento.
- También en el año pasado saliste en todo los medios... te hicieron miles de entrevistas...
- Salí en todos lados cuando salió el libro, ahora me dijeron que se agotó la edición. Lo van a reeditar en setiembre, parece. Lo felicito a Damián [Ríos, el editor de Interzona] porque él se jugó a publicar eso. Salieron mil quinentos.
- Damián Ríos trabajó la novela mucho con vos...
- La trabajó mucho. Corregir, sacar, poner, reescribirla. Hizo un muy buen trabajo de edición. Así que estoy contento con eso, parece que anduvimos bien. Y bien, también agradezco a los pibes de la revista “La idea fija”. Ellos fueron los primero que la publicaron. Es más, Cosa de Negros fue publicado antes de los poemas, antes de todo. Y queda ahí, bueno. Una vez la quiseron traducir al francés, pero era imposible. Un traductor la quería traducir para una editorial francesa grande. No pudo.
Yo soy un buen representante de muchas cosas. De buena parte del Paraguay, del Perú también, inclusive de buena parte de su tradición. Ahí hice algo con eso, no sé, pero algo se generó. No quiero decir una estética, porque es mucho. Yo siempre digo que actualmente soy el mejor escritor dominicano, sin duda.
Fotografías: Timo Berger