Amiga mía
de Teresa Calderón
Cambio de género
Por Camilo Marks
Revista de Libros de
El Mercurio,
sábado 27 de septiembre de 2003.
Las razones que pudo haber tenido Teresa Calderón, una
de las voces poéticas más originales y promisorias en
nuestro medio, para embarcarse en el territorio ficcional, son un
tanto enigmáticas, aunque
comprensibles. La creadora de Género femenino (1989),
Imágenes rotas (1994) o Aplausos para la memoria (1999) aportó el tono y los acentos feministas necesarios a
la tradición lírica nativa, entremezclados con humor,
engañosa liviandad, desparpajo, ámbitos oníricos
y un seguro oficio verbal. Cuando parecía que iba a continuar
por esa senda, debido a la cual obtuvo importantes premios, Calderón
publicó, en el año 2000, la colección de relatos Vida de perras. Y ahora acaba de lanzar Amiga mía (Alfaguara, 2003, 208 páginas. Precio de referencia $7300)
su primera novela. Seguramente, esta versatilidad obedece a las múltiples
ocupaciones que ejerce en el restringido espacio literario nacional,
pues, además de producir sus propios textos, Calderón
dirige talleres de cuento, poesía y autobiografía, sin
contar con la extensa labor pedagógica y periodística
que, de modo constante, lleva a cabo. Este cambio de rumbo tal vez
deje un vacío en la alicaída escena de la lírica
chilena actual, si bien tanto Vida de perras, como Amiga
mía, pueden revelar un talento narrativo que ya se hacía
notar en los primeros versos de la escritora.
Amiga mía tiene como punto de partida uno de los grandes
temas de la literatura moderna: el encuentro de dos personas y la
revisión en la vida de ambas, generada como consecuencia de
esa reunión. Isabel y Catalina descubren, en la preservación
del reino protegido de su infancia, una compleja fuente de alegrías,
meditaciones, ansiedades. La amistad entre mujeres, ya se sabe, posee
una profundidad visceral, un rasgo de genuino afecto y franqueza ausentes
en las rígidas, acartonadas, profesionales relaciones de los
adultos. De este modo, Isabel y Catalina presentan identidades desarrolladas,
expuestas y vulnerables y su mutuo intercambio no se encuentra teñido
por el fantasma del desempeño público.
Amiga mía tiene una cualidad semi realista y ello confiere
al libro una textura por momentos alucinante. Compuesta de recuerdos,
sesiones psicoanalíticas, trozos de diarios, la historia va
dando paso a personajes secundarios que determinan el futuro de las
protagonistas: el tío Nicolás Albertina, Claudio, Enrique,
Pancho, los mismos amores, los mismos sueños que me unieron
a Isabel. Algunos son apenas esbozos, otros están más
redondeados. El fuerte de Calderón es el
poder evocativo de las palabras y su mayor debilidad reside en la
caracterización psicológica. En la presente obra, hay
atrevimiento al tratar el desgarro, la soledad y el anhelo de amor,
belleza en la descripción de los detalles temporales y un serio
trabajo estilístico al enfrentar tópicos que suelen
ser trillados, inmanejables, todo lo cual se sortea bien gracias a
la ligera prosa de la autora.
La disparidad de materiales y formas de Amiga mía
conlleva riesgos y dificultades. La difusa identidad del sujeto hablante
es el problema principal. A veces, tenemos que volver las páginas
o hacer esfuerzos de memoria para saber quién está narrando
la trama. Es verdad que, en los últimos años, ha habido
un gran cambio en el gusto de los lectores, quienes ya no desean un
anticuado realismo y se han habituado a contemplarse en espejos trizados,
sucios o dispuestos en extraños ángulos. Pero por más
experimental que sea una escritura, debemos saber hacia dónde
va su asunto. En Amiga mía, por momentos la brújula
se dispara en direcciones confusas e incoherentes.Por fortuna, eso
ocurre en pocas ocasiones y Teresa Calderón logra transmitirnos
sus horizontes emocionales y los de sus heroínas.