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Testigo de un tiempo de crisis
Teófilo Cid: El último romántico

Por Francisco Véjar
Revista de Libros de El Mercurio, 1 de octubre de 2004.

 

 

En su juventud ensayó todos los géneros literarios, como se ve en sus obras completas Teófilo Cid. Soy leyenda. El tomo reúne los libros que publicara en vida, más ensayos, cuentos, poemas y traducciones dispersos en periódicos. Luis G. de Mussy R. y Santiago Aránguiz Pinto, los compiladores, rescatan su literatura agregándole una reseña biográfica, una bibliografía y una iconografía. Lo muestran, junto a Enrique Gómez-Correa y Braulio Arenas, como fundador de la surrealista Mandrágora, en 1938. Y luego como un hombre con amplias relaciones. En una foto de 1960 sale con Eduardo Molina Ventura, Braulio Arenas, Guillermo Atías, Fernando Alegría, Jorge Teillier y Enrique Lihn: una generación que lo vio en su esplendor.

En el poema "En el bar de los pobres", de Nostálgicas mansiones (1962), se lee: "Hoy he ido a comer donde comen los pobres / donde el pútrido hastío los umbrales inunda". El texto es autobiográfico. Cid descendió socialmente hasta convertirse en un noctámbulo de Santiago. Más adelante insinúa: "En los que aquí mastican su pan de desventura / Un viejo gladiador vencido existe". Lo llamaron "el dandy de la miseria" en su generación del 38. En el cuento "El traje nuevo", de 1951, hace ficción con su caída socioeconómica. El protagonista, tras un fracaso sentimental, se une con Pola (la poeta Estela Díaz Varín) y conoce la abulia y el trago. Abandona la vida ciudadana.

El volumen presenta además su veta de traductor. De Vicente Huidobro, su maestro, vierte desde el francés la pieza teatral "Guilles de raíz", publicada en 1932, en París. El texto simboliza su propia rebeldía y misticismo. Contiene también sus versiones de Tout á coup (1925) y Otoño regular (1925), libros del primer Huidobro. Su pensamiento anarquista se halla en el relato "Chancho burgués", perteneciente al libro Bouldroud (1942). Un texto similar es la novela corta El tiempo de la sospecha (1952), donde critica la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo de 1927. "El libro -escribió Ricardo Latcham- está destinado a las generaciones nuevas que ignoraron el clima pantanoso de la tiranía".

Camino al Ñielol (1954), a continuación, es una obra compuesta de un solo poema de mil versos. Según Cid, condensa una nueva conciencia subjetiva, que él denominó: "Realismo mágico". Fue uno de los primeros en usar la expresión, dándole un significado surrealista muy distinto al de García Márquez.

Cierta vez, Nicanor Parra le preguntó por su venida a Santiago en los años 30. Y su respuesta fue: "Yo nunca arribé". En verdad, tuvo su mente fija en la frontera, entre el Biobío y el Toltén; "el pequeño Far West", como lo llamaba Neruda. Su afrancesamiento no le impidió ver a su maestro en el poeta sureño Augusto Winter.

El libro derriba el mito y revela a Cid como testigo de un tiempo de crisis. Con su huida de las convenciones y su monólogo incesante.



Teófilo Cid. Soy leyenda. Volumen I.
Compilación, estudio y edición de Luis G. de Mussy y Santiago Aránguiz.
Universidad Finis Terrae/ Cuarto Propio.
Santiago, 2004, 573 páginas.


 

 

 


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Teófilo Cid: El último romántico,
por Francisco Véjar,
Fuente: Revista de Libros de El Mercurio,
1 de octubre de 2004.