Jorge Teillier:
Encuentros y Recuerdos
Homenaje a 8 años
de su muerte
IMAGEN NADA IMAGINARIA DE JORGE TEILLIER
Alfonso Calderón
Carahue, agosto de 1985
No hay ya cuenta de los años, pero desde el primer día en que Jorge
Teillier trazó, a cordel, las líneas de un territorio, poniéndolo
bajo la protección de los lares, ya el país no pudo volver a ser el
mismo -como no lo fue, tampoco, tras haber cruzado el "desaguadero"
den Alonso de Ercilla-. Los acrdos, que podían ser los del Baragan
o los que se aislaban para llorar a solas el fin del verano, en los
rieles de una línea de desvío en la estación de Lautaro; el golpe
ronco del chucao, en su vuelo que simula un perdigonazo frío y solemne;
los alimentos terrestres, sin excluir el fluir enloquecido de las
herramientas, que exaltaban la epopeya del trabajo en una Frontera
que siempre está naciendo; los hallazgos de la pajarería, de las flores,
del canto triste del mapuche, que parece llorar el despojo; las historias
de los boxeadores, de las actrices de cine, de los hombres del tango
o del jazz, de las figuras el mito de cautín, sin excluir los sobresaltos
que causa el río en los períodos de aluviones, y el mundo de los libros,
desde Salgari a Dylan Thomas, pasando por Neruda, J. M. Barrie, Lewis
Carrol, los surrealistas, Francis Jammes, y el alba de oro del folletín
heroico o sentimental: todo halla un registro tonal en la poesía de
Jorge Teillier.
No entiendo un mundo en que él no esté presente, y aspiro a verlo
reaparecer siempre en esta novela de la vida, como algún héroe de
las historias de Honore de Balzac, llevando en su fenomenal memoria
el registro del mito, de la patraña, de la historia, de los dolores
del hombre y de las buenas causas que permitan creer en una sociedad
utópica, pero justa, capaz de convertir el territorio de "Ningún Lugar"
en un país como Chile, más temprano que tarde, por cierto, como dijo
aquel Presidente que fue el último a quien nos fue dado querer y no
odiar. Teillier, con el cuello del abrigo subido, como los héroes
del cine de los años cuarenta, o alabando una fuente de digüeñes o
un texto de Jarry; Teillier, subiendo a un globo de Montgolfier o
amando a la dulce "Manzana de Anís"; Teillier, en un diálogo de bar
con un colono francés que vino después de El Marne; Teillier creciendo
con sus hijos, especies de hermanos mayores hermosos; Teillier, que
vive para ver volver, nos halla siempre dispuestos a admirar su fe
en la poesía, su constancia en el verso vivido, su admiración por el
hombre común y corriente. Y, sobre todo, nos va legando ese territorio
en donde otros hemos tratado siempre de construir nuestras casas,
apoyándonos en una visión común, en el deseo fervoroso de descubrir,
quizás por un azar, el lugar en donde Ella o Ayesha, que no es la
Muerte, nos permitirá perdurar, viendo todos los hombres y todos los
tiempos, sacudiendo dulcemente esa botella de cerveza que uno lleva
como el alma, sujeta por el pulgar durante todos los mejores años
de la vida. Hasta donde sea posible -si se me permite decirlo-. ¡A
la salud de Jorge Teillier, esa
"viva moneda que nunca se volverá a repetir"!
HOMENAJE A JORGE TEILLIER
Nunca nos hemos cruzado dos palabras.
Pero es cruz y destino el no cruzarse.
Sin embargo somos solidarios. Somos lo mismo y una persona el lacerado
y el que ya no quiere querer.
Mortaja, venda del leproso es la escritura.
Vamos -decimos- ¿cortarías tú las mortajas, la venda de las letritas?
Córtalas, rompe la venda y toca al llagado que sólo por tu amor, paisa
que lees, se infecta y se inmunda, decimos.
Así hermanos somos los llagados, los leprosos que largan su escritura.
Allí tú y yo, compañero Jorge, nos cruzamos todas las palabras del
mundo. Así nos vamos tocando amigo ¿me miras tú? ¿Me ves tú bajo estas
letritas recorriendo? Yo sí te veo.
Recorrer sin aliento los caminos del corazón. Allí nos vemos, allí
desatamos las vendas. ¿Me quieres tú? ¿Bajo las vendas del corazón
me quieres tú a mí? Yo si te quiero.
Nada es verdad ni mentira. El humo se va al sur y el viento se va
al norte.
No es cierto ni no cierto lo que me cuentan de ti amigo Jorge. Amigo
eres tú amigo. Amigos son siempre -tú y yo entre ellos- todos los
cruces, venda y humillos de la escritura.
Raúl Zurita
Santiago, julio 10 de 1987
RECUERDO DE LAUTARO
A Jorge Teillier lo conocí hace mucho
tiempo, cuando yo era casi adolescente y aprendiz de poeta, y también
frecuentaba la amistad de escritores como Gonzalo Millán, Enrique
Valdés, Omar Lara. Fue en Lautaro.
Habíamos llegado allí un grupo de
poetas por invitación del propio Jorge, después de un recital o encuentro
en Temuco. Fuimos a parar a una casa que parecía estar sumida entre
ramas de frambuesas. De repente apareció el padre de Jorge con una
bandeja de empanadas de horno que el nos ponía generoso en su mesa,
y antes de preguntarnos siquiera quiénes éramos y cómo nos llamábamos.
El poeta Oliver Welden -entre los
del grupo de invitados- debía tomar esa noche el tren que lo llevaría
de regreso a Santiago. Todos los poetas que allí andábamos, que ya
a las ocho de la noche estábamos contentos, con una sublime mirada
de placer dulce por tan hermosa tarde, fuimos en grupo a dejarlo a
la estación, que a mí me pareció construida en un tiempo remoto. Recuerdo
que Jorge Teillier llevaba dos libros del poeta Welden bajo su brazo:
"uno para ti, Jorge y el otro para la biblioteca de Lautaro", dijo
muy seriamente.
Luego de irse el poeta, llevándose
entre el sonido de una locomotora a vapor y la oscuridad olorosa de
Lautaro, los cinco que quedábamos nos fuimos a visitar unos lugares
al que suelen ir -por lo menos en ese entonces- sólo los hombres.
Al entrar, fue no más ver al "poeta Teillier" para que todas las muchachas
se le fueran encima a saludarlo como si fuera su hermano o tío.
Quizás estuviéramos una hora allí,
tomándonos dos botellas de chicha de manzana. Antes de irnos, Jorge,
en un gesto que nunca he olvidado, y mirando dulcemente a una muchacha
hermosa, joven y de rostro asiático -a la que le decían "la vietnamita"-
le dio como regalo... el libro del poeta Welden, destinado originalmente
a la biblioteca pública de Lautaro. Es por eso es que ahora la biblioteca
del pueblo quizás no cuente, entre sus libros, con la primera edición
de ese hermoso poemario llamado Perro del amor, porque debe
ser parte de la biblioteca privada de la "vietnamita".
Javier Campos
Modern Languages And Literatures.
Fairfield, Connecticut
5 de mayo de 1996
ENCUENTROS CON TEILLIER
No recuerdo bien cuando conocí a Jorge
Teillier, sino por unas borrosas imágenes que aún guardo fichadas
para su elaboración posterior. Allí vislumbro un ejemplar
de los premios CRAV que hojeo desaprensivamente en clase de francés.
Su escritura me sorprende; por alguna razón en aquellos años de curiosidad
e ignorancia, la considero poética. Las aguas cambian de color. Una
barca negra se acerca. Pero no son las negras aguas del símbolo de
la muerte, sino el montaje de dos detonaciones lo que produce ese
efecto, ese desaliento. Y sin embargo aquella escritura de más rica
figuración no logra llevarme a los campos donde pasta el logos. Siempre
guardo sus poemas en secreto, por temor a quienes pudieran indicarme
que tal expresión no correspondiera al verdadero oficio.
Una segunda imagen se reproduce en el Refugio López Velarde. Es una
fotografía fechada en abril de 1979, en la cual comparto con Jaime
Goycolea, Rolando Cárdenas, María Angélica Selman y Jorge Teillier.
Su autora, Leonora Vicuña, se ha subido a una silla para destacar
las dos botellas de Santacarola blanco que bebemos en atento conversatorio,
a juzgar por los rostros. Atrás un calendario traiciona mis afirmaciones:
1978, un 78 tres o cuatro veces repetido, Jorge luce de perfil, sano,
brillante; de chaqueta y camisa negra sonríe a un punto intermedio
entre Rolando y Jaime. La cámara oscura nos rescata y fija en el tiempo
acusando la piel de la desidia. Pero antes, un rato antes, a fines
de la década anterior, la de Tlatelolco, Los Beatles, la de mayo del
68 y Viet-Nam y el triunfo de tanta y tanta revolución, le pregunto,
"¿tu padre también es Teillier?"; "¿crees que soy huacho?", contesta.
Cuando preside la mesa no se habla de metáforas, ni de asuntos trascendentes;
menos aún de seudónimos. Sólo el fútbol, el tango y el juego de palabras
puede compartir el ruido de las copas.
En las sombras aparece vinculado a León Ocqueteaux, el de Cuerno de
Caza, el de los Pájaros 1943 ¿Qué será del andino y dulce guatón Ocqueteaux?
A través de él, creo, llegó a la Unión Chica donde los viejos veteranos
del setenta y tres proclaman la independencia de cualquier cosa.
Poco después, movido por el amor y los Ferrocarriles del Estado desciendo
en Talca para estirar las piernas. Hace frío; el andén solitario y
nocturno invita a la reflexión. Alguien, en iguales menesteres, camina
en dirección contraria. Es Jorge, quien invitado por la Ilustre (la
de esos tiempos) Municipalidad de Chillán, viaja a la inauguración
del mural de Escames. Con algunas botellas -no las de más arriba-
compradas en el coche comedor, continuamos viaje bien hablando de
Esenin, de las mujeres y de sus hermanos boxeadores. En Chillán quiere
bajarme. Me niego; otros asuntos me arrastran más al sur. Insiste:
estará lo mejor las diestras cabezas de una generación
dispersada. Más nunca bajé en Chillán. Gracias, le digo ahora a ese
muchacho de 35. Nadie jamás se salva. El nombre de aquella lo borré
bajo las vías férreas como todo lo pasado bajo el cuerpo.
Regreso a Chile a comienzos del 77. Desde allí la poesía nos ha reunido
en diversos eventos: en el triángulo de las Bermudas, en Temuco, en
cierto homenaje a Nicanor, a través de una línea telefonica entre
la Sociedad de Escritores y la Clínica Suecia. Aquellas, y ninguna
otra, son las mejores vinculaciones. Pero tampoco ahora paso en sus
territorios. Algunos compartimos esas libaciones: Alvaro Ruiz, Aristóteles
España, Enrique Valdés. Pero esos lares no son los mismos de la página
en blanco. Aquellos se encontrarán en ciertos "trilces", Pérez, Embry,
Quezada, en otros posteriores, Rosabetty Muñoz, Sergio Mansilla, Mario
Contreras Vega, Elicura Chihuailaf, Ramón Díaz Eterovic, unos pocos
más. No importa. O el mundo es de los mejores o estamos en el mejor
de los mundos. Tal vez no sea sino una manzana. En todo caso, salud
Jorge. Mañana será otro día
Juan Cameron
1987, en Revista Contramuro
Homenaje a los 50 años de Jorge Teillier.
JORGE TEILLIER: POETA PRINCIPE
DE LOS LARES
Entre los sucesos del 24 de junio
de 1935, menciono dos que no debieron olvidarse: un avión cuyo despegue
nunca llegaría a producirse en Medellín, porque envuelto en llamaradas dijo fin a la vida de Carlos Gardel y dio nacimiento
al mito; dicen que encontraron de él, nada más su dentadura no tocada
por el fuego. Ese mismo día se anunciaba en el sur de Chile, la llegada
al mundo de Jorge Teillier, futuro príncipe de esos lares.
Han pasado cincuenta años. Pero cincuenta años en la vida de un escritor,
no son cincuenta años, sino la cifra potenciada a mil. Este tiempo
se mide con otra vara (tal vez con la misma que serás medido); tiempo
que tiene otras leyes, son otras sus conotaciones: "Para mí -dice
Teillier- la poesía es la lucha contra nuestro enemigo el tiempo,
y un intento de integrarse a la muerte, de la cual tuve conciencia
desde muy niño, a cuyo reino pertenezco desde muy niño, cuando sentía
sus pasos subiendo la escalera que llevaba a la torre de la casa donde
me encerraba a leer".
A propósito de esta afirmación, advierto las claves de su literatura
y de su vida; en los sustantivos: poesía, lucha, enemigo, tiempo,
intento, muerte, conciencia, niño, reino, pasos, escalera, torre,
casa; y en las formas verbales: es, integrarse, tuve, pertenezco,
sentía, subiendo, llevaba, encerraba, leer. Estas fórmulas, aprendidas
de ciertos juegos estructuralistas, a veces arrojan resultados curiosos
y sorprendentes. Por otra parte, ¿qué casualidad o causalidad produce
esta reunión de los primero y último vocablo de cada serie: poesía-casa;
es-leer, y su desarrollo y concreción en la poesía de Jorge
Teillier? Pero en realidad, no me interesa abordar esto ahora, sino
patentizar la transfiguración que se produce en esa especie de niños
-ya casi estirpe anacrónica- que se encierra a leer, y que al momento
de concluir se da cuenta de que han pasado muchos años. Y ese mundo
abierto precisamente al cerrar el libro, es un mundo que no le calza,
o donde él no calza. Sin embargo hay algo seguro, ya "sabes que hay
mundos más reales que el mundo donde vives", y que "ninguna ciudad
es más grande que mis sueños".
Entonces el verdadero undo que inevitablemente habitará el poeta es
aquel donde se conjugan en una misma dimensión, la certeza -"Aparecen
en los umbrales las marcas/ que señalaban el crecimiento de los niños"
-y la duda- "Quizás alguna vez he muerto..."; el terremoto del 39,
Lautaro, los poetas: "Esenin escribe con sangre su último verso" y
los mapuches "que escuchan en el Wulitzer las últimas canciones de
Leonardo Fabio y Raphael". Los avisos luminosos, los parientes, la
naturaleza del sur y la historia. El León de Tarapacá: "fue pifiado
al salir por última vez de la Moneda"; el regalo de un amigo: "me
ha enviado una manzana/ demasiado hermosa/ para comerla de inmediato";
lo que oyó decir a una niña de cuatro años: "un niño se murió y lo
sembraron". La oscuridad, el silencio, el amor, la Bella Durmiente...
He ahí su mundo, en el que "puedo rezar sin creer en Dios"; donde
nada podría desquiciarlo de admiración porque: "Los viajes de Flash
Gordon harán que no te asombres de/ ninguna conquista espacial". "...el
niño sabe que la fiesta está en otra parte", ese niño que nació "el
día de San Juan /Aniversario de la muerte de Gardel que según dicen
está/ cantando mejor que nunca", como la voz del poeta Jorge Teillier
"en esta tarea que nadie sino yo me he impuesto, no para vender nada,
sino para salvar mi alma, en el sentido figurado y literal".
Teresa Calderón. En Revista Contramuro: Homenaje a los 50 años de
Jorge Teillier. (1987)
"TEILLIER,
UN POETA DE OTRAS PRIMAVERAS"
Hablar de Jorge Teillier siempre
resultará fácil y grato, como lo es sentarse a la mesa de los amigos
que se reúnen a compartir sus secretos. En primer lugar porque es
un poeta con cuya obra nos sentimos profundamente comprometidos, por
cuanto hallamos en ella la crónica de un mundo que nos pertenece,
como nos pertenece el sol, la lluvia o el vino cotidiano. Este mismo
compromiso, identificación o sentimiento, es fácilmente reconocible
en buena parte de la joven poesía de estos tiempos; lo cual no es
motivo de extrañeza, sino la constatación de que en Teillier se encuentra
una de las voces más definidas e influyentes de la poesía chilena,
y como ocurre con Gabriela Mistral, Neruda, de Rokha o Parra, sus
raíces se extienden y afloran en las voces de otros poetas. En este
sentido es a primera vista destacable la presencia de la poesía de
Teillier en gran parte de los poemas sureños de las nuevas promociones.
A lo que un día Jorge Teillier llamó "la poesía de los lares" se han
sumado otros poetas, identificados con el mundo de la provincia, con
los gestos y manifestaciones de un mundo y de un tiempo que cada día
se destruye un poco, pero que permanece en el sentimiento y en las
palabras de los poetas.
En segundo término, hay que decir que Teillier es un hombre y un amigo
generoso, siempre alerta a encontrar la palabra o la actitud precisa
para valorar un trabajo o una amistad. Sin buscarlo ni proponérselo,
enseña a muchos que la poesía, tal cual lo dice en uno de sus poemas,
"debe ser usual como el cielo que nos desborda" y "que no significa
nada si no permite a los hombres acercarse y conocerse". Sin embargo
y a pesar de lo dicho, pensamos que es muy difícil separar en Teillier
al hombre y al poeta, por cuanto, como ocurre en pocos, vida y poesía
se funden en él de manera profunda y auténtica. Conocerlo es encontrar
la seguridad de quien ha recorrido muchos caminos, y logra entregar
con su poesía ese poder de predicción visionaria, de entendimiento
del hombre y del mundo que tan sólo alcanzan los grandes poetas.
Desde "Para ángeles y gorriones" su primer libro publicado en 1956
hasta "Cartas para Reinas de otras Primaveras" aparecido este año,
la poesía de Jorge es un solo y gran poema que nos habla del tiempo
del arraigo, de la nostalgia por las cosas idas, de los amigos perdidos,
de sus libros, poetas y escritores favoritos. Siempre su poesía
será un hundirse en la melancolía, en cada cosa próxima,
en los colores y la música de todo lo verdadero y esencial
de la vida. Escribimos estas palabras y nos surge la tentación
de hablar indefinidamente de su poesía, pero estamos ciertos
que todo lo que se diga, será siempre poco frente a la magia
de recorrer cada uno de sus poemas, sintiendo que no leemos un libro,
si no que estamos frente al amigo que nos habla con sencillez y belleza.
Quisiera simplemente recordar algo así como una deuda de vida
que tenemos con Jorge. Creo que nadie como él ha sido tan importante
y revelador en lo que concierne a nuestro oficio de escritor. Son
de esas cosas que nadie se propone ni dice, pero que se dan y marcan
a fuego. Podría mencionar muchos hechos, pero me conformo con
contar que al titular mi primer libro de poemas lo hice pensando en
un verso suyo que dice: "El poeta derribado es el árbol
rojo que señala el comienzo del bosque"; lo cual más
allá de un verso, me parece una suerte de arte poética
y de actitud frente a la vida. Lo otro, es decir que cuando intentamos
esa aventura en los siete mares que se llamó "La Gota
Pura", Jorge estuvo siempre a nuestro lado aportando su sensibilidad
e inagotable conocimiento sobre poesía, y de alguna manera
esa revista pretendía recoger una mínima parte de lo
que fue "Orfeo", la mejor revista de poesía que haya
existido en Chile y cuyo responsable principal fue Jorge Teillier.
Pensar en los 50 años de Jorge Teiller es hacerlo en torno
a uno de nuestros más grandes poetas, y también en ese
espacio de libertad que ha sido la poesía en todos estos años
de dictadura. La poesía siempre sera un gesto de rebeldía
y un llamado al porvenir. Tal vez por esto mismo el nombre de Jorge
Teillier ha sido acallado de muchas tribunas públicas, pero
no del corazón de quienes entienden que la verdad termina por
imponerse. Por esto y por muchas otras cosas celebramos los 50 años
de Teillier con la alegría de celebrar a un amigo, a un hermano
mayor, aunque no lo veamos todos los días, lo llevamos a nuestro
lado más allá de las palabras y de los mezquinos olvidos
cotidianos.
Ramón Díaz Eterovic
Santiago, 1985 (en Contramuro, Homenaje a lomysite0 años de Jorge
Teillier)
JORGE
TEILLIER O EL ESPEJO DE LA MEMORIA
"Si
un hombre atravesara el paraíso, y
le dieran una flor como prueba de que
había estado allí, y si al despertar encontrara
esa flor en su mano. ¿Entonces, qué?
Coleridge
Escoger una selección de
poemas y realizar una presentación que grafique la experiencia
poética de Jorge Teillier es bastante difícil, pues,
no solo se trata de ilustrar sobre su concepción de la poesía
sino, ser fiel con la obra del autor que nos preocupa.
Jorge Teillier, nació en el sureño pueblo de Lautaro,
un 24 de junio de 1935 -fecha en que muere Carlitos Gardel-, su nacimiento
se perpetró entre Araucarias y lluvias, entre somnolientos
puentes y multicolores atardeceres de invierno, donde el tiempo fluye
parsimonioso e íntimo, como una fotografía color sepia
que se llueve de recuerdos por los cuatro costados.
Estudió en los liceos de Lautaro y Victoria, luego continuó
los superiores de Pedagogía en Historia de la Universidad de
Chile, de ahí pasó a integrar la redacción del
Boletín de dicha universidad, del cual llegó a ser su
director.
Es uno de los poetas más representativos de la generación
del 50, junto a Efraín Barquero, Rolando Cárdenas, Enrique
Lihn, Armando Uribe Arce, cada uno con sus particulares formas de
enfrentarse al quehacer poético, tuvieron la difícil
misión de coexistir -pacificamente- con don Pablo de Rockha,
Pablo Neruda, Nicanor Parra, Braulio Arenas, Humberto Díaz
Casanueva, Rosamel del Valle y muchos otros grandes vates, que eran
diez o veinte años mayor que ellos.
Sus publicaciones más conocidas son: "Para Angeles y Gorriones"
(1956), "El Árbol de la Memoria'' (1961), "Crónica
del Forastero" (1968),"Muertes y Maravillas" (1971),
"Para un Pueblo Fantasma" (1978) y su último libro
"Cartas para Reinas de otras Primaveras" (1985). Su poesía
ha sido traducida al inglés, francés, alemán,
eslovaco, sueco, italiano y rumano, entre otros.
En las lecturas de Rilke, Esenin, Tralk, Milocz, Fournier, de los
movimientos Beatniks y Hippies en norteamérica, entre otros
autores, se van descubriendo semejanzas que llevan a Teillier en 1965
a publicar "Los Poetas de los Lares" en el boletín
56 de la Universidad de Chile, donde se plantean los aspectos fundamentales
que constituyen esta nueva visíon de la realidad en la poesía,
refiriéndose principalmente a las influencias y exponentes
dentro del país.
La poesía de Jorge Teillier, ha sido calificada de neorromántíca,
nostálgica y hasta de pesimista, pero diremos junto a Jorge
Edward que: "...la verdad que los poetas optimistas han sido
escasos... y que la melancolía creadora de los poetas construye..."
La condición humana y el tiempo en la poesía de Teillier,
se nos revela como el paraíso perdido de la infancia, desde
esta intuición -poética-, comienza una búsqueda
por la identificación con su doble, es el esfuerzo permanente
por reencontrarse con el mágico mundo de la niñez. Así
la muerte, los derrotados y los pasados de moda se resisten a quedar
en el olvido, pues coexisten con uno. Por esto cada verso y poema
estan impregnados de una carga emotiva, con una tensión e intensidad
delicadísimamente suave, que nos lleva a la añoranza
y al recuerdo; se restituye así, aunque fragmentariamente,
la fragilidad de nuestra memoria. De esta forma la breve etapa de
la niñez se nos muestra llena de espontaneidad, inocencia y
sensibilidad, por eso Teillier siempre está en un viaje de
regreso para alcanzar ese estado ideal. Por tanto el vino y los bares
no responden a un deseo de enajenación, sino a la angustia
y soledad que ha provocado su vocación por hallar la condición
de Pureza en el mágico mundo de la infancia.
Una poesía íntima que evoca los momentos de privacidad
y silencio del hombre, no siendo una poesía hermética
deja de parecemos menos compleja por su contenido y valor, pues en
ella reconocemos parte importante de lo que es esencialmente el chileno,
poesía en busca del arraigo que le permita descubrir los misterios
del ser humano y reconstruir ese orden inmemorial extraviado, poesía
carente de subterfugios y de artificiosidad efectista.
Jorge Teillier y su poesía, es un mismo acto, ya que la experiencia
poética de vida es base sustancial de su plano escritural,
el poema es un resultado accidental dentro de su vida y la palabra
carece de valor en sí, son las situaciones las que dan jerarquía
a su poesía; por esto Ignacio Valente (crítico de El
Mercurio) ha dicho de Teillier que no es de aquellos que "son
poetas porque escriben poemas" sino "escriben poemas porque
son poetas".
Por el hecho que la poesía de Teillier, esté inclinada
a un lenguaje coloquial, casi conversacional, el poeta establece con
el lector una complicada relación de complicidad en torno a
la revalorización de nuestro pasado, comprometiéndolo
emotivamente en una difícil dinámica de rescatar el
ayer oculto en la memoria.
También debemos decir que las breves pero fundamentales colecciones
de poemas antologados en el libro "Muertes y Maravillas",
nos indica que su lenguaje era más íntimo, personal
y subjetivo y hace de estos poemas como él dice: un libro de
revelación. Los que vienen, "Para un Pueblo Fantasma"
y "Cartas para Reinas de otras Primaveras", nos llegan con
un lenguaje más documental, sobre todo en su último
libro donde se rescatan personajes y situaciones que ya no parecen
deslumbrar como en los primeros poemas y libros, todo indicaría
que la vida -en la poesía de Teillier- es circular (se da por
rotación), donde todo se vuelve a repetir, deja de revelarse
lo mágico y enigmático de la vida y la historia. Por
esto se podría afirmar que "Para un Pueblo Fantasma"
es un libro de transición entre el revelar de "Muertes
y Maravillas" y el agotamiento de "Cartas para Reinas de
otras Primaveras"; así Teillier cierra un ciclo tocando
su punto más alto en la experiencia dramática de su
poesía.
Demián Moreno
Septiembre de 1985. En Contramuro (Homenaje a los 50 años de
Jorge Teillier)
VIAJERO TEMPORAL
"Pero en realidad, nunca sé en verdad
lo que voy a decir hasta que ya lo he dicho ".
Jorge Teillier
Cuando Jorge Teillier llega a los veintiún años de edad,
emprende un largo viaje de adioses y bienvenidas. Se interna en un
mundo poético de espejos, allí donde se refleja la propia
mirada y, más al fondo, repitiéndose en la circularidad
del universo, la interrogación .acerca del pasado. Una dinámica
de signos y armonías penetra el misterio y la magia de las
cosas y los asuntos vitales del hombre. De ese animal racional que
a fuerza de buscar la perfección sobre la bestia resbala frecuentemente
a la ceguera de los abismos.
El tiempo mismo entra en la discusión. No es tan simple marcar
los periodos entre el acontecimiento anterior y éste que ocurre
ahora. Envueltos en el texto, nos parece que nada hubiese pasado:
una palabra suya suele dar en el blanco del presente: las esquirlas
connotativas se expanden, y en el viaje hacia atrás, ¿los
árboles se quedan, o nosotros?
Todo parece ocurrir efectivamente en el instante del estallido vital.
Pero la explosión no mata. Tampoco es plácida: produce
en el lector un desplazamiento del lugar donde se encontraba su inteligencia.
Es el choque, la emoción. En su voz no se encuentra el tono
de las regresiones. A Jorge lo fascinan las ventanas. ¿Está
el hombre inevitablemente encerrado en el marco? Desde su puesto de
observación en el tren, su mirada es un arpón plácido
que atrae los objetivos y la dignidad de lugares habitados por gente
sencilla. Hay en su poesía una bella lección para el
hombre fugaz: consiste en saber mirar mejor. Estas ventanillas de
trenes veloces pueden abandonarse en cada estación inventada
para bajar y volver sobre sí mismo. El tren -de sorprendente
recurrencia en su poesía- solo en apariencia deja cosas y personas
atrás. Va hacia adelante también, a descifrar tal vez
el único misterio: uno mismo. El hombre en sus poemas. ¿Quién
es? Viajero que accede a la eternidad... "Siempre hay en mí
un amor que no muere / y eso te lo dirán los pueblos donde
el tren no se detiene...". Aquí no se inician viajes ni
se terminan en los puertos marítimos o aéreos donde
certos grupos pequeños entran en las máquinas. Jorge
prefiere las estaciones de ferrocarriles "Prefiere" significa
aventurar una posibilidad de elección que pudiera ser necesariamente
espontánea. En los andenes, como en ninguna otra parte, se
reúnen las multitudes. De etapa en etapa, unos llegan, unos
se van. Otros esperan. Un largo y angosto universo de maquinarias,
establece otras claras y odiosas divisiones: los hombres de primera
clase, con estrella; los de segunda, a estrellones, y los de tercera,
estrellados. En cada viaje la esperanza del día. Tiemblan tristes,
alegres, los pañuelos. El viento -otro elemento recurrente
en la poesía de Jorge Teillier- es un motor físico y
espiritual. Está presente a cada momento.
En la poesía única de Jorge, en la voz más inteligente
y emotiva de cuantos poetas viven hoy en Chile (en ella no hay regla,
ni compás, ni escuadra) no existen el odio ni el rencor. En
Teillier -raramente- poeta y poesía se parecen. Leal, amistoso,
lleno de amor, voz y presencia elevan bellamente la dignidad del espíritu
humano.
Los vientos soplan en el texto movedizo. La lluvia moja
las ventanas de los trenes, limpia el cristal que atraviesa la mirada.
Y en las estaciones también nace y muere el amor estrepitoso.
Poesía, cuento, anécdota. Armamos una historia con versos
de distintos poemas:
"Sí, esta es la misma estación que descubrimos
juntos" (1)
"Y tú habrías citado un verso mío/ escrito
en la misma estación:/ me acostaré con cualquiera,
menos contigo./ Las ruedas del tren me repetían esa frase..."
(2)
"Mientras parte el tren en donde viaja una muchacha/ que se
ha ido diciendo que nunca me querrá/ que se acostará
con cualquiera, menos conmigo,/ que ni siquiera me escribirá
una carta..." (3)
Ya es hora de poblar la ventana junto a Jorge, sumirnos
en el ensueño, a suficiente distancia de la situación
presente. Sobre nosotros mismos. "Y comenzaremos a ser otra vez
los desconocidos/ que hace años semiraban y miraban/ sin atreverse
a decir que iban a amarse".
Jorge Teillier. Honor para Chile.
Fernando Jerez.
(1) "Sentados frente al fuego", de "Poemas
del país de nunca jamás", (1963)
(2)"Por última vez", de Idem.
(3) "Los trenes de la noche" (1964)
Un dia seremos leyenda...
lo dijo Teillier
Una carta oscura, llena de imágenes de un pasado
de horas muertas y de cerebros consumidos por el sol, me recuerda
a esas tardes de besos, arena dura (casi piedras), nubes de las de
Baudelaire, siesta eterna, despertar de vinos y un poema de Teillier.
Es quizás este recuerdo, el que me lleva a rendirle desde aqui,
una dedicatoria al poeta Teillier que se hace oir en medio de tanto
ruido. Su muerte, el 22 de abril de 1996, no paró la belleza.
Y ahora en el 2002, en un año que quizás nunca pasó
por su mente, esta sección será armada por palabras
del que dijo: “un dia seremos leyenda”.
Comercio. Un libro de Edgar Poe, un pasaje de tren,/ un remolino,
un llavero sin llaves, una manta/ araucana, un calendario, un jarro,/
un payaso de trapo, un mapa de Cautin, el retrato de un gato,/ una
maleta vieja, una peineta, una camisal negra,/ un programa del Hipico,
un poema inconcluso, una/ ficha de teléfono, un disco de Zarah/
Leander/ un puñado de cartas, la torre del Tarot, un alfil/
blanco, un revólver sin nuez, una manzana.
Turismo. Hay pueblos hermosos y pintorescos, donde el tiempo
parece haberse detenido y que l0s chilenos debieran aprender a descubrir,
asi como se descubrieron, guiados por Azorin, l0s pequeños
pueblos de España. Fuera del clima, la hospitalidad proverbial
del sureño, y las comidas y bebidas de la zona, el visitante
puede conocer l0s últimos reductos de nuestra raza autóctona,
ya en vias de transculturación.
Carteo. Simplemente/ No me acostumbro a ver llegar la tarde,/
el vuelo de l0s tordos, el ruido del canal,/ las lágrimas malévolas
de l0s floripondios,/ y el dormitar envidiable de l0s gatos/ sin compartirlo
con tus ojos azul.
Jorge. (PD: El telegrama lo envio por mano/ porque tiene más
de once palabras/ y no sé escribirte menos que ellas/ y por
ahora no tengo dinero para escribirte más).
Novedades. Mis amigas son tres y vamos a ver pasar l0s trenes/
Sól0 a una de ellas le he tocado las mejillas/ Después
que ella me ha dicho que me cuide/ Tú sabes que a mi no me
gusta el mar/ Demasiado grande/ Es mejor mirarlo en un calendario
ridiculo/ Ridiculo como debo ser yo volviendo a ser un adolescente/
Para el cual el tren/ Es la llave que abre mi puerta/ La hoja que
pasa volando.
Webeo. Bradbury, como todo gran escritor, crea un mundo propio,
maravilloso, de cohetes que parten hacia el espacio como gigantescas
flores rojas, astronautas condenados a girar eternamente alrededor
del sol, robots que terminan por reemplazar a sus dueños, casas
que tienen vida propia. Todos estos elementos, descritos con una perfecta
correspondencia entre colores, sonidos y perfumes -como lo pedia Baudelaire-,
con una extraordinaria riqueza de fulgurantes imágenes, que
forman un estilo que nos hace observar con reticencia el seco naturalism0
y la sequedad de prosa de editorial de El Mercurio que caracteriza
gran parte de la prosa chilena de estos dias.
Recuerdo. Pasado el tiempo, a la salida del Instituto Pedagógico
de la Universidad de Chile, aguardaban nuestra llegada lugares como
Las Lanzas, Los Cisnes o El Center de Irarrázaval con Macul,
donde nos solía invitar nuestro profesor Ricardo Latcham. “Empecemos
el cañoneo a babor y estribor, muchachos”, exclamaba.
Ahora solo queda despedirse, por hoy o quizá para siempre.
Cuando todos se vayan a otros planeta/ yo quedaré en la ciudad
abandonada/ bebiendo un último vaso de cerveza,/ y lueg ovolver/
al pueblo donde siempre regreso/ como el borracho a la taberna/ y
el niño a cabalgar/ en el balancín roto.
Vicente Clua.
En La Nación, 15 de abril de
2001.
Retrato de un poeta
Daniel Fuenzalida ha recopilado en un libro un monton
de entrevistas que el poeta Jorge Teillier concedio, durante mas de
tres décadas, a diversos medios de comunicación. El
libro, publicado por Quid Ediciones y titulado simplemente “JorgeTeillier:
entrevistas (1962-1996)”, es un apasionante retrato de un hombre al
que le disgustaba callar, posar y mentir.
Al leer estas entrevistas, es posible seguir los pasos vitales del
poeta: lector voraz de literatura nórdica, becario en Italia,
juez benévolo pero vigilante de la literatura chilena, eterno
roedor del hueso de la melancolia, individuo carcomido por la muerte
y el alcohol que miraba la vida como a un amigo perdido en el bosque.
Su mayor quiebre -como el de tanta gente en Chile- se puede fechar
alrededor de 1973, cuando su padre y muchos de sus amigos partieron,
cuando lo único que le quedó fue su vida privada, que
poco a poco se fue privando de él. En esa trayectoria, la poesía,
su poesía, nunca dejó de palpitar.
Cuando se acercaban a Teillier, sus admiradores -y no pocos periodistas-
por lo general iban en busca del poeta maldito, del alcohólico
divino, del "viejo lindo" y una y otra vez se encontraban
con un caballero finalmente muy formal que preferia calificarse de
flojo antes que de maldito, que queria al vino pero no lo amaba. En
la autodestruccion de Teillier no habia -no hay- lecciones que tomar,
y el poeta se cuidaba much0 de no caer en las categorias fáciles
que sus seguidores le endilgaban.
Leyendo la recopilacion de Fuenzalida, recordé la única
vez que vi a Teillier. Acababa de leer poemas en un encuentro de estudiantes
de literatura y se puso a conversar con algunos jovenes. El permanecía
aplastado por su propio aliento en una silla de plástico, murmurando,
con los labios congelados con tanto vino que habia tomado. Para escucharlo,
había que agacharse y acercarse casi hasta su boca. Teillier
parecia estar de acuerdo con todos los que lo rodeaban, parecía
musitar cualquier cosa, parecía perderse y no importarle, y,
sin embargo, si uno transcribía sus palabras una tras otra,
se percataba de que hablaba con un sentido común, una sabiduría
y una amenidad envidiables. Creo que el tema era la historiografía,
una de sus pasiones, y sentí que su borrachera era una máscara,
una forma de aceptar la fría sala donde se desarrollaba la
escena, un abrigo en el que aún flotaba el timido provinciano
que un día había llegado desde Lautaro.
El borracho nunca había dejado de estar lucido, pero como sabía
que en esa época la lucidez en Chile era peligrosa (podían
matarte o dejarte solo por mucho menos que eso), se embriagaba para
que sólo lo comprendiera el que quisiera comprenderlo. Así
se salvo de muchas muertes no elegidas, para elegir la suya. Ahora
sólo quedan sus palabras.
Rafael Gumucio
Las Ultimas Noticias, 2 de abril de 2002
Muerte y maravilla de Jorge
Teillier
Nuestro querido amigo y admirado poeta, Jorge Teillier
acaba de morir. Pero una vez más, acaba de nacer, como cada
día junto a alguno de sus lectores alcanzados por la inesperada
belleza de sus poemas.
Como pocos nos ha dejado no sólo uno de los mejores legados
de nuestra inagotable tradición lírica, sino que nos
entregó además un nuevo país, poblado de aldeas
y fantasmas, más reales y definitivos que el Chile en que vivió
y fue transmutando pausada y decididamente en leyendas, mitos, utopías
que, por fortuna, no podrán ser jamás destruidos por
ninguna catástrofe de las que hemos presenciado en las últimas
décadas.
Ellos acompañaran nuestra propia existencia con una más
rica y profunda vida: la que él le fue arrancando a su ser
para hacerla más bella y deseable.
Uno de mis recuerdos más persistentes de Jorge Teillier, misteriosamente
(como todo lo que lo rodea), se relaciona con uno de sus poemas breves
y, en forma reveladora, en Lautaro, donde me había invitado
a pasar ese verano de los años 56 o 57. Estábamos a
orillas de una pequeña laguna, a pocas cuadras de su casa,
en ese pueblo semirural con mucho olor a campo, entre construcciones
de madera y tejas, calles de tierra y algún cureña caminando
o que sale o entra a uno de sus bares. Pueblo evanescente y mediatizado
por un aire que alejaba de la realidad y creaba un clima propicio
a la melancolía y a un cierto desgano contemplativo. De la
lagunilla salían lanzas de totoras, a poca distancia asomaban
unos girasoles, y en lo alto cruzaban parejas de patos.
De pronto, un caballo viejo asomó su cabeza.
Ya estaba hecho el poema, faltaba escribirlo.
Pero años después, luego de una larga temporada en los
Estados Unidos, leo el poema en uno de sus libros aparecido durante
mi ausencia: Muertes y maravillas:
Sentado en el fondo del patio
trato de pensar qué haré en el futuro,
pero sigo el vuelo del moscardón
cuyo oro es el único que podría atrapar,
y pierdo el tiempo saludando al caballo
al que puse nombre un mediodía de infancia
y que ahora asoma
su triste cabeza entre los geranios.
De estas experiencias simples, cotidianas, de un espíritu
que se aleja de la realidad y, sin embargo, descubre en ella lo que
existe detrás: la esencia de las cosas como vio Platón,
está hecha su poesía, que no aspira a ser trascendente,
ni metafísica, ni pretendidamente existencial, sino extraer
de ese roce entre su subjetividad y el mundo, una belleza destinada
a hacer un poco más tolerable la vida
para los demás. De aquí igualmente su sentido permanente
de la justicia, su sueño por una existencia más verdadera
y feliz para los hombres:
Tú sabías que la poesía debe ser usual
como el cielo
que nos desborda
que no significa nada si no permite a los hombres
acercarse y conocerse
la poesía debe ser una moneda cotidiana
y debe estar sobre todas las mesas
como el canto de la jarra de vino que ilumina los
caminos del domingo.
Así decía en un poema titulado El poeta de este mundo,
dedicado a René Guy-Cadou.
Y él curiosamente era también un poeta que situado
siempre al margen de la realidad fue sin embargo un gran poeta de
este mundo.
Jaime Valdivieso
Punto Final, 26 de mayo de 1996.