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Jorge Teillier
CONVERSACIÓN "BEAT" CON ALLEN GINSBERG
Para encontrarnos con Allen Ginsberg recurrimos al azar, que
parece seguir siendo
el mejor medio para reunirse con un poeta. Así fue como al pasar un
mediodía frente al Hotel Panamericano entramos a preguntar por el líder
de la "beat generation". Mientras nos comunican que debe partir de un
momento a otro a Concepción, lo vemos aparecer y nos acercamos a
saludarlo. Su aspecto varía entre el de predicador religioso,
comerciante ambulante y guerrillero cubano: frondosa barba, melena,
desaliñado atuendo y un equipaje consistente en un gran bolso de
buhonero y una caja de cartón.
Conversamos en castellano, que Ginsberg habla en forma bastante
fluida. Nos explica que lo aprendió durante sus viajes por el Caribe,
cuando era marinero mercante, y en su estadía por varios meses en México
(Chiapas y Yucatán). Al poco rato, para ilustrar mejor sus palabras,
abre la caja de cartón que nos había intrigado, y nos muestra una serie
de libros de nuevos poetas y prosistas norteamericanos, y algunas
revistas y folletos que nos regala, como un predicador que viene a dejar
su Evangelio al sur del Trópico de Capricornio. Es característica, nos
parece, en Ginsberg, una actitud de avidez y curiosidad que se
exterioriza en un afán de conocer cosas nuevas (apenas llegó a Santiago
partió al Zoológico, en donde se hizo amigo del oso hormiguero, y luego
visitó el café "Bosco", en donde trabó amistad inmediata con algunos
poetas), o de hacer proyectos como el de estar varios meses en Chile, y
luego atravesar a pie la Cordillera. Podríamos llamarlo, sin temor al
mosdismo, un "angurriento", calificativo criollo que quizás le sería
grato, pues durante la charla se autocalificó de "roto choro".
Nos sorprende la destreza con que Ginsberg amarra nuevamente su
equipaje. Nos explica que esto se debe a que durante un tiempo fue
dependiente de almacén. Actualmente ha vivido gracias a sus ingresos que
le proporciona su libro Howl (8 ediciones y más de 40.000 ejemplares
vendidos desde 1956. Recordemos que además en Chile hay una edición de
este poema traducido por Fernando Alegría). Además, ha grabado en disco
sus poemas, y hace clases de composición en un colegio de San
francisco.
Así ha llegado al éxito terreno este poeta, a los 33 años, después de
vivir y escribir en el infierno –como dice William Carlos Williams en el
prólogo de Howl– y recorrer una vía crusis en el cual quedaron su madre
Naomi, muerta en un Hospital de alienados, y su amigo Carl Solomon,
encerrado actualmente en un Hospital de alienados. Su libro –conviene
recordarlo– fue perseguido por la policía en nombre de la moral, lo que
lo hace emparentarse con Baudelaire y Henry Miller.
De su conversación, asaz fragmentaria, recordamos algunas
afirmaciones:
-Mi maestro es el gran poeta William Carlos Williams. Él renovó la
poesía norteamericana, rompiendo con la retórica tradicional, al
escribir versos medidos de acuerdo a la respiración y no al acento.
Completó la revolución iniciada por Whitman, pues Williams ecribe en
versos cortos, al contrario de los versos de gran aliento de
Whitman.
-Admiro profundamente a Jack Kerouac (nuevo Buda de la prosa
americana). Su último libro de poemas México Blues es maravilloso.
También admiro al prosista William Seward Borrouhs, autor de Naked
Lunch, y a los poetas Gregory Corso (autor de Gasoline, John Wieners,
autor de Hotel Wentley Poems), y al poeta católico Phillip Lamatia. (Al
referirse a este último, Ginsberg nos dice que no es un católico muy
ortodoxo, pus su mayor deseo es ser papa. Por su parte, Ginsberg nos
dice que a él no le gustaría ser nadie, ni siquiera Ginsberg).
-Mi amigo Carl Solomon permanece aún en el manicomio. Está empeñado
en demostrar que es mucho mejor estar enfermo que sano. Lleva cuatro
años en esta broma.
-Casi nunca me interesan las novelas. Leo principalmente prosa
lírica, escrita de una manera espontánea, y poemas. Tampoco me interesa
en género de la "science–fiction".
-Detesto la política cuando veo que las grandes naciones no hace más
que armarse. El verdadero camino de la salvación es el de transformar el
alma de los individuos.
-Me gustaba Fidel Castro, pero me parece mal que haya prohibido fumar
marihuana.
Sobre el tema de los narcóticos, Ginsberg demuestra sentir
extraordinario interés. Averigua cuáles se pueden encontrar en Chile. Le
recomendamos el chamico ("datura estramonio") que V. P. Rosales señala
en su Historia como estupefaciente usado por los mapuches durante sus
ceremonias mágicas.
Ginsberg demuestra especial interés por indicarnos que él y los
miembros del Grupo de san Francisco, además de otros muchos jóvenes
poetas de EE.UU. están empeñados en escribir en forma "espontánea", sin
limitaciones retóricas. Así el último poema largo de Ginsberg "Kaddish"
dedicado a la memoria de su madre, fue escrito en una sola noche; John
Wieners escribió sus poemas del Hotel Wently como una especie de diario
de vida. Le indicamos a Ginsberg que hay cierta similitud con la
escritura automática preconizada por el surrealismo, pero él la niega.
De todos modos, es evidente cierta semejanza. Hay similares
procedimientos de ataque a la literatura y al modo de vida oficial, y es
así como mientras los surrealistas editaban "la revista más escandalosa
del mundo", Big Tagle, revista de la cual es uno de los directores Allen
Ginsberg fue confiscada por escandalosa de acuerdo a una orden judicial.
Por otra parte, hay mucha admiración por Antonin Artaud –Michel Mc Clure
ha publicado un libro de poemas en su honor recientemente–, y por
Jacques Prévert, especialmente en su primera época.
Una modalidad original de estos poetas es la de unir la poesía a la
música de jazz. Kerouac y Ferlinghetti la iniciaron, grabando poemas con
singular éxito.
Es interesante el interés existente en el grupo de Ginsberg por lo
latinoamericano. En el último número de la revista Yugens se publica un
poema de César Vallejo, con una nota en la cual se dice que es el mayor
de los poetas de Sudamérica. Se anuncia para este año la publicación de
los Antipoemas de Nicanor Parra, por City Light –la misma editorial que
publicó Aullido (Howl). Cuando triunfó la revolución cubana, varios
poetas, Kerouac entre ellos, publicaron un homenaje colectivo a Fidel
castro. Mientras conversábamos, llegó Lawrence Ferlinghetti, quien nos
entregó un poema dedicado a pedir la renuncia de Eisenhower.
Anunciar que va a partir el bus que llevará a Los Cerrillos a los
poetas. Ginsberg se despide, anunciándonos que volverá a Santiago por
algún tiempo. Se echa su bolso al hombro, y parte a difundir al sur de
Chile el evangelio de la "beat generation".
En Ultramar, Santiago, N°3
(04.1960), p. 3.
tomado de Jorge Teillier: Prosas
Editorial
Sudamericana, 1999.
ALLEN GINSBERG
TREPA POR CHILE
Por Vadim Vidal
En enero de 1960, el poeta
beatnik Allen Ginsberg estuvo en Chile. Vino por dos semanas y se quedó
tres meses, la mayoría del tiempo en la casa de Nicanor
Parra. Carreteó con Gonzalo Rojas, Ernesto Sábato, Violeta Parra,
Teillier y toda la taquilla pensante de la época. Y los que se acuerdan
de esos días, de esto se acuerdan
ALLEN GINSBERG era pop cuando no existía el pop y
actuaba como rockstar a pesar de que el rock contaba recién sus primeros
pasos, y fue activista gay cuando no existía el gay power. Lo suyo era
la poesía beat, el misticismo y el vagabundeo. Eso lo trajo a Chile en
enero de 1960.
En esa época, en Chile era usual que las
universidades realizaran congresos durante el verano. Programado
entremedio de un congreso de Psicoanálisis en la Universidad de Chile, y
otro de escritores chilenos en la de Valparaíso, el "Primer Encuentro de
Escritores Americanos" en la Universidad de Concepción fue la razón de
la visita ginsbergiana. Además de su amigo Laurence Ferlinghetti (el
otro poeta norteamericano perteneciente a la tribu de la Beat
Generation que lo acompañó), entre las visitas ¡lustres de ese
encuentro estuvieron Ernesto Sábato, Miguel Arteche, Nicanor Parra,
Volodia Teitelboim. Gonzalo Rojas fue el de la idea: "Todo esto se gestó
en noviembre de 1959, cuando me contacté en San Francisco con la
librería de Ferlinghetti, City Lights, donde mandé una invitación a
cuatro escritores de la Beat Generation. Vinieron dos. Jack Kerouac se
excusó".
Cuenta Rojas que para Ginsberg y compañía fue muy
extraño que los mandaran llamar desde una punta del mundo y como
anécdota, recuerda que los organizadores ofrecían traer a las esposas o
parejas de los participantes, por lo que Ginsberg mandó pedir dos
pasajes en primera clase, "una para él y la pareja con que andaba". Pero
llegó solo.
Nicanor Parra no los conocía, ellos tampoco a él,
aunque Parra era citado como influencia para su poesía: en 1954, el
poeta chileno había editado los "Poemas y Antipoemas" y el 56, Ginsberg
dio a la luz su célebre "Howl" ("He visto a las mejores mentes de mi
generación destruidas por la locura, hambrientas, histéricas, desnudas/
arrastrándose por las calles de los negros al amanecer en busca de una
dosis furiosa..."). Desde Las Cruces, el antipoeta se recuerda: "Él
estaba más bien en la onda gay, era lo que más le interesaba". Cuenta la
leyenda que cuando le preguntaron en el aeropuerto a qué había venido a
Chile, Ginsberg respondió "Vengo a follar", pero Parra no confirma la
anécdota, ni tampoco lo hizo Ginsberg en una entrevista concedida a
Noreste en 1987 .
Según la evasiva respuesta de Ginsberg, "puede ser (que
haya dicho eso). En Santiago conocí a mucha gente, salíamos a los bares
de la calle Alameda... Tengo muchos amigos en Santiago". "Y sepa Moya si
lo hizo, esa era su vida privada", acota Parra.
No hay mayores
registros de la visita y la mayoría de quienes la recuerdan lo hacen de
un modo anecdótico, como si hubiera venido a Concepción y luego hubiera
hecho sus maletas de vuelta a San Francisco. Pero la verdad es que el
poeta se quedó un rato largo. Así lo contó el propio Ginsberg en
Apsi en junio del 1987, a Sergio Marras: "Viajé por todo Chile.
Estuve en Ancud en la casa de un poeta de allí. Su familia tenía una
envasadora de pescado, y comí mucho pescado en tarro. Salí a pescar.
Crucé Los Andes hacia Bariloche. También fui a Temuco. Me interesaban
los araucanos y sus hierbas. Así que las busqué hasta que las encontré.
Esas hierbas eran muy celebradas en la época. Producían efectos
novedosos".
En efecto, Ginsberg anduvo en Chiloé tras la pista
del chamico, una hierba mapuche que se la había recomendado el poeta
Jorge Teillier antes de aprtir al congreso sureño. Teillier lo había
interceptado a la salida del Hotel Panamericano, en Santiago, y
aprovechó de entrevistarlo para Ultramar, la revista de la
Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile. En esa nota, según
Teillier, su aspecto era "entre predicador religioso, comerciante
ambulante y guerrillero cubano: frondosa barba, melena, desaliñado
atuendo y un equipaje consistente en un gran bolso de buhonero y una
caja de cartón".
Ángel Parra, que también estuvo con el poeta,
cuenta desde París que éste se adaptó muy rápidamente a Santiago y que
fue a San Diego a comprarse un overol azul. "De esos que tienen
pantalón", recuerda su tío Nicanor en el Litoral Central. "Y nada más,
ropa interior, no. Evidentemente que eso llamaba la
atención".
Bueno, Ginsberg también llamaba la atención cuando
hablaba. En Concepción dijo que era "urgentemente necesario importar
algunos kilos de marihuana para los escritores chilenos a fin de
despertar su dormida percepción". Para Gonzalo Rojas, "llegó haciéndose,
un poco presuntuosamente, el dueño de la cosa, como el desafiante". En
todo caso, cuenta que eso era "pintoresco, simpático, con aire de mundo,
y sirvió para ventilar al país".
Nicanor Parra se acuerda que
Gins berg se adueñaba de los recitales de poesía. Años después, Parra
siguió recitando junto a él en Nueva York y en distintos congresos y
siempre llevaba algo preparado para hacerle el peso.
En su paso
por Concepción, Allen Ginsberg se instaló ante mil personas en el Foro
de la Universidad, leyó poemas de su libro "El Aullido", en inglés, y el
escritor Fernando Alegría, que lo había traducido, lo iba leyendo en
español en forma simultánea. Se robó la película.
Entre las
anécdotas penquistas, todos los que estuvieron con él recuerdan su
visita al mineral de Lota. Cuenta Rojas: "A la salida de las sesiones,
que terminaban como a las cinco de la tarde, me iba con todos a Lota.
Salíamos volando para alcanzar a llegar a la salida de los turnos de los
mineros que habían entrado a las cuatro de la mañana, y que venían todos
tiznados desde el fondo. Entonces yo les dije ¿quiénes son los valientes
que se atreven a bajar al pique?, y éstos se atrevieron. Este era uno
mucho más difícil y más profundo, había que meterse por las galerías. Me
acuerdo que Ferlinghetti dijo que le recordaba cómo era la minería en
Pennsilvania el siglo anterior. La visita le impactó y, de hecho,
escribió un poema de eso, llamado Puerta escondida". Parra también
estaba ahí y recuerda un chiste macabro: "Después de que vimos a los
mineros volver del fondo de la tierra -todos éramos en ese tiempo
marxistoides yo no sé quién le preguntó qué era lo que pensaba de esto,
la explotación capitalista y él dijo: el mundo se divide en ricos y
pobres. Estos ñatos han elegido ser pobres, que se cambien al otro
bando: que se hagan ricos. Ese fue el chiste que hizo. Pero ese chiste
hay que leerlo por debajo y por el lado, es muy complejo".
Luego
de Concepción, el gringo beat visitó Ancud, Bariloche, Temuco y de
vuelta a Santiago. Ginsberg nunca se quedaba en un solo lado y esta no
fue la excepción. La capital era sólo la escala para aventurarse en la
ruta inca que había efectuado su amigo William Burroughs siete años
antes. Claro que en la pasada conoció al clan Parra en extenso y también
la bohemia santiaguina de la época. Nicanor Parra lo hospedó cerca de un
mes en su casa de La Reina y compartió con Violeta y Ángel Parra, que
vivían cerca. Todo esto mientras esperaba que su amigo Ferlingetti, que
había vuelto a Norteamérica, le enviara unos cheques que le permitirían
ir a Perú y Bolivia.
Francisco Vejar, poeta y amigo de Jorge
Teillier, dice que se contaban historias sobre su estadía en La Reina.
Como que se inyectaba los brazos sin sacarse el chaleco. O que andaba
trayendo un pasaporte que acreditaba médicamente que tenia que consumir
"ciertas dosis" de drogas al día y que no se le podía privar de esas
sustancias. Sustancias que, ciertamente, tenía problemas para conseguir.
Gonzalo Rojas narra la irrupción que tuvo en el bar II Bosco, cuna de la
bohemia santiaguina de entonces: "Me lo contaron, yo no lo vi, pero
entró y gritó: ¡Vengo a buscar cocaína y maricones! Entonces, uno de los
de ahí lo tiró de la chaqueta y le dijo: Ya, huevón, aquí está lleno de
maricones y drogadictos, así que no venís a hacer ninguna cosa nueva".
Agrega que "se hizo muy amigo de los escritores jóvenes ya que tenía sus
devociones que todos saben, le interesaba mirar". Pero que no recuerda
ningún escándalo mayor. Lo que ratificó el mismo Ginsberg en la
entrevista que le dio a Sergio Marras: "No me enamoré de nadie, al menos
particularmente, aunque le eché el ojo a un joven pintor que hacía unos
dibujos muy buenos. No recuerdo su nombre".
Uno de los últimos
poetas que Ginsberg aprovechó de conocer fue Pablo de Rokha, quien vivía
frente a la Estación Mapocho después de su viudez. Vejar cuenta lo que
Teillier le contó a él: "Carlos de Rokha, su hijo, que es un enorme
poeta, le preguntó a Ginsberg ¿es verdad que usted es marica? y él le
dijo que sí. Entonces Carlos le recomendó que no le dijera nada de eso a
su papá porque o si no lo iba a echar a patadas".
Con los años,
la conversación que más recordó Ginsberg de su viaje fue la que sostuvo
con los de Rohka: "Hablábamos de elecciones, de lo difícil que sería una
elección en Chile si el Partido Comunista ganaba. Ellos decían entonces
que, en ese caso, el Departamento de Estado intervendría, que Chile
vivía a la sombra del imperialismo americano. En ese momento yo pensé
que eran unos exagerados". El poeta beatnik hablaba en un castellano
medio tarzanesco que aprendió durante sus viajes por el Caribe, cuando
era marinero mercante.
Pasaron otras cosas: al par de meses,
Ginsberg quería arrancar de Santiaqo, ganoso de partir a Perú a probar
la ayahuasca de manos de los indios amazónicos; y se enfermó, como le
declaró en una carta a su amigo Sebastián Salazar Bondy. De los seis
meses que pasó en Sudamerica, tres los pasó en Chile. Luego, partió a
Perú, Bolivia, y se fue a la India, a exorcisar los dolorosos recuerdos
de la muerte de su madre Naomi Ginsberg, presa de la esquizofrenia, a
quien le dedicó su monumental letanía Kaddish que escribió en una
sola noche. Poema que hizo poco antes de este viaje. Cuando ya era una
leyenda viviente.
En Zona de Contacto de El
Mercurio
viernes 13 de junio de 2003