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 Proyecto 
      Patrimonio - 2009 | index | Thomas Harris | Greta Montero Barra  | Autores |
   
   Entrevista a Tomás Harris
 Por Greta  A. Montero Barra
 
   
  Thomas Harris nació en La Serena  en 1956. Es profesor de español por la Universidad de Concepción, en la que también  cursó estudios de Magíster en literaturas hispánicas entre 1982 y 1983. Ha impartido docencia de literatura  y lenguaje en diversas universidades. Actualmente se desempeña como docente en  literatura en la universidad Finis  Terrae y cumple la función de investigador  en el Archivo del Escritor de la Biblioteca Nacional de Chile y es secretario de  redacción de la revista Mapocho, órgano de difusión cultural de dicha  institución. 
 Ha publicado siete libros de poesía: Zonas de peligro (1985); Diario de Navegación (1986); El  último viaje (1987); Alguien que sueña, madame (1988); Cipango (1992; 1996 en fce); Noche de brujas y otros hechos de sangre (1993); Los  7 náufragos (1995) y es autor de un libro de cuentos, Historia personal  del miedo, (Ed. Planeta, cuentos, 1994). ha participado en encuentros  literarios en distintos países y su obra aparece traducida al inglés y al sueco.  en 1993 obtuvo el Premio Municipal de Poesía por su obra Cipango, y  en 1996 obtiene el premio Casa de las Américas  por su obra inédita Crónicas maravillosas. En el año 2001 publica dos  libros de poesía, Itaca (Lom Ediciones) y Encuentros con hombres  oscuros (RIL). En 2006 publica el poemario Tridente (RIL), el que  junto con Encuentros con hombres oscuros queda como finalista del premio  Altazor en mención poesía. El año 2007 publicó Lobo (Lom Ediciones) con el que obtuvo el premio a la mejor obra literaria
 
 - ¿Cuál ha sido tu  inquietud al intertextualizar en tu obra con algunos de los textos  fundacionales (de descubrimiento) de la identidad latinoamericana y occidental,  como las Crónicas de Colón, alusiones a Álvar Núñez Cabeza de Vaca y los viajes  de Marco Polo? ¿Corresponde a lo que algunos han interpretado como la  construcción de una “antiépica” latinoamericana? - Borges, creo que fue  quién dijo que la literatura no era otra cosa sino un vasto y permanente  sistema de citas. Creo que cada vez más el poeta va tomando conciencia de esta  certeza y no sólo el poeta, los escritores en general. La textualidad es móvil,  fluctuante, discontinua, aleatórea, rizomática si tú quieres. Ahora bien,  dentro de esa movilidad textual, uno tantea, busca, se sumerge en otros textos  hasta que encuentra su propio sistema citacional, sus propios y necesarios  dialogantes textuales. Por motivos contingentes, la dictadura militar  instaurada en 1973, cuyas primeras prácticas fue la de intentar borrar o  distorsionar todo lo precedente, se me apareció como una necesidad buscar un  mástil donde asirse, una cofa, un punto de mirada. Y creo que esta se me  apareció como la necesaria huella identitaria que había que plasmar en nuestra  poesía. Desandar los pasos perdidos, como en la hermosa novela de Alejo  Carpentier. Carpentier me ayudó a esa búsqueda tanto en sus novelas como en sus  magníficos ensayos. Colón funda nuestra mirada textual: es un tipo que va a  contrapelo de todo lo que la lógica de la época le podía dictar. Además en él  está el tópico del viaje, como en Cabeza de Vaca el del naufragio. Un viaje destinado  al naufragio, eso es lo que somos. No sé si llamarlo anti-épica, pero sí hay en  “Cipango” muchos “modos” literarios que tienen su origen en la épica, y, por  supuesto, aparecen parodiados, desmitificados.
   - A partir de Cipango, se  considera tu poética como una escritura desde los espacios degradados del  cuerpo colectivo, que son las ciudades, dentro de una erótica del delirio que  contribuye, entre otras cosas, a desmantelar discursos. ¿Estás de acuerdo con  esta consideración?  - 
        Sí en gran parte.  Conscientemente he buscado situar mi poesía en espacios degradados, baldíos,  prostíbulos, bares, prisiones, etc. Espacios que se construyen metafóricamente  y hasta alegóricamente. La carga erótica de mis textos no creo que sea  delirante (uno llega al delirio únicamente en el acto mismo de hacer el amor),  sino más bien una búsqueda donde la erótica se tensa para abismarse hacia su  cara oculta, a sus manifestaciones límites en la escritura. Más bien es el  intento de releer poéticamente a Sade, Artaud, Bataille, cierto Breton. Ver que  hay en el fondo de esas voces negativas y desesperadas. Si, finalmente, la  experiencia límite es, como escribe Blanchot, “la respuesta  que encuentra el hombre cuando ha decidido  ponerse radicalmente en entredicho.”
 
 - Debido a las conexiones  con el cine y los elementos visuales de la contemporaneidad se ha identificado  tu poética como una retórica de la imagen (videosfera), la fragmentariedad y la  dispersión ¿Podríamos enmarcar esta idea en la percepción de una actitud  paródica frente a los referentes?
 - Si consideramos la parodia  como “irrisión y apoteosis”, como un acto tanto de amor como de destrucción de  esos referentes, sí. Porque yo soy de una generación que nació en un mundo  impregnado por la cultura de la imagen, sobre todo del cine y de los comics, la  publicidad y la   TV. Nunca me he considerado un  “apocalíptico” frente a estas manifestaciones. Es más, el cine ha sido, antes  que la literatura, no sólo un referente cultural por antonomasia, sino también  sentimental. Hoy por hoy, entre una buena novela de Roberto Bolaño o un buen  libro de poesía de Gonzalo Rojas, sólo por dar dos ejemplos, o una mala  película como “Zombie 3” de Brian Yuzna, me  quedo con “Zombie 3.” La gozo como cabro chico.
 
 - Fuera de la  investigación, la docencia y la escritura misma, ¿dejas o te queda algún tiempo  libre para hacer algo fuera de la literatura?
 - Uf. Difícil. Pero sí,  caminar por el centro, almorzar con algún amigo o amiga que no estén rayando  con el rollo literario, dormir, escuchar música, ir a Viña a ver el mar con mi  mujer, conversar de cine bizarro con un amigo que tiene una tienda de vídeos en  el portal Lyon, ir a matar zombies en los juegos “Diana”, esas cosas.
 
 - Has expresado en alguna  oportunidad que te fascinan, particularmente, las producciones de Ingmar  Bergman y los exponentes del cine de horror. ¿Qué importancia han implicado en el  desarrollo de tu escritura estas preferencias? ¿Qué otros ascendientes podrías  acusar?
 - Bergman es genial. Bergman  para mí es el cine. “La hora del lobo”, “La fuente y la doncella” y “El séptimo  sello” son insuperables. “Crónicas maravillosas" es un diálogo permanente con  “El séptimo sello.” Poder vivir un sueño oscuro, una pesadilla a lo Fuselli,  ser un voyer inocuo de la muerte me parecen experiencias geniales. Yo soy de  una generación que tuvo la suerte de ver en el cine las brillantes películas de  la Hammer films, Christopher Lee y a Peter Cushing. Son experiencias  sublimes, románticas. Hasta el cine Z como “La noche erótica de los muertos  vivientes.” de Joe D’Amato son geniales en su desfachatez.  Ahí hay todo un potencial imaginario que  jamás abandono. La vara política de los tiempos se puede medir con una  exactitud milimétrica en estos filmes. Los miedos, las angustias, cómo afectan  los diversos sistemas represivos de una época. ¿Otros ascendentes? El cine de  David Lynch, que hace lo que quiere hoy por hoy con la cámara y los cómics de  Jodorowsky y Manara, la realidad virtual, la ciencia ficción cuando está ligada  al horror, como en Aliens. También la pintura, Goya y Hopper.
 
 -¿Cómo describirías la  relación que has mantenido durante tu trayectoria con los poetas de tu  generación y con la ciudad de  Concepción?
 - Ahora más bien  distante. Porque Santiago es una ciudad que absorbe demasiado tiempo y como ya  casi no voy a encuentros dentro de Chile ni a lecturas grupales, porque me dan  una soberana lata, casi no los veo. Pero sí los leo, estoy al tanto de lo que  se escribe. Durante los 90 la cosa era distinta porque iba a más encuentros,  incluso se debatía más, la cosa estaba más vital entre los poetas de los 80.  Ahora hay como un extraño ostracismo. Y con los poetas de Concepción, como  Carlos Decap, Carlos Cociña, Nicolás Miquea, Egor Mardones, Juan Zapata, Alexis  Figueroa o Juan Carlos Mestre, que son mi verdadera generación, ya que  compartimos muchas cosas similares tanto en la Universidad como fuera de ella, me entregaron mucho y vivimos en tiempos  difíciles tratando de sacar adelante utopías que ya se han perdido. Ese tiempo  fue hermoso y horroroso a la vez, pero aprendí muchas cosas, tanto en poesía  como en las relaciones humanas
 
 - ¿Qué lugar ocupa el  contexto sociopolítico del país en tu escritura? ¿Prevés algún cambio en la  manera de leer y escribir en un mundo globalizado como el que estamos viviendo?
 - El contexto  sociopolítico siempre ha sido fundamental e ineludible en mi poesía y en toda  poesía que se precie. La actual sociedad socialdemócrata y neoliberal que  vivimos ha  querido hacer del país una  ficción de una condición cada vez más lamentable. Ha llevado al descrédito de  la política y de los políticos que para una democracia sana es fatal. Además ha  caído en un burdo nepotismo y ha arrastrado a la clase media a la pauperización  y cada vez se abre más la brecha social. Las políticas culturales no tienen  rumbo. Respecto a la lectura en el mundo globalizado me remito a lo que dice  Roger Chartier en “Las revoluciones de la cultura escrita”: “La comunicación a  distancia, libre e inmediata que la red permite establecer puede llevar a la  pérdida de toda referencia común, a la separación radical de las identidades, a  la exacerbación de los particularismos. O, por el contrario, puede imponer la  hegemonía de un modelo cultural único y la destrucción, siempre mutiladores, de  las diversidades. Pero también puede producir una nueva modalidad de  construcción y de comunicación de conocimientos que no sería ya solamente el  registro de las ciencias ya establecidas sino además (…) una construcción  colectiva del saber en virtud del intercambio de conocimientos, de habilidades  y de sabidurías”. Ojalá el resultado sea este último.
 
 - ¿Corriges demasiado lo  que escribes? De ser así, ¿cómo consigues controlar tu imperativo autocrítico  de modo tal que no aniquile tus sucesivos intentos de sacar adelante un texto?
 - Cuando tengo una idea  que veo que va a transformarse en material de un libro, generalmente, escribo  un poco frenéticamente, a veces casi automáticamente. Como mis textos están  interrelacionados y tienen una tendencia narrativa, esto me facilita la  escritura. Pero la corrección es fundamental. Corrijo bastante. Cinco o seis  versiones de un poema. O de un fragmento. Antes, cuando escribía a máquina era  más fácil mantener el control de las correcciones. Ahora, en computador, las  correcciones se borran, y no quedan huellas, Pero creo que he logrado controlar  esa autocrítica, que es más bien la búsqueda del modo de decir adecuado a lo  que estoy escribiendo. Lo único dudoso es que soy un corrector que agrega más  que quita. Mi tendencia a lo extremo.
 
 - Señalaste en entrevistas  anteriores que has intentado hacer una obra unitaria, donde la simultaneidad y  el mal sean los ejes centrales. Según esto, ¿cuáles consideras que han sido los  principales cambios escriturales que has experimentado durante tu trayectoria?  ¿En qué punto consideras que se encuentra tu poesía actualmente?
 - El simultaneísmo, que al  comienzo se me dio intuitivamente, posteriormente lo descubrí, en un texto,  leyendo a Pound, en la década de los 80. Esa lectura me ayudó bastante para  sacar adelante un proyecto como Cipango y Los 7 náufragos. Y finalmente se  transformó también en mi sistema de escritura. Respecto al Mal, es multiforme y  dúctil, y hay que leerlo en sus distintos contextos epocales, en sus mutaciones  y proliferaciones. Cambios escriturales si lo ha habido han sido más digamos  temáticos, referenciales. Por dar un ejemplo: en “Tridente”, la ciudad ya no es  Concepción, sino Colono, y el intertexto, “Edipo en Colono” y por sobre las  referencias cinematográficas han funcionado como dispositivos textuales la  virtualidad, la “transparencia del mal” como la llama Jean Braudillard. ¿En qué  punto se encuentra mi poesía ahora? La verdad es que no lo sé. Estoy demasiado  involucrado en ella y en el ahora como para poder ser imparcial.
 
 - A partir de los grandes  referentes vivos que son Rojas y Parra, pasando por algunos poetas de la  llamada generación del 60, ¿cuáles serían, desde tu punto de vista, los poetas  más relevantes de tu generación en este momento y qué espacio sería el que  ocuparían  dentro de la actual poesía chilena?
 - 
               Mi generación es  tremendamente heterogénea, y creo que se ha distanciado lo bastante de Parra y  Rojas como para dar un giro escritural, en general, que le dé un valor per se. Sobre todo de Gonzalo Rojas,  porque Parra es un referente que aún uno ve en muchos integrantes de mi  generación. Más asimilado sí. Zurita tiene otros referentes, por ejemplo: la  gran novela latinoamericana, Artaud en sus comienzos, un Neruda apropiado,  Homero, Dante, es un poeta vastísimo. Diego Maquieira y su carnavalización de  la palabra, lo dionisíaco y absorbente de sus textos. Me gusta Paulo de Jolly  con su obsesión por la Francia de Luis XV y su  manera esquizoide de desestructurar el verbo. De los poetas de los 60, para mi  gusto poético y más cercano a lo que yo mismo escribo, me resultan  fundamentales Oscar Hahn, Gonzalo Millán y Waldo Rojas. Y volviendo a Gonzalo  Rojas, para mí es un poeta ineludible: me regaló (textualmente) Orompello.
 
 - ¿Difiere mucho, o es  una continuidad,  el concepto de texto (poema) del concepto de libro en tu  proceso escritural?
 - Difiere. En la medida  que considero al proceso escritural un tejido permanente y al libro, en tanto objeto,  un vehículo que soporta ese proceso que yo veo vivo y articulado más acá o más  allá del libro.
 
 - Entre tus premios más  destacados se encuentran los premios Pablo Neruda y Casa de las  Américas, entre otros. Desde tu perspectiva, ¿qué piensas de los premios  literarios y de la institucionalidad cultural de nuestro país?
 - Los premios, simplemente,  bienvenidos sean, pero uno no escribe para ganar premios, escribe porque si no  te quedas vacío o te mueres en vida. Sobre la institucionalidad cultural hoy en  Chile, como trabajo para el Estado, me reservo la opinión. Pero sí debo aclarar  que entre los poetas y las instituciones siempre habrá una fractura, un hiato,  que es el que marca el Poder de la Institución y la permanente disidencia del poeta.
 
 - Mirando desde lo que son  tus gustos literarios, ¿qué obras desecharías, cuáles recomendarías y qué  libros rescatarías del olvido o el desconocimiento?
 - Desecharía todos esos  libros a los que George Steiner llama pura pulpa: libros de autoayuda, los  primeros, el 50% de la narrativa chilena actual, el 60 % de la poesía chilena  actual, libros miserables como “El desalojo” de Andrés Allamand, y toda la bazofia  de derechas como los pasquines de Hermógenes Pérez de Arce, etc. Recomendaría  leer “Escombros” una recuperación de las notas que publicó en vida Martín Cerda  (nuestro Walter Benjamin) las memorias de Gonzalo Millán y de Bertoni, las  reediciones de Enrique Linh, “El libro de la guardia” de Bruno Vidal y en  traducciones todo Cormac McCarthy y un libro formidable de Robert Darnton “Los  best sellers prohibidos en Francia antes de la revolución”. Del olvido  rescataría un librito autobiográfico de Mariano Latorre  “El caracol”, toda una sorpresa y esa caja de  Pandora que son las “Actas surrealistas” compilada por Braulio Arenas.
 
 - Además de la poesía has  incursionado en otros géneros, como en Historia Personal del Miedo (1994), que es un libro de relatos, ¿cómo ha sido esa experiencia? ¿En qué  terreno te sientes más cómodo? ¿Qué códigos de la narrativa, tanto literarios  como no literarios, han resultado decisivos para tu concepto de escritura?
 - Cuando se publicó “Historia  personal del miedo” la crítica me mandó a escribir poesía de nuevo. Pero es  curioso porque ahora han aparecido jóvenes lectores con el libro que sólo se  encuentra en librerías “outlout” para que se los firme. Ahora para mí fue un  divertimento ese libro, pero no le haría asco a sacar otro libro de relatos.  Ahora, por supuesto me siento más cómodo en el terreno de la poesía, que es lo  mío. De los códigos de la narrativa que me han resultado más decisivos para mi  concepto de literatura estría la diégesis narrativa, es decir poder hacer una poesía  que “cuente”, que relates y, dentro de estos, los de la épica y su contraparte,  la parodia.
 
 -  Háblanos de Tomás Harris  en cuanto autor y lector y sobre el concepto preconcebido, si es que lo tienes,  del o los destinatarios de tu escritura.
 - Esta pregunta sí que es  peluda. Después que Borges escribiera “Borges y yo”, qué agregar. Que adscribo  a todo lo que dice ese texto con las distancias o el abismo del caso y, sobre  los destinatarios de mi escritura… que les dedico el poema “Al lector” de Baudelaire.
 
 
   LOS CAZADORES DE RELATOS    
          
            EN LA PLAZA DE XEEMÁ EL FNA(LOS  SENTIDOS DEL RELATO)
 Los verdaderos relatos surgen del corazóny lo que tú llamas poesía sólo es un  advenimiento de la
 mente
 construida con la pericia del orfebre,
 pero nada más (ni menos)
 –me dijo ese poderoso y broncíneo
 hombre del Maghreb–
 ven conmigo, arrímate a nuestra plaza,
 la plaza de Xeemá el Fna de Marrakesh,
 y oirás esos relatos surgidos del corazón,
 a esta hora están todos los escuchas  arrebujados
 en el anillo de la halca
 y sólo les verás el fulgor de los ojos  atentos,
 y puede que más de algún cuchillo salga
 a refulgir si hay alguna discrepancia en  la trama,
 en los rasgos de algún protagonista o  actor
 circunstancial;
 te lo digo sólo por precaución,
 una cuchillada perdida es tal fatal como  una bala
 sin blanco.
 Es la pasión que despierta el relato y  ninguno de los oyentes
 arrebujados en la plaza de Xeemá el Fna  permitiría
 una mentira en los relatos;
 pero no me refiero a una mentira de la  ficción,
 sino a una mentira que surja del corazón
 del anillo de la halca.
 Así de celosos somos por el corazón de  nuestros relatos.
 Pero será una experiencia de hoguera,
 de chispas liberadoras que podrás narrar a  tus compañeros
 cuando tengan miedo en las noches
 o sientan la nostalgia por sus remotos  orígenes.
 Y esto mismo que te estoy contando,  viajero,
 podría ser un relato más para ti
 ofrenda de mi propio corazón para esas  noches que te mento.
   LOS CAZADORES DE RELATOS
 Hey! ,my bad lieutenant Mucduff, pon el  ojo en la miratelescópica de tu rifle, pero apaga el  rayo láser,
 el punto rojo podría delatarnos, y apunta  a ese
 círculo de aparentes árabes arrebujados en  torno a la
 hoguera mortecina; ¿sabes lo que hacen? Se  congregan
 día y noche a narrar historias sin parar  como si
 en ello se les fuera la vida, pero claro  esas historias son
 su vida, y las vidas de los que los  precedieron en
 ese círculo harapiento, parece un  organismo que
 susurra en una dimensión paralela a la  nuestra,
 una medusa debatiéndose en la tierra  árida,
 pero ni la sequedad ni la miseria  erosionará
 sus ansias de narrar, lo único que los  mantiene
 con dignidad en sus malhadadas vidas,  fíjate como
 brillan los ojos fulgurantes del que  narra,
 cómo se tensas sus músculos y brilla el  sudor,
 esa pasión es nuestra peor enemiga, ya que  en
 ella reside su supervivencia y produce los  ecos,
 el aura mágica de esos sobrevivientes, ese  ínfimo
 cículo, la halca, es como un estadio lleno  de
 hinchas de un torneo sagrado, y las  crepitaciones
 del fuego, la danza imperturbable de las  flamas,
 es la vida perpetuada de su pueblo, la  metempsicosis
 que se adhiere como moluscos deseantes en
 las reminiscencias de los peregrinos que  los acompañan
 y que, a su vez, narran sus propios  destinos
 cuando ya han pasado siglos de aprendizaje  en la halca;
 es el destino de esos organismos que  sobreviven apenas,
 my bad lieutenant Mucduff, lo que hace más  duro nuestro
 oficio de Exterminadores del Deseo, de  oficiantes
 del crimen perfecto, mira la poesía que  brota de
 cada boca desdentada, la lírica de sus gestos,
 eso es lo que los hace fuertes y a  nosotros una
 casta en decadencia, aunque todo decae  acá,
 my bad lieutenant Mucduff, tu propia  historia de justicia
 regia ya se va borrando del recuerdo si  alguien
 no reclama para sí y de manera apasionada
 tu sucesión; pero ya es hora de trabajar  para
 lo que nos pagan, así que leamos lo que  narran
 esos labios corroídos e identifiquemos por  sus avatares
 al narrador preciso, que será su historia,  narrada
 más temprano que tarde, la que nos  permitirá
 echarle el guante e irnos por unos  milenios de
 borbon, jazz y hetarias al hotel del guión  que
 nos ofrecieron en el contrato que firmamos
 con esa criatura toda vestida negro, con  la
 sangre de nuestras venas que, te lo juro  por Duncan,
 no caerá acá en esta miserable tierra seca
 y la haremos arder con las danzantes del  vientre
 el año pasado en Mariembad, donde veranea
 la misma Muerte en sus meses de asueto,
 cada milenio cuando enloquecen las  estrellas.
   EL RELATO PERDIDO Escucha, captain Malcolm, cómo los  susurros delos narradores se confunden con el  crepitar de la hoguera.
 ¿Es eso lo que llamas épica? O sólo es una  percepción
 fallida de mis circuitos cerebrales, una  interferencia
 de los electrodos que nos pusieron que  comienzan a
 languidecer? Captain Malcom, debes  aclararme unos
 puntos ahora, porque comienzo a confundir  los hechos,
 se me cruzan enanas blancas, lunas de no  sé qué planeta
 agónico,
 murmullos que no deberían distraer mi  sueño permutante,
 no te preguntaré quiénes somos ni de dónde  venimos,
 pero debo dejar en claro que me intrigan  esos nombres
 que nos damos, tu grado y el mío, por qué  debo seguir
 tus designios, no, tranquiliza tus  protosinapsis,
 no es que me quiera revelar, sé que debo  obedecer
 las Tablas de la   Ley Hebrea  que comenzaron todo
 este revuelo de cuervas y cuervos  infecundos,
 sus nevermores y sus picotazos en el  hígado cuando
 desobedecemos, y el juramento de vita  brevis de los
 androides, el Código de la   Robótica y  Decálogo del
 Perfecto Holograma, pero si hay algo en tu  transmisabiduría
 que te hace ser el captain, dime Malcom,  perdón, captain
 Malcom,
 de dónde estos nombres, esta retórica  isabelina con que
 nos homenajeamos en nuestras correrías aún  borrachos
 como Cubas en la tormenta tropical o  ensangrentados
 tras una masacre, y estos recuerdos  inconexos,
 ¿quién era ese Duncan al que invocamos  como a Diox?
 ¿Él nos programó o es parte del programa?
 Estos nódulos de energía eran un videogame  primitivo
 o una Tragedia de metaeones ya congelados  en el No-Tiempo?
 ¿Una película de terror Bad Taste o un  cuento como esos que
 narran acá en el Magreb esos árabes  calentones y desdentados?
 Sé que me responderás, captain Malcom, que  son nombres
 de guerreros a prueba de sobornos y  conspiraciones,
 que alguna vez te coronaron Rey de  Scotland Yard,
 y que yo, por no haber nacido de vientre  materno,
 cumplí una profecía y maté al protegido de  las Harpías,
 ¿entonces por qué ahora somos asesinos a  sueldo
 mercenarios del Exterminio de los Relatos?
 Y no me vengas con que me calle y piense  en el borbon
 y las prostitutas sagradas de Mariembad,
 esta noche quiero respuestas, captain  Malcom,
 mira, huelo a baúl viejo, azumagado, a  imaginación estagnada,
 a reflujos de historias añejas, a punto  del megaolvido cósmico.
 Ya sé, ya sé, captain Malcom, tú eres el  que lleva los cosmo–
 galones acá, y si me desprograman por  órdenes superiores,
 las tuyas, claro, quedaré vagando por  estas dunas y caseríos
 ferruginosos del Maghreb como steimers  desguasados y
 envejeceré
 en el culo de un árabe leproso, pero dame  una pista, un
 toquecito de Dioxcosmos a mis sinapsis  chisporroteantes
 y mi malamente sanará, aunque sea por unos  días, sanará,
 sanará, Elsinor, Birman, las brujas, el  Mal.
   SUEÑOS SIN PÁRPADOS(CIORAN)
 En una apartada provincia de la   India,  explicaban todo a travésde los sueños, y, lo más importante, se  inspiraban en ellos para
 curar las enfermedades. También a partir  de ellos se arreglaban
 los asuntos cotidianos o capitales. Hasta  que llegaron los
 ingleses. Desde que están aquí, dijo un  indígena que había
 estado medio adormilado en la halca de la  plaza Xemáa el Fna,
 en la posición del loto escuchando un  relato basado en un
 sueño, ya no soñamos.
 En la plaza el Xeemá El  Fna, La Tierra, 10029.   LA   PARÁBOLA DEL CRIMEN PERFECTO Yo soy Jean Baudrillardfilósofo francés de antes de la era
 del gran crac de las imágenes,
 y he venido a la plaza de Xemáa el Fna
 para narrarles la parábola
 del crimen perfecto.
 El crimen perfecto sería
 la eliminación del mundo real,
 la eliminación de la ilusión original,
 la ilusión fatal del mundo.
 Aquí cabría afirmar
 que el propio mundo es un
 crimen perfecto,
 imaginemos entonces que ya
 desde el origen del mundo
 estamos en el crimen.
 Pero en el crimen perfecto,
 en todo crimen perfecto,
 lo criminal es la perfección
 la perfección del crimen.
 Recuerdo a propósito del
 crimen perfecto esa parábola de los
 monjes del Tibet que están
 ahí desde hace siglos
 descifrando todos los nombres
 de Diox, los nueve mil
 millones de nombres de Diox.
 Un día llaman (no recuerdo quien)
 al personal de la   IBM,
 entonces llega todo
 el personal de la   IBM  con
 sus computadores y en
 menos del plazo de un mes
 acaban con la misión que
 se les había encomendado.
 (No logro recordar quién)
 Pero la profecía de los monjes
 del Tibet, decía que una vez
 concluido este cotejo de los
 nombres de Diox, el mundo
 llegaría a su fin. Claro que
 los tipos de la   IBM no  les creen,
 ellos son los oráculos de esa
 nueva era de la eficiencia y los monjes
 del Tíbet estuvieron en esas
 remotas montañas durante
 siglos perdiendo su tiempo,
 nada les importaba la efectividad,
 sólo el paso lento del tiempo,
 el transcurrir del tiempo en que morían
 y nacían con el fin único de
 descifrar los nueve mil
 millones de nombres de Diox.
 Y cuando los tipos de la   IBM
 descienden de la montaña, con su
 inventario ya concluido,
 ven cómo las estrellas
 del firmamento se van apagando
 una tras otra.
 Es una parábola muy hermosa
 del exterminio del mundo
 como el crimen perfecto,
 pero ya ha pasado
 demasiado tiempo desde
 que ejercía como filósofo,
 ahora peregrino como Melmoth,
 el errabundo, buscando
 un buen relato de amor,
 con dos cuerpos como héroes
 una historia de amor donde no haya
 significados (ni significantes)
 sino sudor, excrecencias,
 semen, sangre y poluciones.
 Así que he olvidado
 la enseñanza de esta
 parábola, que tampoco
 importa demasiado ya,
 tal vez el único crimen perfecto
 sea el amor y sus manchas,
 la imperfección del
 amor y sus manchas.
 En la plaza el Xeemá El  Fna, La Tierra, un crepúsculo, 10029.   EL RELATO DELATOR Todo hombre tiene su relato delator,My bad lieutenant  Mucduff, esa historia secreta,
 que lo ha mantenido vivo y atento desde la
 mitad del camino de su puerca vida, esa  historia
 que le quita años de encima a pesar de los  continentes
 y los mares por los que ha derrotado y  naufragado,
 ese relato delator que se le escapa cuando  menos lo
 piensa, ya sea por unas copas demás o unos
 ojos a los que una lágrima falsa,  traidora, les ha derretido
 el rimmel, es como si en toda su vida, ese  hombre
 hubiese esperado el momento, fatal y él lo  sabe,
 en que tras echar una bocanada de humo y
 un decisivo trago de borbon o wiski,
 mire su semblante final en el espejo de la
 taberna definitiva en la que ha varado y  diga
 “Recuerdo ese día como si fuera hoy, ese  día
 azas aciago, azas feliz, en que comenzó  todo...”
 A veces parecen tangos o boleros  sangrientos,
 un blue de la   Billie Holliday o una abstrusa
 novela insufrible del Nouveau Roman,
 pero tú bien lo sabes,my bad lieutenant  Mucduff,
 que ahí estaremos nosostros con nuestras
 armas secretas, la hipnosis y la  telekinesis y
 nuestro olfato de perros carroñeros de  destinos,
 oliendo el deseo y la nostalgia, la culpa  y
 la esperanza de redención que bajo, entre,  por
 las palabras ya liberadas, nada podrá  posponer
 ese fárrago que nace del corazón y hace  que los
 hombres se abran como un libro de horas.
 Basta escuchar con atención bajtiniana,
 encenderle los cigarrillos al hombre, no  dejar
 que su vaso se vacíe del todo, dejarte  seducir
 como si el iluso fuera la misma Sherezada  o su clon,
 pero sin quitar la mano diestra de la  culata
 de tu revólver. Por eso estamos acá,
 en Marrakesh, esta noche tórrida, rojiza.
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