Casi treinta años después de su publicación original —en 1995—, aparece la edición definitiva de Los siete náufragos. Un libro "interminado", como dijo Juan Carlos Villavicencio, editor de Descontexto. "Había que reflotar a los náufragos", confirma Harris.
La idea de reeditar Los siete náufragos surgió de una conversación con el editor Juan Carlos Villavicencio. "Somos muy amigos, y me propuso que pensara qué me gustaría rescatar o reeditar y él mismo me dijo 'yo encuentro que hay un libro que está interminado'. Me gustó el neologismo, y le dije, ya, démosle, yo reviso el libro y lo termino", cuenta Tomás Harris (La Serena, 1956) en una sala atestada de cajas de libros y contigua a su oficina en la Biblioteca Nacional, donde trabaja hace tres décadas: antes en el Archivo del Escritor, hoy como jefe de Ediciones. Las cajas acaban de llegar y contienen el tomo 2 de las Obras Completas de Andrés Bello, sus Poesías, a cargo de lván Jaksic. El prólogo es del propio Tomás Harris. "Lo escribí como poeta —aclara—, no como bellista".
Poeta, narrador, profesor, Harris es uno de los nombres más relevantes de la generación del 80, o NN, a la que también pertenece, y de manera destacada, Teresa Calderón, su pareja desde inicios de los 90 y con quien se casó en plena pandemia. En el encierro también surgió un libro, La memoria del corazón (2021), que marcó un giro en su poesía. "Un giro fundamentalmente lingüístico pero también temático", reconoce sobre esos poemas escritos inicialmente en Facebook. "Encontré que me hacía falta esa expresión de un yo sin tenerle tanto miedo y tanto respeto. Detrás de todo esto finalmente hay un sujeto, un sujeto que vive, que padece y ya no lo quiero ocultar".
El quiebre del territorio
Autor de Cipango (Premio Municipal de Literatura 1993), Crónicas maravillosas (Premio Casa de las Américas 1996), Las dunas del deseo, Perdiendo la batalla del Ebr(i)o y Tridente, entre otros poemarios, así como de los cuentos reunidos en
tres volúmenes, Tomás Harris conserva su devoción por las novelas y películas góticas, el cine de terror y el thriller, lo que se
ha visto reflejado en su obra, así como otras tantas referencias literarias, musicales y visuales.
Muchas de ellas —desde Jorge Manrique a Armando Uribe, desde Valdivia al Marqués de Sade, desde Bob Dylan a The Doors— aparecen en Los siete náufragos, el libro que ahora reedita y donde el 7 ya no es número, sino palabra. En su origen, está su premiado Cipango, para el cual recurrió a los diarios de Colón, como una suerte de escritura lateral, en plena dictadura, cuando vivía en Concepción. "Yo elegí fundamentalmente los diarios de Colón, porque ahí había un problema identitario, de la violencia, de los pueblos originarios, del espacio urbano, marginal, pensando en que todos estábamos viviendo una situación marginal", explica.
—¿Cómo surgen entonces estos náufragos?
—Yo lo veo como una continuación de Cipango. En esos años teníamos mucho tiempo para escribir. Yo era profesor de Estado en español, lo que significaba ser cesante. Tal vez la mente joven reacciona más rápido frente al horror vacui y el miedo al silencio, y yo estaba en eso después de Cipango.
El libro lo escribió a fines de los años 80, "a máquina, con correcciones, lo traje en una bolsa y la idea era continuar el texto acá". En la nota a esta edición, Harris cuenta con impresionante honestidad su llegada a Santiago —dejando atrás el Biobío y las calles de Concepción— y su caída desde un departamento en un cuarto piso, donde vivía con Teresa Calderón y el hijo de esta, Gustavo Barrera Calderón, en ese entonces un adolescente y hoy reconocido poeta. Enfrentaba así varios quiebres, físicos y emocionales. "El primer quiebre es el del territorio, del espacio, de la ciudad, y también el familiar —expresa—; yo dejé dos hijos chicos, ya me había separado, pero mis dos hijos eran súper importantes. Al principio, cuando llegué a Santiago, me encontré con una ciudad un poco agobiante, que no conocía, que tenía que caminarla para poder comprenderla, que era mucho más grande. Después vino el accidente, yo estaba con una depresión grande y bebía mucho".
Harris había ganado el Premio Municipal con Cipango, y una amiga le recomendó que lo presentara también al Premio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, que acababa de instaurarse. "Pero yo tenía Los 7 náufragos y quería probar esta continuación, si los poemas seguían hablando y produciendo sentido. Sabía que iba a concursar todo Chile y no sé por qué tenía tanta confianza en el libro, a pesar de que estaba inacabado. Lo
tipeó Gustavo y quedaron cosas que yo trataba de corregir, pero no estaba en una situación física ni anímica para hacerlo. Entonces salió un libro con menos náufragos, no tan ruinoso, pero que no me dejó contento en su acabado final ".
Aun así, se impuso en el concurso. "Fue el primer inédito que ganó el premio del Consejo del Libro. La primera edición la publicó RIL, tuvo cierta visibilidad, y fue bienvenido en algunos medios, entre ellos la Revista de Libros, con una crítica de Ana María Larraín, bien elogiosa. O sea, el libro tuvo su repercusión. Pero yo siempre quedé con la idea de que en algún momento iba a tener que volver a completar los siete náufragos e incorporarme yo como uno más de ellos".
—¿Por qué el poeta se propone "narrar" en estos versos?
—Todavía en ese tiempo mi poesía era muy narrativa; me gustaba esa modalidad, que tiene que ver con la épica. Como dice Octavio Paz, los poemas épicos cuentan y cantan. Esto era como la antiépica. En algún momento yo hablé de una "narración interrupta", porque es una narración fragmentaria que se interrumpía en el poema y continuaba en otros poemas más adelante. Creo que en este texto hay más continuidad en lo narrativo, pero sin ser obviamente un cuento, un relato, y tampoco hay un argumento.
—¿Qué le hizo elegir el número siete, que además aparece varias veces en los textos?
—Es algo entre mágico y literario. Incluso una vez en Cipango escribí un
poema que se llamaba "Por qué el siete", buscaba en varias culturas la importancia del siete. Podrían haber sido tres, doce, pero el juego con el número me interesaba mucho porque si no podía decir claramente cuál es la significación del siete, la idea es que el lector la vaya captando.
El libro es "una edición corregida, aumentada y también en otras partes disminuida ", explica. Y hay una parte que se le agrega: "Lapsus ante los muros del sordo", que viene de otro libro. "Y por tanta muerte en España,/ Sobre todo por tanta muerte en el mundo", escribe Harris en estos poemas que tienen como protagonista a Francisco de Goya. Y si bien se publicaron en Tridente, libro de 2005, explica por qué tenía sentido incluirlos también en Los siete náufragos. "En Concepción yo había escrito unos poemas, deben haber sido unos ocho, que tienen que ver con Goya y con la época de la represión. Hay muchos fragmentos que hablan del estado de sitio, de la tortura, que después los reescribí para Tridente. Aquí cabía, porque hay una estética similar al resto del libro y es una poesía que se escribió en su mayoría en los años 80, viene desde ahí, tiene ese ethos, esa estética, la de la dictadura. Goya, el demiurgo sordo, el demiurgo loco, el demiurgo que finalmente expone todo el horror de la guerra".
—¿Cómo consiguió conectarse con ese ánimo que motivó los poemas en los años 80?
—Toda la etapa de corrección también la hice con Villavicencio y fue cuando se conmemoraban los 50 años del golpe de Estado, entonces volvimos con nuestra imaginación, con nuestros sentimientos y con nuestras propias experiencias vitales a esa época, inevitablemente. Parece que todo el país entró en esta conmemoración y ahí yo creo que hubo fuerzas mentales, emocionales, incluso inconscientes, que nos retrotrajeron a aquella época.
Reencuentro con el monstruo
—¿Qué otros ejercicios le demandó retomar el libro?
—Estaban también todas las lecturas a
las que tuve, o quise volver, y volvimos todos, sobre la Caravana de la Muerte, la historia de las torturas, todo el capítulo relativo a Fantomas, que es el Fanta, los mecanismos de represión, la fenomenología de la confesión, las confesiones. No es que nos pidieran recordar, es que inevitablemente recordamos; hubo mucha conmoción y también mucha división, miradas de mundo. Sentía que era necesario volver a encontrarse con el gran monstruo que nos agobió durante la dictadura . Y la forma en que pude hacerlo fue a través del libro, porque yo no escribí crónicas, ni poemas ad-hoc. Era el momento de reflotar a los náufragos, reflotando aquella época.
—¿Qué tienen en común estos náufragos, aparte de encontrarse a la deriva?
—Como dice la criatura que le pide a la mariposa que narre, deben ser como héroes de filmes azumagados o de la peor literatura. O sea, hombres repulsivos o antihéroes. O bien atormentados existencialmente. Así como el Fantomas es un torturador, Kurtz un tipo ebrio de poder o Pedro de Valdivia un conquistador sin escrúpulos y tiránico. Creo que si hay algo en común en los siete náufragos es el mal y la abyección. También un profundo dolor existencial. Pero no hay juicio moral explícito. Es lo que les tocó en la mala hora ser.
—¿Cómo participa usted entre esos náufragos?
—El libro parte con unos náufragos
muy clásicos que están campeando en alta mar. Era a fines de la dictadura, no sabíamos qué iba a pasar. Entonces mis imágenes eran esas: náufragos, en un
madero con la forma de la cruz, en un mar blanco y negro, donde ya todo estaba llegando a una suerte de fin. Una imagen de la soledad, del desamparo, y de que finalmente los náufragos tienen que llegar a alguna parte. Si tú eres un náufrago, o te ahogas o llegas a la orilla, a la playa, y ahí se recompone tu proyecto, tu proceso, o mueres. Tal vez esa nueva playa era Santiago, era venirme a otro lugar, no lo sé. Yo no sé cuál de todos los náufragos soy. Yo creo
que mi náufrago está disperso por todo el libro.
—"Por esto narramos", dice en un verso. ¿Para dar verosimilitud?
—El "por esto narramos" es por dar cuenta de los hechos; incluso en algún momento, no sé si en este libro o en Cipango, digo para que de ello se tenga noticia y se tome por ejemplo, que es algo muy del siglo XVI, de las crónicas de la Conquista. Y también para dar verosimilitud, en el caso de Colón, de Cabeza de Vaca, de Magallanes, en el caso de todos los conquistadores, pero más que nada de los navegantes, que lo que contaban eran cosas totalmente inverosímiles, dado que ellos veían un manatí y veían una sirena; o veían
toda una zoología fantástica, como diría Borges, inverosímil, pero la creían y la veían, efectivamente.
Poemas llenos de ríos
Junto a estos náufragos que se hablan a sí mismos surge un narrador "que enmarca todo el libro". Es la mariposa, "una suerte de divinidad, que no queda muy claro que es —explica—. Me gustó
la idea de la transmigración como algo que se puede incorporar en la poesía sin mayor problema y la búsqueda del santo grial, como aquello fantástico, esos mitos que nunca queda claro a
qué se refieren. El Santo Grial creo que representa fundamentalmente el deseo".
—¿Y a qué apunta con ese "río de la memoria borrada por la muerte"? ¿El mal del olvido?
—Mis poemas están llenos de ríos. Encuentro que es muy acertada la metáfora de Heráclito, por dos motivos: porque el río nunca va a ser el mismo, pero el que entra al río tampoco va a ser el mismo. Siempre va a haber este decurso que nos va cambiando, pero también hay algo que permanece, una identidad, una esencia. Por eso este río de la memoria borrada por la muerte, porque el río cambia, varía, pero yo creo que finalmente si uno vuelve al río, lo mira, va a encontrar algo de aquel tiempo.
—En el libro habla de "desfundación", que podría asimilarse con descolonización. ¿En qué sentido lo dice?
—Hay varios textos que están tomados de las cartas de relación de la fundación de Concepción, de Santiago, de Pedro de Valdivia. Yo quise hacer un giro, dado que la fundación de las ciudades españolas significaba la desfundación o la destrucción del territorio originario. El sujeto que habla es Pedro de Valdivia pero en monumento, un monumento que está destruido y botado en un rincón de la plaza, y encerrado en el acero. Es como si el alma o el ánima de Valdivia hubiese sido metafóricamente encerrada en un monumento. Pero él quiere salir del monumento y volver a tomar dominio del espacio que ha perdido. Esa parte tiene harto de distopía. Valdivia fue reducido a un monumento y este monumento está botado como un trasto viejo.
—Pero de alguna manera se adelanta a lo que hemos visto en los últimos años.
—Bueno, acá tenemos un monumento que ya voló. Pero el monumento es una cárcel, esa ánima que habla se siente encarcelada dentro del monumento.
—Al final, su libro habla bastante del poder.
—Creo que uno de los sentidos que más privilegia el texto, además de la orfandad del náufrago y el sentirse a la deriva, es el poder. Orfandad y poder, que creo que ahora se han hecho muy presentes. Si tú me preguntas cuál es mi situación en este momento, es de incertidumbre, me siento como náufrago nuevamente.
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dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Tomás Harris:
Nueva vida para un libro inacabado
"Los siete náufragos", Thomas Harris.
Descontexto Editores, 2023, 181 páginas
Por María Teresa Cárdenas Maturana
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 11 de febrero de 2024