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Thomas Harris:
"Para escribir poesía hay que leer poesía y ser copión, pero que no se note"


Por Cristóbal Gaete
Publicado en El Mercurio de Valparaíso, 2 de julio de 2017


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Thomas Harris (1956) es uno de los autores chilenos más particulares que comenzaron a publicar en los años ochenta y "En el mismo río" (Ediciones UDP), su recién lanzada antología personal, es como una vertiente que va ensanchándose desde sus primeros trabajos, apenas referidos. casi imposibles de encontrar, resumidos en otras antologías también inhallables, hasta converger en un caudal intenso que muestra todas sus facetas literarias.

El conjunto comunica desde su portada la adultez definitiva de un poeta que no extravía su potencia, la del río furioso, la de una literatura imposible de envejecer por ser parte de su tiempo. Harris siempre ha mirado alrededor dando cuenta de la urgencia de la escritura de los ochenta, de la vida letrada de lecturas y películas míticas, de empresas históricas de conquista que recrea en el escenario del sur de Chile, tomando la voz e impulso de otros, rompiendo el yo único para dar cuenta de un otro atemporal que solo se puede encontrar en sus páginas, en sus múltiples versiones, en las posibilidades de la selección de cada título para esta edición canónica.

"En el mismo río" puede, a la vez, considerarse solo el informe de un estado de obra. Harris lo difunde mientras considera "terminado un libro -si se termina alguna vez- que se titula "El sueño de Nietszche", poemas en prosa que tratan de recrear imaginariamente los últimos meses del filósofo en su periodo de locura en Jena. En su delirio aparecen otros poetas con los que dialoga o sueña o tiene pesadillas, como Nerval, Vallejo y Darío. También escribo un poema elegíaco a mi madre, pero ese texto está en proceso, y creo que tiene para mucho tiempo todavía".

La poesía, artesanía que no tiene los tiempos ni el apuro del cotidiano, le ha permitido a Harris conseguir premios relevantes a nivel nacional e incluso el prestigioso Casa de las Américas en Cuba, pero cuando es consultado por su premio favorito, nos traslada a la localidad que crea con palabras: "El Atenea de Concepción. Porque es la ciudad en la que comencé a escribir, porque me lo dio mi alma mater donde comencé mi educación sentimental e intelectual".

Harris es un espíritu templado por los años y los vaivenes de la experiencia. En un trabajo ideal para quien ama los libros, cotidianamente es parte del equipo de la Biblioteca Nacional. El oficio condiciona la vida salvaje que lo convirtió en un mito paralelamente a la explosión de su obra, un río que a veces se ha teñido de alcohol y que tiene una relación con la literatura inevitable. "Cuando hablo del alcohol, hablo ciertamente de algunas experiencias personales, pero siempre dentro de un ámbito metafórico, de una manera uni

versal, literaria; pero sobre todo me gusta hablar de la embriaguez, de todo tipo de embriaguez, de alcohol, de poesía, de virtud, baudelerianamente hablando", afirma. En su propio decálogo acerca de la bebida escribió acerca de sus prevenciones hacia los días miércoles; el último que pasó "estaba enfermo, con antibióticos, así que aproveché de ver los siete primeros episodios de 'Twink Peaks' de Lynch".


PAREDES DE LA POESÍA

¿Qué se aprende en 30 años haciendo poesía?
— Aunque suene evidente, se aprende a escribir. Poesía. Se aprende que la poesía es el género más complejo, dado que habla de dos procesos inseparables y espejeantes: la interioridad del hombre y su contexto: es decir, tu época, tu pertenencia, tu arraigo o desarraigo, tu espacio, tu ethos, y de los procedimientos para llegar a un poema (la poiesis) que vaya más allá de la pura técnica (la techné). Se aprende que para escribir poesía hay que leer poesía y ser copión, pero que no se note. También se aprende, y creo que esto es lo más importante, a estar permanentemente mirando el mundo y al otro. Y haciéndose preguntas. La poesía se parece mucho más a la filosofía que a cualquier otro género literario: tiene que rimar y ritmar con su tiempo y hacerse cargo de una tradición, pero sobre todo hacerse preguntas y a veces abismarse en el lado oscuro interrogándose siempre: Bretón, por ejemplo, está más cerca de Bataille que de Butor.

A propósito del verso "solo el arte que nos conmueve nos era permitido", en los 80 parece que se estaba escribiendo siempre el último libro. ¿Cómo era escribir y publicar bajo esa urgencia?
— Ese verso pertenece al libro "La forma de los muros". La forma de los muros en los años 80 era encalada, porque cualquier rayado o consigna, ya fuese política o erótica, era considerada subversiva. Recuerdo que por el año 84 u 85, el poeta Carlos Decap escribió en un muro del Hospital Guillermo Grant Benavente de Concepción: "Es hora de poner el grito en el cielo". Se lo llevaron detenido. Esa era la sensación: había que poner el grito en el cielo, una metáfora, pero peligrosa, y claro, uno no sabia bien si venía el próximo libro o no. Pero esa urgencia no determinaba la forma de escribir: hay una sola forma de describir válida: conociendo la tradición, manejando el oficio, dedicándole todo tu ser y tu tiempo.

Los mismos cambios tecnológicos sobre la escritura que señala en su prólogo, ¿hicieron variar su forma de trabajar los textos?
— Sí, en parte. Escribir a máquina mecánica involucra toda una disposición corporal, como que uno se hace más uno con la máquina, tecleas fuerte, la cinta se traba, te ensucias los dedos, vas viendo los textos en el papel inmediatamente. Corriges con lápiz y reescribes varias veces, hasta cinco o seis un poema, y van quedando las huellas de las versiones anteriores. Es algo más físico, más vital. Pero a la larga uno se acostumbra a los cambios tecnológicos, vas haciendo archivos para no borrar las versiones anteriores de los textos. Es más bien una actitud, pero tu imaginación sigue siendo la misma, tus tópicos, tus obsesiones, tu estilo, tu relación con la escritura misma, con la muerte, con la angustia y también con la dicha de escribir, eso no cambia.


DONDE PUDISTE SER FELIZ

¿Cree que cambia la lectura por leer un conjunto antológico en vez del crecimiento natural de la obra?
— La antología "En un mismo río" se lee como un otro libro, pero sin dejar de ser parte de una obra. La misma selección de poemas obedece a una lógica estructural interna, para que no se perciba como un conjunto de poemas agrupados aleatoriamente. Me preocupé que hubiesen ciertos ejes temáticos que operaran como un leitmotiv en todo el volumen: una ciudad sudamericana (Concepción) que es factual y mítica a la vez; la violencia que fundó Sudamérica en el desconocimiento del otro; el erotismo desmoronado como diría Bataille; el decurso de la poesía simbolizada en río (Bío-Bío); la concepción antiépica de la poesía, que canta y cuenta a la vez, como diría Octavio Paz; la importancia de los relatos y su transformación desde la modernidad a la posmodernidad. Fundamentalmente eso para que "En el mismo río" se pueda leer como un todo en sí mismo.

Con este libro en las manos, ¿extraña algún poema?
— Bueno, uno siempre extraña algún poema una vez estructurado el libro, pero es inevitable porque toda elección significa exclusión. Tal vez "Los sentidos de la épica", un poema de amor que le escribí a Teresa Calderón, mi mujer, que se debate en la elección de una única mujer como una empresa, una épica de descubrimiento y conquista.

En sus libros dibuja una cartografía de Concepción. ¿Qué significa para usted ese lugar?
— Algo así como la Itaca de Kavafis. La ciudad donde pudiste ser feliz, pero también arruinaste esa posibilidad, la ciudad que por más que la dejes y te alejes de ella estará siempre en todas las ciudades, porque la llevas en ti.

Usted construye su obra con referencias a otras de distintas disciplinas, permitiéndoles la existencia. No es descabellado pensar que alguien las conozca gracias a usted. ¿Por qué decide ocupar ese recurso?
— Yo he construido mi poesía gracias a otros poetas que han trabajado su obra en base a otras obras que he conocido gracias a ellos. La poesía, la literatura, es un permanente referirse a otras obras, no sólo literarias, sino también cinematográficas, pictóricas, los mitos, de los mass media, etcétera. Y creo que eso ha sido así desde siempre. Una perpetua referencialidad, una cita de la citas de las citas.

A veces las referencias se convierten en una construcción del discurso, cuando escribe desde otras películas, que relocaliza en escenarios más cercanos. ¿Por qué elige tomar esas máscaras?
— La máscara oculta y devela a la vez, transforma al sujeto, al yo en una voz para eso sirve la máscara, como en el teatro griego, para construir una voz que se vaya adecuando a las necesidades del poema.


SALVARNOS NOSOTROS

Usted trabaja en la Biblioteca Nacional ¿Cómo es para un poeta estar entre todos esos libros?
— Bueno, es el ambiente ideal, por supuesto. Además, yo trabajo en la Unidad Ediciones Biblioteca Nacional, o sea, hacemos libros, los publicamos. Qué más fascinante y motivador.

Como editor de los libros que se realizan en la Biblioteca Nacional, ¿cuál es el criterio?
— Fundamentalmente el criterio es patrimonial: es decir, en primer lugar, el rescate de libros discontinuados, que ya no se encuentran en el mercado, libros que recuperen, hablen, recorran y funden incluso identidad.

¿Van muchos fans a verlo a su trabajo?
— -No. Para nada. Vienen amigos, poetas amigos, autores, compiladores de nuestros libros. Bueno y uno que otro... lector que se reconoce en lo que escribes o le gusta.

— Usted ocupa las redes sociales, donde se puede combinar muestras de intimidad con las exigencias propias de la figura pública, el poeta. ¿Qué le parece Facebook? ¿Lo disfruta o lo padece?
— Lo disfruto. A veces, cuando estoy sin nada que hacer, escribo unos post sobre lo que se me venga a la mente en ese momento, generalmente cosas del día, cotidianas, cosas que veo camino a casa. Me gusta lo interactivo de Facebook. Y me divierte cuando me responden algunos posteos con una seriedad inaudita, extraña. Ahí veo cómo en Chile se ha perdido el sentido del humor y de la ironía.

 

 

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Tres gotas de mar
Adelanto del libro "En el mismo río (antología personal) ", de Thomas Harris. Ediciones UDP 196 págs.


Mar de la desesperanza (de "Diario de Navegación,1986)
Entramos en las urbes del Sur
se nos aceleraban los pensamientos al roce del vuelo
de las aves
había ciudades hechas de carne
había ciudades enteras orgánicas latientes
había edificios que respiraban con inhumana lentitud
había edificios zócalos muros cines corredores
que subían y bajaban lentos
en sus sístoles y diástoles enfermos
todo está vivo dijo una voz
había mucha noche
más noches de las jamás previstas y cuerpos
deslizándose en esas noches
que parecían barcos fantasmas deslizándose por esas noches
mujeres (colegialas, vestales, monjas, prostitutas,
púberes e impúberes, todo el catálogo soñado)
oro no había
había música electrónica signos había
peces
advertencias
no toques lo que late porque desaparecerá al punto del tacto
dijo una voz
cada cosa relumbra con el brillo
que sueña tu ojo
y hubo miedo a que no hubiera nada
los escapes de los cines nos servían de refugios miradores
tuvimos que adecuar la mirada imaginar el tacto
entresoñar el coito
amarnos los unos a los otros en el más total de los silencios
queríamos mantenernos en esas visiones
empaparnos destas vestales
no toques lo que late porque desaparecerá al punto del tacto
dijo la voz
pero todo latía casi imperceptible
con pasmosa lentitud
acequias prostíbulos semáforos vitrinas y los cuerpos
todo subía y bajaba despoblado
en sus sístoles y diástoles baldíos.

Kurtz cambia de condición (de "Los 7 naúfragos",1995)
A lo largo y ancho dese tiempo
permanecí sobre el torrente inverso de las aguas dese río,
el imaginario Bío-Bío,
el oscuro légamo del fondo, verde,
terminó disolviendo el caso del 5 palos ya pútrido,
impregnado de percebes,
fue así una pura cabeza
hasta que el verde ¡legamos del fondo!
terminó por disolver el córtex de mi cráneo;
sobrenadando, terminé en este puro cerebro,
mirada,
(los cerebros sin cuerpo ven puntos que no ves)
deseos,
conmiseración de mí mismo:
cuando se ha matado a su madre, a su padre, a sus hermanos,
es mejor enterrar el alma
como Rimbaud enterró su imaginación:
eso era,
un puro cerebro fluorescente sobrenadando el Bío Bío,
las cascada falsa del río, bajo el viejo puente,
como un fuego fatuo, como una aparición.

Wanted edipo king (de "Tridente",2005)
Sin duda es un mal tipo, un hijo de perra.
Se arrancó los ojos después que supo
que su amante era su madre.
Antes le había disparado al Viejo que lo engendró
con una escopeta recortada,
porque se interpuso entre él y el estante del Whisky.
Sobornó a la policía del lugar y reinó abusando
del terror.
Pero no hay mal que dure cien mitos.
Los de su propia tribu lo expulsaron de la aldea.
Sin duda es un mal tipo con muchas carreteras
en su haber.
Anda acompañado de sus dos hijas,
unas lazarillas andrajosas y putangonas,
que aún conservan el último aliento de la adolescencia y
que se prostituyen para darle de beber.
Cuando llega a alguna ciudad pregunta
siempre, como quien averiguar si hay un buen lugar
donde tomar cerveza o un cine donde exhiban
películas porno,
pregunta siempre que llega a algún sitio,
tanteando al aire, diríase que con miedo a algo
no preciso:
¿hay una Esfinge por aquí?


 

 

 

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