Vilém Flusser, el filósofo checo-brasileño, plantea que “la poesía aumenta el territorio de lo pensable, pero no disminuye el territorio de lo impensable”. Es un enunciado que reconoce la capacidad de la poesía para abrir mundos, dejando intacto el territorio de lo enigmático. O sea que la poesía, a diferencia de la razón técnica, muestra cosas nuevas, pero su intención no es agotar, consumir o hegemonizar el camino de sus descubrimientos. Sin desestimar algunas posibilidades alentadoras que la historia de la técnica puede esgrimir en favor de ésta, y que podrían proyectarse en la forma de ciertas esperanzas comunes, la condición humana más bien parece tener en esa dimensión de sus sueños y realizaciones la amenaza constante de su aniquilación.
En el libro antológico “Los sentidos del viaje”, que recoge una muestra de seis libros del poeta chileno Tomás Harris (La Serena, 1956), aquella amenaza se ve cumplida y sobrepasada a cabalidad, dándole al mundo alojado en los poemas una negatividad completa y absoluta. Pero al mismo tiempo se trata de una poesía que ensancha el mundo, a pesar de que sea un mundo de vilezas y espantos. Esta paradoja de la poesía de Harris viene de la contradicción productiva de aquella vilependiada belleza de los malditos. Por un maldito verdadero, debemos soportar varias imitaciones burdas. Porque el malditismo, a pesar de toda la desventura, se realiza en la obra, y es ella la que sortea los piedrazos y las balas, es ella la que emerge de la oscuridad como una fuente de difícil acceso. Poemas que se imponen por su factura narrativa y la coherencia de su universo, pulidos en el enfoque del ser sí mismo ese espanto y hallándolo, además, en ciertas referencias que lo ratifican a nivel de su propia belleza funesta. Películas y pinturas por ejemplo, entre ellas, “El séptimo sello” de Bergman y “Saturno devorando a su hijo” de Goya, dos obras enigmáticas en su espeluznante estética. Se trata de estrategias que posibilitan la entrada en la obra del dolor humano y su constante perplejidad ante las tragedias que conduce.
El camino de Harris, un poeta que ha cruzado la vida en condiciones exigentes, ha sido el tránsito por la huella dolorosa del horror personal y colectivo. Y sigue vivo y coleando, en buena hora para recibir algunos honores de parte de la vida real, la zona incompleta del tiempo presente. Es significativo que este homenaje antológico se publique en México, cuya receptividad ante lo extranjero es histórica, y que las inquietas generaciones de poetas actuales puedan acceder a su particular poética a través de este libro. En la presentación que se hizo hace algunos días atrás en DF, el antologador y prologista, Cristian Gómez Olivares, observó que el trabajo de Harris, poeta ubicado en un contexto sureño al momento de iniciar su labor escritural, específicamente en la ciudad de Concepción durante la gorilada pinochetista de los años 70 y 80′, pasa, no obstante estas marcas regionales, de “lo tópico a lo utópico”, desplazando una vía de escritura que no hizo del verso panfletario su salida. Según el prologista, este paso a la utopía tiene las características de un viaje imposible relatado a través de una narrativa clásica. Cristián Gómez señala al respecto algo que me parece curioso, dada las valoraciones casi centenarias de las narrativas no lineales, procedimientos que aun rinden frutos inesperados, y que han hecho del ejercicio escritural una zona donde todo y todos caben. Dice Gómez: “Tal vez esto explique el tono narrativo y reiterativo de la poesía de Harris: una historia con principio, desarrollo y descenlace permitiría lograr la identificación de los personajes, nos permitiría como lectores lograr un sentido a partir de la narración, es decir, una lógica que se traduzca en el relato.” Se trata de un recurso insoslayable que la prosa ofrece al ejercicio del verso cuando las composiciones manipulan pequeñas o grandes épicas, como es el caso de la poesía de Harris.
México sabe de épicas e historias personales de la infamia, que se hacen al final un gran secreto colectivo discernible en los signos de su materia cotidiana. La finta al hecho trágico inmediato en ciertas fugas abstractas y ufológicas, ha exigido siempre a la poesía mexicana una capacidad de enfoque, la búsqueda de un trato con el lenguaje que sus capas materiales ofrecen generosamente, imponiendo elecciones y pérdidas constantes. Siempre sale al foro de la plática el dato de la dictadura permanente y perfecta que es la situación política en México, cuando se intenta explicar lo dado, lo cumplido y recortado en un punto sin retorno de la historia contemporánea de la república. El ejemplo radical de la experiencia chilena, que en la poesía de Harris tiene a un testigo que la surca intensamente, se relaciona con la debacle de la Historia y su continuación en condiciones de escombro, como señala Cristián Gómez al final del prólogo. Harris los contempla hace varias décadas, creando una de las obras más sobresalientes de la poesía chilena contemporánea. Sirva la difusión de este virus en las mentes ciudadanas de la Historia irrecuperable, en México, en Chile, en cualquier lado, porque quizás el sueño de la poesía sirva al menos para empatizar con las caras del horror y hacernos más difíciles a su apetito, como si el enigma que portamos se hiciera reticente y resistente a él, como si en vez de aniquilarnos quisiera conservarnos, un momento más, un tiempo más, en el sin sentido del viaje.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com "Los sentidos del viaje" de Tomás Harris
Selección: Cristián Gómez y José Molina. Prólogo: Cristián Gómez.
Filodecaballos ediciones, México, 2014
Por Rodrigo Landaeta
Publicado en MULA BLANCA, México, 21 de enero de 2015