I
He orado para que William Blake no se levante de su tumba.
He oído noticias, de boca en boca, de trueno en trueno,
las noches de este crudo invierno, acá en Ciudad Gótica.
Todas dicen que William Blake se levantará de su tumba.
Qué haría William Blake fuera de la tumba.
Dicen que los años de muerte borran las huellas del lenguaje.
Cómo no, si los gusanos han corroído el cerebro
que alojaba las palabras y sus visiones.
No todo hombre es capaz de aguzar sus visiones hasta producirlas
en un estado que podríamos llamar iluminaciones negras.
No, que William Blake no se levante de su tumba,
como se anda corriendo la voz.
¿Qué sería de Ciudad Gótica con esa sombra atroz arrastrándose
por los muros?
Yo tengo mujer, o una loba, no importa, que cuidar,
por eso no quiero que un tipo capaz de matar a un inocente
con tal de no apagar sus deseos se levante de su tumba.
Poseo una hermosa gruta ornada de estalagmitas
y estalactitas fluorescentes,
un jardín donde deslumbran los fuegos fatuos.
¿Cómo permitir entonces que ocurra este rumor,
este demasiado rumor, que William Blake se levantará
de la tumba al séptimo día del séptimo mes del séptimo siglo?:
Anatema sea.
Anatema sea:
The cut worm forgives the pow.
II
Emerge con el tórax en llamas, William Blake de su tumba,
de lápida en lápida,
de tiniebla en tiniebla,
muerto de lejana muerte y redivivo de imposible hálito,
mareado por el Leteo agitado esta noche de vientos tan fuera
de estación,
William Blake con ese aire de un Whitman embrujado,
envés del viejo de yerbajos y hojas y sexo,
éste es un cadáver que va perdiendo poco a poco su putrefacción,
puede ser un dios a pesar de ser él, William Blake,
ya lo ha purgado todo en su poesía,
ya ha lavado todo las supuraciones de la muerte en sus proverbios,
ya ha hecho proverbial el Bien y el Mal en sus apotegmas,
y, para bien o para mal, los ha pulido, y ahora son espejos.
Así, camina nada más, el viejo William Blake recién
levantado de su tumba y se encuentra en las medianías
del cementerio con el lobo;
«Te has levantado de tu tumba», le dice el lobo.
«Corrían rumores», dice William Blake.
«¿Para qué tanto enigma?», pregunta el lobo.
«Dicen las voces que la poesía cambiará el mundo.
Que por fin adviene la verdadera Revolución, la de la poesía»,
musita, un tanto incrédulo William Blake.
«¿Y eso era todo?», pregunta el lobo.
«¿Y la plaga el crimen el incesto la ablación del Deseo?»,
pregunta el lobo.
«Oí lo que oí», responde William Blake.
Y la carcajada del lobo es tan brutal que devuelve
a William Blake a su tumba.
Y el lobo queda solo en las medianías del cementerio,
en Ciudad Gótica, y aúlla y trota entre las lápidas,
y piensa:
«¿Por qué no se levantará mejor Marx de la tumba?»