Tulio Mora. Ángeles  detrás de la lluvia. Lima:
 
          Colección Húnikos, 2009.
        
          Por Paul Guillén 
        
          Luego de tres años de silencio editorial Tulio  Mora (Huancayo, 1948) nos entrega su séptimo  volumen poético. Sus anteriores libros son: Mitología (1978), Oración frente a un plato de col y otros poemas (1985), Zoología prestada (1987), Cementerio general (1989), País interior (1994) y Simulación de la máscara (2006). Ángeles  detrás de la lluvia inaugura la Colección Húnikos  de plaquetas poéticas dirigida por el propio autor y Tatiana Berger. En esta  primera entrega de la colección se contó con la participación del artista  Alfredo Márquez y del editor Arturo Higa en el diseño.
detrás de la lluvia inaugura la Colección Húnikos  de plaquetas poéticas dirigida por el propio autor y Tatiana Berger. En esta  primera entrega de la colección se contó con la participación del artista  Alfredo Márquez y del editor Arturo Higa en el diseño.
          
  Ángeles  detrás de la lluvia contiene 297 versos,  repartidos en tres poemas. Mora sigue la idea de Edgar Allan Poe y su teoría de  “el principio de la unidad de efecto” según el cual un poema largo no debe  sobrepasar los cien versos y debe ser el resultado de secuencias significantes  menores que sumen un todo en tanto ritmo y concatenación, es decir, este  principio actuaría por acumulación instaurando no un solo centro, sino varios  centros desde donde se puede abordar o leer los poemas. En el caso de esta  plaqueta las secuencias se dividen en tercetos. Los poemas se titulan:  "Carlos Oquendo de Amat. El ángel detrás de la lluvia", "José A.  Ríos. El ángel turbulento" y "Mario Santiago. El ángel en las pelusas  de la noche". Cada poema viene precedido de un epígrafe y de una fotografía  intervenida que semeja la ampliación de un código de barras y que, a su vez,  remite a la lluvia en ese color celeste tan bien utilizado.
  
          Tulio Mora en anteriores libros, por ejemplo,  pensemos en Cementerio general,  asumía máscaras para ceder la voz autoral a los otros que la tienen velada en  una clara apuesta reivindicativa. En estos poemas, este nivel estructural se  complejiza. En el poema sobre Mario Santiago la dicción poética recoge  expresiones “mexicanas” como chavo, pachuco, carnales, migra, etc. para darnos  cuenta del proceso de construcción simbólica de los poemas. Estos poemas son  actos y presentificaciones de sentido que se bifurcan, chocan y repelen, que  asumen una particular sintaxis que podríamos denominar según propia terminología  horazeriana como una “sintaxis callejera” y cinematográfica mezclada con  recuerdos, sensaciones, olores, sabores, saberes, sueños, personas,  personificaciones, simbologías de ángeles o demonios que a pesar de tener todo  que perder prefirieron no ganar nada antes que perderlo todo. Esa es una  actitud consecuente con estos tiempos de miseria y con aquellos, pero sobre  todo, y siempre será consecuente, con cualquier tiempo donde alguien pueda  escribir libremente: “mientras el sobreviviente agradecido se faja / lentamente  el hombro de las expiaciones, donde / la poesía mexicana ha blandido el sonoro  mazazo / de la mafia”. Porque los ángeles no se casan con la mafia, pero si con  la magia de la poesía.