En todos lados se cuecen habas.
(Comentario al libro La pequeña casa en la pradera de Mauro Gatica)
Por Gonzalo David
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La idea del karma está presente en todas las religiones, tanto las convencionales como las que no lo son. Digo esto porque en la mayoría de los hogares algo no anda bien. El discurso de la familia “bien constituida” está obsoleto. Todas, en algún grado, son disfuncionales. Todas arrastran historias secretas, fracturas, cánceres, que se repiten como un ciclo permanente. Cada nueva generación trae fantasmas con los que intenta convivir, y peor aún, si pensamos que somos parte de un sistema cerrado de causas y efectos.
El libro de Mauro Gatica es un collage de imágenes perturbadoras y reales. Sumergirse en sus páginas es abrir las puertas de habitaciones de personas que probablemente conocemos, de hechos que el tiempo calla, de familiares que han preferido el silencio. Mauro escarba en los recovecos de la moral, mostrándonos que aunque nuestra cultura nos estimula a la búsqueda de la redención por medio de obras, la raíz de todos los males está en el corazón. La “decencia” siempre ha sido una máscara para ocultar las verdaderas motivaciones, los más profundos deseos, asumiendo como normal un dualismo entre las esferas pública y privada.
La auto-justicia es una forma de redención que se basa en lo que el individuo hace, que generalmente es lo evidente, su conducta puertas afuera. La pequeña casa en la pradera constituye un intento bien logrado por mostrar lo que se esconde debajo de la alfombra, como ese espejo de cuerpo entero en la pieza de los protagonistas, que bien podría ser el narrador testigo de esta obra.
Por otra parte, está presente la violencia como algo intrínseco a la naturaleza del hombre (Existe un documento llamado “Los cánones de Dort”, redactado para refutar las formulaciones teológicas de los discípulos de Jacobo Arminio, un teólogo formado en la Academia de Ginebra. El primer punto de estos “5 puntos del Calvinismo” se llama “Depravación total”, y es sobre la total corrupción del alma). Es interesante, porque esta obra pone en jaque varios de los paradigmas modernos, y de eso creo estar casi seguro, que su autor no se ha percatado. Su estética pop y sus versos dinámicos hacen del texto una lectura ágil, no cabe la menor duda, pero creo que fuera de eso, en el campo antropológico tiene mucho qué decir.
Imagino que el título del poemario es una ironía a los Ingals, ese modelo de familia perfecta creado por Michael Landon, en contraste con la nuestra. Pero cuidado: recuerdo un capítulo donde una compañera de Laura Ingals queda embarazada. Todos en el pueblo responsabilizan al novio de la chica aunque él aseguraba que no le había tocado ni un pelo. Después se descubre que había sido abusada por un vecino. Mauro ya lo sabía: en todos lados se cuecen habas.
