Desde la calle Huérfanos se escuchan zorzales (Presentación en el Lanzamiento del poemario "Las primeras Avenidas" de Tomás Manuel Fábrega,
Bar Las Tejas -9 de agosto del 2022) Por María José Aravena 5 de agosto
La mañana arranca lenta y pesada y como todos estos días, hace frío. Desde las ocho al mediodía no logro abandonar las frazadas y hago las cosas desde ahí. Estoy escribiendo un texto para presentar Las primeras avenidas, un poemario de Tomás Manuel Fábrega. Me gustan genuinamente los poemas. Es la poesía que me gusta y que tenía ganas de leer hace tiempo. Santiago gran ciudad que siempre tiene espacio para la ternura, el chacoteo y la batalla, se sienta a contar recuerdos, misterios y promesas a un garzón o a una señorita en un restobar a punto de cerrar, y de ahí no hay cómo sacarlo.
Es una sensación muy similar a la que me provoca W.H Hudson cuando cuenta sus paseos en A pie por Inglaterra, su voluntad de experimentar el territorio con el ritmo de la caminata -y a veces el pedaleo- rebosa de un entusiasmo que solo es posible cuando se ha comprendido, o se va comprendiendo, más bien, sobre la marcha, la configuración de la memoria personal frente a la historicidad social y natural de los paisajes.
La escritura de Tomás involucra una convicción así, una convicción suficiente como para abrir el poemario con el futuro simple en indicativo de la primera persona plural de los verbos luchar y renunciar. “Lucharemos por conocer la ciudad entera/ y renunciaremos a los lejanos sueños de infancia/ como los de recorrer el mundo” (11). Hay un intercambio equivalente entre conocer y recorrer y es necesario desprenderse con la disciplina que supone ser y estar en un lugar específico en el mapa, que no significa habitar un lugar específico de la historia porque el poeta tiene la facultad de transitar, aunque ese trayecto deba ser pagado muchas veces con la nostalgia.
Hay una parte muy bonita en que Hudson, camino hacia la costa, conoce a un vaquero que ha vivido toda su vida en el mismo pueblo y que comienza a darle instrucciones de cómo llegar a su destino. Le da tantas y le habla también tanto de otras cosas, que Hudson se olvida de las indicaciones y termina “en un viejo camino que no llega a ninguna parte”, en donde encuentra un terreno con vegetación densa, antiguos cercos y muchos tipos de pájaros y un poco más allá, unas casas de campo deshabitadas. Según me acuerdo hay un momento en el que se arrepiente por no haber visitado ese lugar con el conocimiento de la historia de esas casas. Quizás sea bueno citar esta parte en la presentación porque se relaciona bastante con el trabajo y la materia de la exploración del lugar propio (porque Hudson nació en Argentina, pero Inglaterra, donde murió, fue tan propio para él como la pampa). Se relaciona también con el tratamiento de la memoria, del habitar, de la recuperación y de la nostalgia. Recordatorio para la noche: buscar el PDF de A pie por Inglaterra y conseguir la cita. Ahora debería bañarme y prepararme algo para almorzar, pero no me gusta mucho cocinar cuando la casa está sola.
Es tarde. Terminé almorzando en el Café Yungay y haciendo otras cosas. Al menos tengo la cita de Hudson, la dejaré aquí también: “ahora, cuando pienso en mi caminata, me arrepiento de haberla hecho sin tratar de averiguar algo sobre la historia de aquel lugar olvidado al que me había llevado el viejo y solitario sendero. Aquellas casas en ruinas antaño habitadas, ahora acosadas por la vegetación y medio ocultas entre los árboles, han dejado una extraña imagen en mi memoria, como si tuvieran una historia que contar, como si alguna criatura inteligente hubiera atisbado desde las ventanas medio arrancadas mientras yo estaba allí y hubiera dicho: hemos esperado todos estos años a que vinieras y escucharas nuestra historia y ahora finalmente ya estás aquí” (200-201). Es más bonito de lo que recordaba y es muy curioso como el tono de Las primeras Avenidas está de alguna manera muy atento a la criatura extraña y a esta posibilidad de arrepentimiento que podría surgir si acontece el desvío. “¡Viajaremos hasta acá!/ los últimos atardeceres de esta ciudad están a la vuelta de la esquina” dice Tomás en Epístola para Regresar. La criatura extraña de Santiago habla y el poeta escucha con algunas claves de su trama y una brújula en la mano, sin dejar de sospechar los tiempos de alerta que trae el futuro que empezó hace varios años. Porque, de todas formas, son otras las circunstancias. Las casas de campo que hubo acá no están envueltas en plantas ni sobrevoladas por pájaros, al contrario han dado otro paso en la cadena de las cosas que reconocemos como finitas y ahora son bases de objetos fascinantes y tenebrosos como edificios brillantes y museos modernos y otras más tenebrosas que fascinantes como casas de préstamo y locales de accesorios celulares.
6 de agosto
Día en el persa Bío Bío. Ya en mi pieza. Llueve. Me quedé pensando anoche en las casas y estuve releyendo el poemario de Tomás Manuel Fábrega. El poema “Quintas de recreo” fue el primero que leí, justo el día en que, con la lengua algo dormida después de una visita a el bar Las Tejas, Tomás vino a parar a mi casa en Adriana Cousiño con un borrador festivo de su poemario. Léete uno po, Tomás, le decíamos, y él, bien porfiado a esa hora de la jarana, se negaba a recitar. Recuerdo que alguien le dijo ya, pero ¿y cómo en el lanzamiento?... ahí sí vay a leer, y el poeta respondió algo como, pero es que el lanzamiento es el lanzamiento.
Quizás podría tirar una talla de eso en la presentación, decir tal vez, asegurémonos de que el poeta lea antes de que le pasen un terremoto o algo así, pero los chistes en esas instancias nunca me salen tan bien porque antes de decirlo me pongo a pensar que ya pensé el chiste antes entonces la pretensión de ser chistosa provoca que nadie se ría. Agarré el borrador y para insistir en que escucháramos un poema de Las Primeras Avenidas elegí uno al azar y me encontré con ese poema hermoso donde la criatura extraña es Santiago, es la Quinta de recreo y es también quien desea estar dentro de la Quinta de recreo diciendo ¡hemos esperado todos estos años a que vinieras y ahora finalmente ya estás aquí!
“Convendría no confundir los recuerdos con las nostalgias (...) la nostalgia es una lejanía que duele, un lugar ausente que, por acción del dolor, está siempre presente”, escribió Martín Cerda en uno de sus ensayos. Percibo que en este poema están los recuerdos, las nostalgias, y las nostalgias de los no recuerdos que no implican solamente dolor o tristeza. Me gusta esa parte de la historia amorosa en que la resignación es tan dulce y entusiasta como los primeros acercamientos porque es como si dejara de existir la línea temporal que se esfuerza en ordenar las cosas y se responde a ese orden sensible de la razón y los afectos: “¡Esas viejas quintas de recreo! / Habrán olido a los platos de siempre/ habrán sido como vivir en otro mundo/ pero no fueron para nosotros/ ni para quienes acarician futuros/ ni para los tramoyistas de esta gran ciudad/ sino para quienes aún no le tienen nombre a la muerte”. Increíble remate.
9 de agosto
En la mañana el canto de un tiuque y unos zorzales. En la tarde el lanzamiento de Las primeras Avenidas. Leeré parte de este diario porque no ando con muchas ganas de seguir otras estructuras y tampoco quiero empezar a llamar al poeta solo por su apellido. Las primeras avenidas más que un poemario santiaguino es un poemario chileno. La decisión está en la lengua que acarrea mucho más que los recuerdos de algún día que pudo haber sido ayer. Es la legua chilena que entre tantas otras cosas contiene el lamento y la esperanza para mantener con vida a las criaturas extrañas. El poemario se va a lanzar en el bar Las Tejas a las 7 de la tarde. Voy atrasada. Y sé que llegaré atrasada siempre a todas partes, pero podré confiar al menos, para despertarme mañana, en el aviso de los zorzales.
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(Presentación en el Lanzamiento del poemario "Las primeras Avenidas" de Tomás Manuel Fábrega,
Bar Las Tejas -9 de agosto del 2022)
Por María José Aravena
poesía que me gusta y que tenía ganas de leer hace tiempo. Santiago gran ciudad que siempre tiene espacio para la ternura, el chacoteo y la batalla, se sienta a contar recuerdos, misterios y promesas a un garzón o a una señorita en un restobar a punto de cerrar, y de ahí no hay cómo sacarlo.