La respuesta inicial a por qué leer es indudablemente porque sí, por placer. Pero en una segunda capa hay potencias de varias índoles que pueden requerirnos una urgencia.
El libro de Teresa Wilms Montt (Chile, 1893-Francia, 1921), que firma como Teresa de la Cruz y que publica en Buenos Aires en 1919, fue el último que vio la luz antes de su muerte. Es una colección de cuentos extraña, que lentamente va construyendo un ecosistema de sombras. Teresa recupera el misterio, eso que no se puede decir, que no se puede transmitir, que acaso sea una manera particular de mirar, un pulso, algo que flota en el aire y que no puede ser ni asido ni clasificado. Por eso el libro es para los hombres que todavía son niños, que aún conservan ese ojo misterioso y lúdico, terrible, capaz de asimilar sin seso lo esotérico.
A lo largo de los ocho cuentos que lo componen, podemos encontrar la relectura y la reescritura del cuento maravilloso, de la fábula, incluso de la parábola religiosa. Animales que hablan, que sufren; personajes humanos que aparecen animalizados; muñecas parlantes; suicidas; apariciones. En estos cuentos se presenta lo tradicional mirado desde el sesgo, fisurado, visto por los ojos de una mujer que reelabora no sin tener en cuenta cuestiones de género, filosóficas y políticas. Wilms Montt explora lo tétrico y espeluznante que tuvieron siempre los cuentos tradicionales, pero renovando la mirada, enrareciendo lo raro. La oralidad del mito y la leyenda recorre el libro, hace eco, interpela al lector, lo ingresa en el ecosistema de sombras.
¿Cuál es la vigencia de este tipo de cuentos en el presente, qué de eso que se teje ahí nos ayuda a pensar el hoy? Bajo su influjo aparece otro suicida en el paisaje: el inglés errante Mark Fisher, que en su Realismo capitalista comenta que “a través de la conversión general de prácticas y rituales en objetos meramente estéticos, las creencias de las culturas previas quedan objetivamente ironizadas, convertidas en artefactos”. Y más adelante cita a Marx y a Engels, que a su vez enuncian: “El capital ha ahogado el sagrado éxtasis del fervor religioso, el entusiasmo caballeresco y el sentimentalismo filisteo en las aguas heladas del calculo egoísta” Y concluye, de nuevo Fisher: “El capitalismo es lo que queda en pie cuando las creencias colapsan en el nivel de la elaboración ritual o simbólica, dejando como resto solamente al consumidor-espectador que camina a tientas entre reliquias y ruinas”.
Entonces, si el capitalismo es lo que nos protege contra los peligros de la fe, los cuentos oscuros y profundamente religiosos de Wilms Montt vienen a horadar esa coraza para repolitizar la creencia. Quizás eso que Fisher estuvo buscando durante toda su vida, lo que escapa del capitalismo, lo que huye, en palabras de Deleuze, esté dado por el retorno de la fantasía, de la fábula, de la maravilla, de lo que borra las fronteras entre la realidad y lo real.
Más de cien años después, Teresa Wilms Montt retorna como una autora fundamental para volver a pensar, para seguir pensando, qué es lo que fisura los modos de vida bajo el signo del capital y sus mutaciones. Una vez más, la literatura aparece como credo y como herramienta política para desensamblar el presente, algo en lo que creer cuando el exceso de realidad, de realismo, aplasta el futuro.
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Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Cuentos para los hombres que son todavía niños
Teresa Wilms Montt, Alquimia Ediciones, 2023, 80 págs.
Por Yamil Al Nayar
Publicado en revista OTRAPARTE, 2 de febrero de 2023