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ÚRSULA STARKE
A una década de publicar su primer libro

(ENTREVISTA)

Por Alejandro Lavquén
San Bernardo, octubre 2010

 

Hace diez años, la poeta Úrsula Starke, oriunda de San Bernardo y nacida en 1983, publicó Obertura (Maipo Ediciones, 2000), su primer libro de poemas, a la edad de diecisiete años. Un primer libro que dejaba entrever un futuro sólido en el arte de la poesía. Lo que queda de manifiesto con la publicación, en el año 2007, del libro Ático (Editorial Cuarto Propio). Úrsula, hoy termina sus estudios de Licenciatura en Historia y Teoría del Arte en la Universidad de Chile y trabaja en un nuevo libro.

- Sabemos que para celebrar la publicación de Obertura preparas una versión en PDF para Internet. Cuéntanos un poco de eso.
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La idea es ejercitar la democracia de los medios de publicación mediante las redes sociales, cosa que intento hacer desde el 2006 cuando abrí mi blog y armé ahí mi espacio. Resulta que el blog es muy justo, pues solo te leen y te comentan los que quieren hacerlo, por lo que no impones a nadie tu trabajo ni tus desaciertos. El Facebook te entrega posibilidades enormes de conectarte con personas a las que puede interesarle tu trabajo y te enteras de otros trabajos que, por difusión o dinero, no podrían ser publicados en los circuitos oficiales, aunque sean valiosos. No voy a discutir aquí los aspectos negativos de ambas plataformas ni de que otras que utilizo como Scribd o Flickr, si no que solo rescato lo útiles que son para fines específicos.

Como poeta tengo lazos afectivos muy fuertes con mi primer libro, lazos que ahora cumplen 10 años, que son también 10 años de trayectoria. La mayoría de sus poemas han sido difundidos en la Web. Pero el libro, como libro publicado, a estas alturas no está disponible para las personas que me han dicho que se interesan en él. Una segunda edición en papel no es posible por varias razones, ni tampoco es necesaria en este momento, cuando puedo contar con el Internet y los programas para autoeditarme en formato electrónico. Obertura es un libro autoeditado, pero históricamente nunca participé de su edición. Ahora me apodero de él y lo pongo a libre disposición de los interesados, aquí y en el extranjero, agregándole un valor adicional, para que sea más atractivo de tener. Aún no quiero develar la sorpresa. Todo es un atrevimiento, un lanzarme a la aventura no más.

- ¿Cómo nace la idea de publicar tu primer libro? Eras muy jovencita entonces.
-
Como te decía, la idea no nace de mí. Se me propone. Intervienen en su publicación factores familiares, sentimientos de culpa y manipulaciones que el puro deseo de apoyar a la adolescente en su gracia. Apenas me logré dar cuenta de lo que pasaba cuándo tenía una caja llena de libros negros en mi casa con mi nombre en la tapa. Primero me sentí una estrella y me lo creí, obvio. Luego, superé esa etapa de ego manía y me puse a pensar en la poesía, tomé conciencia del fenómeno, la odié, la amé, la olvidé. Obertura no fue un trabajo de poesía, fue la culminación de una catástrofe familiar y el inicio de la catástrofe personal. La vida misma.

- Los poemas de Obertura ¿obedecen a un plan especial para el libro o reuniste textos sueltos que se relacionaban, de alguna manera, entre sí?
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Obedecen a un estado de ánimo, a un estado total, a un ambiente, a un status ineludible. El poeta editor, Pérez, seleccionó los textos que poseían más valor literario y armó un libro coherente, pero esa coherencia venía de ese estado constitutivo. Era imposible encontrar textos sueltos que no tuvieran ese origen de desgarro. Pero, con la precariedad de mis 17 años, más conciencia estética, más programa no había. Reeditarlo ahora es mi manera de recobrar un libro que me pertenece pero que fue armado por terceros.

- Al releer los poemas ¿Cómo los percibes hoy? ¿Eliminarías alguno o lo corregirías?
- No tiene sentido corregir un libro que tiene valor porque es vivencial. Pero si lo que pretendo es apoderarme de la experiencia y transformarla en obra, claro que corregiría varios textos. Esa es la dicotomía que tengo ahora.

Hoy lo percibo como un libro pequeño pero con identidad, con personalidad. Intentaré un par de breves correcciones y agregaré un verso conflictivo que siempre tuvo que estar en su lugar.

- Cuando publicas Ático das un salto con respecto a Obertura, en cuanto al estilo. Son dos libros muy distintos a pesar de los puntos de encuentros que se perciben ¿Cuál dirías que es la relación entre estas dos publicaciones ¿Cómo se conectan?
- Se conectan porque la obertura de una pieza musical es el apronte del resto de la obra, un abstract que contiene en sí los motivos principales que se desarrollarán en plenitud durante cada movimiento. Ático está mejor escrito porque pasaron siete años de aprendizaje entre uno y otro, pero se convierte en el primer movimiento con alguno de los motivos anunciados en Obertura. Están completamente conectados en ese aspecto.

En el estilo, la prosa poética era la única manera posible de escribir un libro como Ático, porque el verso manipulaba la percepción visual de los poemas, los acursilaba, los estilizaba. El valor de Ático estaba en la consistencia de la prosa, como un cuadrado concreto sin espacios ni cortes dentro de la hoja, una presencia compacta y claustrofóbica. La palabra está puesta ahí para ser asumida por el lector en su dimensión poética y prosística, casi narrativa, ambivalente al fin y al cabo. Obertura tiene experimentos con la palabra en la visualidad del verso, del espacio en blanco, del haikú, pero con Ático no quería experimentar la forma de poner la palabra en el papel, sino la manera de leer la palabra poética borrados sus límites físicos.

- ¿Por qué elegiste a Isabel Gómez para presentar tu segundo libro? Te lo pregunto en el sentido de que pertenecen a generaciones muy distintas.
- Si claro, pero ni a ella ni a mi nos preocupan los niveles generacionales como parcelas, meros estatutos de archivística. De todas maneras creía que solo una poeta más grande que yo podría apadrinarme, lo que es absolutamente válido. Además, si a alguien admiro es a ella y su trabajo desde la disidencia, al margen de cualquier puesta en escena melodramática, porque siempre ha sido fiel a sus principios, una valentía difícil de encontrar hoy en día. Si le pedí que presentara Ático frente al mundo, fue porque, como un aprendiz, quería reflejarme en ella y su sabiduría, y se lo agradezco profundamente siempre.

- En tu proceso creativo ¿Cuáles son los factores que influyen?
- Es complicado profundizar en el proceso creativo justo ahora que el proceso está cambiando. Lo que influyó cuando escribí mis dos libros no tiene nada que ver con lo que me está influyendo ahora. Pero si existe una constante es la naturalidad, escribo lo que quiero escribir y punto. Si se relaciona con el ánimo, con la enfermedad, con el clima, es porque en la poesía es en el único lugar donde no me pongo límites, títulos, estructuras. Más que proceso creativo, lo que hago detalladamente son procesos de ediciones cuando percibo que un libro se ha escrito completo. Eso lo hice con Ático. No te puedo asegurar que pase lo mismo con un tercer libro, la idea es no saber lo que va a pasar, ni cuándo va a pasar.

Me he puesto a pensar Obertura y Ático como libros terapéuticos, en el sentido que resultaron ser, psicológicamente para mí, un exorcismo literal y verídico. Pero no creo ser una poeta terapéutica que solo escriba poemas cuando se enferme y deprima, tampoco digo que eso no les ayude a otras personas, pero no es lo mío. La poesía me apasiona porque la puedo hacer siempre, buena o mala, estoy segura de que entiendo su misma poíesis. La música también me apasiona, me conmueve, pero no la puedo hacer, no la entiendo, solo la disfruto. La poesía la puedo crear.

- Pasando a otro tema. Tú vives en San Bernardo, lejos del efecto de las luces santiaguinas ¿Cómo ves desde allí a la comunidad literaria en su quehacer cotidiano?
- Es que ya no la veo y soy feliz. Veo las luces de las personas que admiro, de mis amigos, de sus amigos, de gente que llega y que no busco. Estoy tan ocupada en miles de cosas, cotidianas, trascendentales, mínimas y tremendas que no me queda tiempo para hacer vida social del modo que la hacía antes. Vivir en mi rancho es lo mejor que tengo.

- ¿Cómo ubicas al poeta, al escritor, en el plano social? Te lo pregunto considerando que vivimos una época de conflictos sociales donde el neoliberalismo muestra su cara más siniestra.
- Si me preguntas donde me veo yo o donde veo a mis amigos, bueno, hemos renunciado a muchos vicios del neoliberalismo más desgarrador no solo haciendo libros, siendo poetas, si no que haciendo conciencia en otros. La solidaridad es lo necesario, la acción, compartir lo que yo sé con quienes no saben porque el conocimiento no es un bien para mezquinar. El poeta solidario es el poeta que sirve, y te lo digo porque lo he visto durante todo este tiempo en muchos ejemplos de bondad, compromiso y desinterés que tú te impresionas. Al final, no importa si eres escritor o no.

- Naciste veinte años después del golpe militar ¿Cómo asumes la historia de ese período? ¿O crees como muchos jóvenes que eso es pasado y debemos olvidar los atropellos a los derechos humanos y dar vuelta la página, pues ellos no los vivieron?
- A eso me refiero con solidaridad. Todos, en su medida, deben hacerse cargo del pasado como una manera de expurgar el presente, nuestro presente, lleno de heridas abiertas. El olvido es, precisamente, el cáncer de cualquier sociedad. Como futura historiadora me estoy entrenando contra el olvido. Reconocer, asumir, hacer propio lo que nos pertenece es el único camino para conocer y mitigar los dolores, limpiar la basura, distinguir lo nuevo en cada cosa.

- Tú estudias arte ¿Cómo relacionas los conocimientos que vas adquiriendo con tu trabajo poético?
- Es que se ha convertido en una locura, en una verdadera locura. El conocimiento de la historia del arte se está convirtiendo en la fuente principal de inspiración para mi nuevo libro, que parece no acabará nunca, porque no es solo saber de pintores, fechas, movimientos, sino que también de metodologías y mecanismos de conocimiento y análisis que pueden ser reapropiados para la poesía. Por ejemplo, me he encontrado con la pintura colonial americana, lo que hace remitirme tanto al medioevo europeo como a los indígenas americanos y en ese cruce aparecen personajes, aparece el libro como instrumento, aparecen historiadores y teorías, poetas y escritores y todo entra en consonancia y relación múltiple. Las teorías del cubano Lezama Lima me han hecho demasiado sentido en este aspecto, ha sido una maravilla estudiarlo a partir del barroco americano, pero también fue poeta, magnífico poeta y en su obra se hace real la teoría, es el ejercicio de sus teorías. Ya en Ático el arte y su historia me habían influido para el texto de Santa Ágata, que nace directamente del estudio de un cuadro del Museo Franciscano y de la hagiografía de la santa. Ahora preparo mi tesis sobre una serie de Santa Rosa de Lima que es la encarnación de lo americano mestizo y no puedo dejar de escribir poemas sobre ella y todo lo que de ella surge, que es apasionante. Con eso te adelanto un poco en qué estoy ahora.

- ¿Planeas algún nuevo libro?
- Si, claro, aunque no sé qué tan próximo sea. Te adelantaba algo de Santa Rosa de Lima y el barroco americano, pero eso es solo una parte, nada concluyente por el momento. Estoy escribiendo como venga, pero de ahí a que publique un libro debe correr agua bajo el puente, me tomo todo el tiempo del mundo para hacerlo. Es obvio que la historia del arte va a ser parte esencial de ese próximo libro, no cabe duda. Pero el principio es que no sé cómo será el libro hasta que sea.

- Gracias a la poesía has visitado varios lugares de Chile ¿Cuál es el que más te ha dejado?
- Qué pregunta más difícil, porque si algo bueno viene con la poesía es la oportunidad de viajar y conocer mundo. He podido viajar por Chile, nunca he salido del país. El lugar que más me sigue dejando es la ciudad de Punta Arenas, porque te remueve de la concepción de lo que Chile es. Si Santiago no es Chile, es porque Chile es demasiado más que esta agobiante ciudad, es inmensamente más, casi no se cree o no se puede asimilar todo lo que es.

 

 

 

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