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CARTAS DESDE EL SANATORIO DE ÚRSULA STARKE
Claudia Godoy Lueiza
Psicóloga Clínica.
Poeta y escritora centro literario Andén de San Bernardo
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“Sabes que yo he decidido recluirme en la orilla de la ciudad a practicar la escritura del asombro, hasta que aparezca la grieta deliciosa por donde salga la palabra mía.Ustedes me dejaron al borde de la escena. Ahora no me exijan que salga a verlos”.
Cartas desde el sanatorio, primera novela de Úrsula Starke impresiona escrita desde la orilla crítica hacia el sistema y todo aquello en lo que suponemos se asientan las estructuras psíquicas y sociales, pero más que eso revela a través de sus páginas una escritura desde el fondo, la que lleva esa profundidad del alma capaz de hacer doler la vida.
La lectura se moviliza ágil, rápida, fuerte, tormentosa, honesta y principalmente valiente, donde el ritmo de las palabras llama la atención. La protagonista escribe en prosa cartas a los amados que han recorrido su historia, pero a pesar de todos “sus recuerdos tachados” no olvida que es poeta:
“Yo te digo, hubo una vez un misterio, una persistencia crónica, el hastío del sol de invierno paliado por dosis exactas de somníferos. Un adormecimiento de la garganta a la hora de decir te amo, el mismo pan, la misma lástima, esa desazón absoluta de saberse fracaso y nada al final de la semana”. Ciertas frases son enunciadas a manera de sentencia por su fuerza y profundidad interior “la soledad es difícil de mantener, la locura es fácil. Se mantiene sola”. La poesía reaparece insistente en medio de la prosa marcando un ritmo y una impronta particular, la poesía al decir de Octavio Paz revela el mundo, es exorcismo, conjuro, magia, sublimación, condensación del inconsciente, es el ojalá, el deseo de cómo quisiéramos que fueran las cosas aunque estemos al borde de un abismo y el deseo que pulse sea deseo puro de muerte. Respecto de la prosa Paz dirá que es un génerotardío, hijo de la desconfianza del pensamiento ante las tendencias naturales del idioma donde el ritmo en su incesante ir y venir ceden el sitio a la marcha del pensamiento. Por lo que se destaca el registro metafórico y metonímico del lenguaje que subyace y se entreteje en la escritura otorgando fuerza y belleza al relato.
J. Lacan señala que comentar un texto es como hacer un análisis, donde el estilo es la impronta, es el hombre mismo hablando a través de una cadena discursiva en que desfilan los significantes y donde la gran escena es la propia vida. Espacio psicológico en el cual el oficio del escritor puede llevarnos a la creación de un mundo paralelo y ser posible al decir de la autora que “se tachen con plumón negro los nombres propios y con plumón rojo las frases que contienen lugares comunes”. El recuerdo conlleva inevitablemente al olvido, por lo que nos preguntamos cómo sería tener la memoria llena de recuerdos, saturada de imágenes que se transcurren y sobreponen vertiginosamente ysin cesar, Borges en Funes el memorioso nos acerca a este padecimiento. Desde el psicoanálisis y su propuesta de las dualidades, recuerdo y olvido estarían en un mismo lugar, donde este último actuaría en ocasiones como represión, es decir, como una barrera que defiende al sujeto. Pero el olvido voluntario es diferente a la tachadura, al borroneó de un registro, de una marca cuando es impuesto, ya que deja al sujeto en blanco, lo silencia desde su discurso transgrediendo su voz e instalando la hegemonía de poder que también se ejerce a partir de la palabra que prohíbe. ¿Qué es el sujeto sin sus recuerdos, sin todos los nombres que lo conforman y designan, sin sus lugares y esquinas propias, sin las veredas que lo reconocen? La historia de la psiquiatría mucho tiene de represivo, de herramientas dominantes frente al pensamiento revolucionario, por tal la poesía continua hablando al igual que la locura desde “su inconsciente a cielo abierto”, desde su ser revolucionario.
Se nos presenta en Cartas Desde el Sanatorio una historia de soledad, un grito desde lo más profundo, desde el des-borde, un grito desgarrado por la omisión como aparato represivo. Lugar en que el otro que ha compartido orillas o retazos de historia y se visualiza como posible redentor, como un caleidoscopio donde brilla siempre el vértice del amor cómplice vivido en medio de la creación. La operación o única salida para el exceso de yo es el Otro con mayúscula, un otro que se torna huidizo cuando de sumar dolores se trata, cuando se está en diferentes posiciones, cuando uno mira de pie al que se encuentra recostado. Ser pareja es estar en la misma posición frente a la vida y al deseo, frente al goce y al amor, Úrsula nos recuerda que no sólo el cruce sexual es horizontal, también la muerte; “Iremos a descansar bajo una cruz de fierro negra sin nombre”. La muerte es principalmente dicha desde la vida, una vida que duele más allá de la muerte.
Siguiendo con las dualidades pulsionales planteadas por S. Freud, sólo eros puede vencer a thanatos, la vida sobre la muerte; dos significantes que se hallarían en permanente tensión, saliendo ambos al choque de su opuesto, logrando regular su lucha por la represión que sale a su vez al encuentro desde el Superyo. Narciso es vencido por la pulsión de muerte, ahogándose en su propio yo, no logra salir de su imagen especular. Así también la bipolaridad aprisiona al sujeto en dos extremos difíciles de armonizar, en el caso de la manía el Superyo aparece tan desenfrenado como en la melancolía, en tanto imperativo gozoso extremisa la tendencia, obliga a ir al máximo de la descarga pulsional, siendo víctima de un narcisismo descarriado. Instalándose por tanto la melancolía como “cultivo puro de pulsión de muerte” y a la euforia como una “figura obscena y feroz” que empuja al goce, que al carecer de diques se convierte en displacer.
Por otra parte resulta interesante profundizar en los procesos creativos que bordean estos abismos melancólicos y de goce imperativo, que nos pulsan en tanto sujetos a construir nuevos universos con los restos de aquellos mundos fraccionados que vamos erigiendo repetidamente. Lacan señala que los pensamientos inconscientes son pensamientos de repetición y por lo tanto un ir a buscar del sujeto, un acercarse a su destrucción pero también a la creación, a fin de encontrar un lugar de descanso donde se encontraría solución y liberación. El arte como redención y olvido como barrera defensiva, la bipolaridad como dualidad de ser que al igual que la creación habita dos polos, en este caso realidad y fantasía.
Nuestra protagonista señala que es alejada de los libros como Alonso Quijano, para evitar que enloquezca por exceso de poesía, de tanta literatura que arriba a ella como quien habita por las tardes un atractivo abismo. “Diles que la demencia no es contagiosa”, la literatura está saturada de delirios, se hace presente la paradoja en la cual la misma palabra que la enferma la redime, le otorga su razón de ser. Nos propone un mundo distinto que puede ser realidad o ficción, para la vida nada es exagerado “y si estuvieran todos muriendo allá afuera, con una peste u otra. Siempre la humanidad está muriendo”.
Cartas desde el sanatorio presenta una crítica incisiva a la diferencia de clases y a los sistemas de salud cerrados donde se da cuenta de una sociedad intolerante y temerosa, es un relato con estructura de novela breve con un personaje principal omnisciente que describe en primera persona, siendo en su ímpetu narrativo y lírico a la vez que valiente y desenfadado donde reside su valioso aporte, abordando una temática tan compleja y difícil como la vida misma cuando es llevada al extremo. Un libro que se agradece, que si es o no autobiográfico, no es de mayor relevancia ya que el mundo literario y los sucesos narrados se inscriben en la realidad psíquica del autor, a decir de Lacan “en la otra escena”.
San Bernardo diciembre 19 de 2014