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Aguas y Naufragios (1995)

Ulises Varsovia


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 5. Domicilios

Se escribe desde la intersección
de las difusas rememoraciones
y la cegadora claridad
de lo que va siendo.

Entre lo que fue y lo que viene,
entre la ceniza y nuevos leños,
eleva la llama su ojo atónito
y se resume en luz indecisa,
en fantasmagoría titilante.

Tu cuerpo lácteo encendido
va por las habitaciones trascendidas
y tiembla en los ávidos espejos,
y lucha en los lechos vacíos
su genuino sitio en el tiempo.

No caigas al túnel, esposa,
no penetres mis sueños enfermos
donde un náufrago estira los brazos
y jala hacia las habitaciones solas.

Allí no hubo, allí domicilios
apenas verificables,
apenas en el tiempo sustentados,
girando en el eje de la tarde.

Desde esa gris coordenada
hasta la tarde que llega,
titila la luz parpadeante
y clava su ojo en el tiempo.

Escribo, pues, y extermino,
rememoro y aniquilo,
porque lo que fue no fue,
porque no estuve ni he sido,
y aquellas habitaciones
derivan por el tiempo, solas,
desoladamente solas.

 

 

8. Desde los espejos

Adentro de los espejos
de las viejas habitaciones,
en la dimensión secreta del tiempo
donde aún miles de rostros,
donde el mismo rostro repetido
y no idéntico, perseverando,
repitiéndose imperfectamente,
luchando su permanencia de cada día.

En el rictus amargo pronunciado,
en las facciones casi estalladas,
en la línea del mentón cediendo,
en la frente sombría agitada
de íntimas tormentas emergentes,
en el pesado mohín de los ojos
yuxtapuestos en dirección a la noche,
en las alas claudicantes de la boca…

A los espejos cada día, desnuda,
la bitácora de la derrota,
cada día las luchas obscuras
cayendo a la recámara del tiempo,
perpetuándose en sus galerías.

A las viejas habitaciones
el viajero en la sed sumergido
con su alforja pesada de viajes,
y desde el interior de los espejos
una lenta procesión de rostros,
un desfile interminable
de retratos irreconocibles,
de máscaras gesticulantes
cuyas facciones sueño y desvarío,
cuyos rasgos puertos en bruma.

Náufragos u oníricos huéspedes,
gesticulantes rostros
por las extraviadas galerías,
y el ser desde sus travesías
apenas brumosas rememoranzas,
apenas furtiva reunión de rasgos.

¿Adónde volver, y regresar de veras,
adónde con viajes e itinerarios,
con extenuantes climas, con lechos,
con habitaciones penetrantes?

¿Quién podría jurar aquí,
quién su auto de fe inamovible
que desde el interior del tiempo
los ojos de luz amarga,
las alas caídas de la boca,
la frente de clima tumultuoso?

Adentro de los espejos
de las viejas habitaciones
alguien su voluntad denodada,
alguien un desesperado esfuerzo
repetido interminablemente,
repetido y no idéntico, no idéntico.

 

 

16. Aguas

Aguas súbitas por el barranco,
aguas precipitaciones,
aguas indisolublemente atadas,
unidas en un gigantesco esfuerzo
de coléricas moléculas gregarias,
de átomos copulándose en torbellino.

No llegaréis jamás, aguas locas,
no arribaréis nunca a destino
girando sin destino por la tierra,
atropellando etapas y destinaciones.

Aguas vertiginosas por el barranco,
aguas en demente desbandada
abalanzándose en súbito vuelo,
resbalando en un eje infructuoso,
angustiadas en las aspas del molino,

no salvaréis jamás el corto trecho,
nunca terminaréis de pasar, azoradas,
revolviéndoos en torno a vuestro centro,
alejándoos y volviendo sin moveros.

Y no regresaréis jamás, hermanas,
no volveréis ni os habréis ido,
no habréis estado ni estabais ausentes
girando en el molino de las migraciones,
huyendo y adviniendo sin fin perseguidas.

Aguas súbitas en sí detenidas,
aguas vertiginosas paralizadas,
no llegaréis jamás, siempre llegando,
no pasaréis jamás, siempre pasando,
y no dejaréis de sonar en la garganta

hasta que mi existencia de aguas huyendo,
hasta que mi existencia de aguas volviendo,
hasta que mi existencia de aguas enfermas,
hasta que mi existencia sumida en las aguas.

 

 

22. En la luz tambaleante

Entre lo ya acaecido,
entre lo que la pálida voluntad
garabateó sobre hojas blancas
y aquello que será escrito,
la aún inédita instancia
que han de perpetrar pasos perdidos…

Entre lo que la mano trémula
arrancó de la pura potencia
y aquello que será realizado,
aquello que ninguna luz
podría alumbrar, ningún augur
dotar de inequívocos contornos…

Hombres de lo sucediendo,
hermanos mortales
en la acción inconclusa atrapados,
hesitando entre el ayer y el mañana,
pálidas criaturas detenidas
intermitentemente en el tiempo,
empujando con tristes esfuerzos,

no digáis mañana, no,
no habréis dicho ayer, hermanos,
que lo que ahora ocurriendo,
que lo que ahora atraviesa el día
grabando instancias ofuscadas,
todavía indiscernibles en su rumbo,
no digáis, no digáis que los hechos
emergen de sólidas decisiones,
que vivimos paralelo al tiempo.

Lo siendo una tensión de fuerzas,
un empuje de la obediencia
atrapada a medio camino,
de la voluntad encandilada
por la luz inédita tambaleante,
el sueño permanente de la memoria.

 

 

23. Abetos en la niebla

Abetos en la niebla sumergidos,
fantasmales figuras calladas
soportando el peso del infinito,
de incertidumbre y misterio rodeadas.

Sólo las raíces mantienen el rumbo
asidas a la tierra patéticamente:
en un océano gris y profundo
zozobran los abetos perdidamente.

Por el bosque, cogido en la espesa maraña,
un hombre yerra entre angustiadas siluetas
cuya identidad sólo atestigua el agua,
cuya arquitectura se esfuma y regresa.

Un hombre en un océano de niebla
y ninguna raíz ni filamento,
ningún origen ni hogar en la tierra,
ninguna dirección, ni un sólo puerto.

Abetos en la niebla zozobrando:
hallaréis el camino de regreso.
Un náufrago entre tinieblas vagando:
nunca más volverás desde tan lejos.

Nunca más desde los bosques hundidos,
nunca más desde los árboles ciegos:
errarás por la tierra hasta el infinito,
morirás de olvido entre los besos muertos.

 

 

25. Todas las defunciones

Desde las defunciones
de la flora y la fauna,
desde el anónimo extinguirse
de vidas periclitadas,
con un rumor de huesos
o pétalos desvencijados,
con un ligero murmullo
de cales muertas cayendo,
de pálidos estambres regresando…

O tal vez desde los cementerios,
desde las oseras circuídas
de un silencio de ultratumba,
de un sepulcral hálito urdido
por las lentas desapariciones…

¿Desde dónde como quiebres,
como existencias obnubiladas
succionadas por la muerte,
como estertor y agonía
bailando su fúnebre danza,
emitiendo sus luctuosas ondas?

¿Es que las radiaciones,
es que el invisible efluvio
de lo que muere
embriaga de un onírico licor
el sensor de las existencias?

¿Es que lo que regresa a la muerte
marca con su pútrido perfume
las vidas transitorias?

¿Es que todas las defunciones
se agolpan de pronto en mi vida
y reclaman su sacramento,
su entrada ritual en la muerte?

 

 

31. Identidad

En la encrucijada de las decisiones
pierde el viajero su cansada identidad
y cae al árido anonimato
de las existencias en sí sumergidas.

Vidas sin bitácora emergidas
de la niebla, como barcos fantasmas
cuyas huellas estelas esfumándose,
cuyo pensón el océano sin rostro.

A las desvinculadas islas, mar afuera,
a las habitaciones transitorias
el transeúnte sin llave ni equipaje,
el fugitivo de las identidades.

Dormirá su sueño errante perseguido,
saciará su sed de besos migratorios,
y antes que los espejos se acostumbren
arrancará su imagen y abrirá el vuelo.

Pasajero de los peninsulares puertos,
náufrago sin identidad sobreviviendo,
a tu destino una voz se aproxima,
una voz te busca y tus pasos le huyen.

Una voz reconoce tu máscara errante,
un dedo identifica tu disfraz gastado,
y así hundieras tu rostro bajo mil rostros,
alguien te hallaría, alguien sabría el camino.

Incansable transeúnte de las islas,
tampo tú escaparás a tu destino,
y en la encrucijada final estaremos
con la identidad desnuda, frente a frente.

 

 

35. Señales borrosas

Lo que caerá de las febriles existencias
sujetas a horarios terrestres,
lo que ha de caer a la airosa geografía
y devolverá la conciencia al sueño,
al áspero, áspero sueño
de extensión, rito y crecimiento.

Lejos, en la cenicienta dimensión,
atravesando a tientas, alucinado,
cuando el aullido de fieras errantes,
y ninguna señal de aguas u orquídeas,
ningún grito fehaciente atestiguando,
desesperadamente vacío de pasos.

Nadie a la terrestre convocatoria
bajo el haz de la luna tutora
a medianoche, en las mudas planicies,
para que errantes viajeros sus cuitas,
y el roce de las existencias
por fin una hoguera de claros idiomas.

Será que las fiebres primigenias,
será que el rito iniciático turbado,
o a medio camino augurios nefastos,
fatídicas interferencias y presagios.

Y sin embargo a la imparcial geografía,
a los minerales no beligerantes,
para que la conciencia a su prístino origen,
lúcida en la maraña del desvarío.

Caerá, pues, de las febriles existencias,
y nadie vendrá, nadie observará el horario,
y nuevamente seres alucinados,
a tientas por la luz, desvariando.

 

 

40. Conmoción

Una conmoción de entidades vacilantes,
un sacudimiento de viajeros
cruzando desconocidos territorios,
extraviados en la luz de su antorcha.

Nunca más regresar al arroyo,
nunca más cruzar el bosque, desnudo,
ni cantar libre por los senderos,
sumido en el sopor de las amapolas.

El fuego del sol en el brillo airado,
la energía de los rubios rayos comprimida,
la explosión del verbo incendiario
cuando el joven cazador saetas
y ágiles ciervos por la enramada,
tenso el arco en los espacios ciegos.

¿Quién ahora, quién, tarde, a escondidas,
enjuto, al atardecer, parpadeante,
como si de golpe violetas y azucenas,
como si el agua, como si ya no el agua,
quién con los mismos pasos, avergonzado?

Es que mácula la luz inequívoca,
es que extravío los rectos caminos,
y un peregrino con su cayado roto
luctuosos mensajes desde las islas.

Joven sagitario, los últimos días,
las últimas horas antes del parto
vacilación de sólidas raíces,
temblor en el trapecio de la claridad colgante.

Conmoción de pájaros y direcciones,
conmoción en los cimientos del mundo,
nunca más regresar las huellas frescas,
nunca más el pie libre en la espesura,
lejos, muy lejos entre las linternas.


 

 

 

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Aguas y Naufragios (1995).
Poesía de Ulises Varsovia