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La novela luminosa (2005, 2009), de Mario Levrero

Novela luminosa, novela porosa

Por Víctor Coral

 

Mondadori acaba de reeditar, en su filial argentina, La novela luminosa (2005, 2009), de Mario Levrero, que junto con El discurso vacío (2007) constituye el testamento literario y la suma poética del autor de excelentes novelas como La ciudad, París y Dejen todo en mis manos (donde el protagonista es el ahora inolvidable Juan Pérez).

El volumen esta compuesto de más de 400 páginas del Diario de una beca, que registra con una desesperante minuciosidad la vida interior del escritor durante el tiempo que le duró la beca Guggenheim que le fue otorgada en el año 2000. Allí nos encontramos con numerosos pasajes donde el narrador explicita sus temores, (des)amores, sus miserias familiares y periodos de precario equilibrio, sus males corporales, cómo no; pero felizmente también algunas opiniones iluminadas sobre autores que le interesan: Samuel Beckett, Somerset Maugham, Rosa Chacel, James Ellroy ("leer una de sus novelas es como tragarse un balde de mierda", sentencia en un extraño elogio) y otros.

Todo ello salpimentado con tediosas descripciones sobre sus adicciones a los juegos de computadora más primarios (solitario, Free Cell), la pornografía internética (esta última con una extraña intermitencia de culpa y justificación) y el cigarro, su enemigo íntimo de toda la vida.El último quinto del libro es, en sí, La novela luminosa, una nouvelle de ciento y pico de páginas que es el verdadero eje del libro y, me atrevo a decir, de toda la obra levreriana. Antes de continuar, vale la pena citar una de las varias poéticas que encierran (no todo es ripio, verán) los diarios del escritor:

Cuando uno es joven e inexperiente, busca en los libros argumentos llamativos, lo mismo que en las películas. Con el paso del tiempo, uno va descubriendo que el argumento no tiene la menor importancia; el estilo, la forma de narrar, lo es todo (pp 76)

Esto lo lleva a la práctica a cabalidad y con maestría en la última parte del libro, donde el narrador hace esfuerzos y ejercicios loyolianos por narrar una serie de experiencias trascendentales que, puestas en blanco y negro, pierden toda su gracia (ojo con el sentido religioso de este vocablo) y se diluyen en la atractiva grisura de su entorno narrativo. Lo verdaderamente admirable de todo ello es, en realidad, la forma, la poesía con que el narrador describe su fracaso existencial, y el desenfado y candor con que expone sus inquietudes religiosas. Luego de exponer su experiencia iluminada con un racimo de uvas, exclama:

Recibí ese alcohol para el desayuno como una auténtica bendición, como un regalo de Dios; que lo era, efectivamente, pues Dios había trazado todos mis pasos para que yo llegara a esa señal, preparada cuidadosamente para mí.(…)y desperté con la plena conciencia de que Dios existe y me ama; de que existe una dimensión de la realidad que estamos muy ocupados en esconder. (pp 520)

Así como esa, hay otras experiencias luminosas, con un semáforo, con un perro, con una chica de ojos verdes, que nos son narradas y que brillan no solo por su fracaso comunicativo, sino porque el lector termina entendiendo que es la porosidad trascendente de la novela la verdadera raison de etre de la misma.
Y aunque el argumento es pálido y escuálido, es de maravillar la manera en que el discurso vuelve constantemente sobre sí mismo anulándose; una suerte de bucle metaficcional que se enlaza con otros bucles narrativos en una encadenación que solo sirve para graficar el encierro existencial de un narrador que se debate, con increíble honestidad, entre la fe y la construcción de una salida trascendente, y los aborrecibles condicionamientos de una vida mediana.

Novela porosa, además, porque absorbe elementos del diario, la crónica, el ensayo, la crítica literaria de escritor (la mejor) y el testimonio espiritual –no en vano Levrero nombra a Santa Teresa como "mi patrona" en el prólogo–; La novela luminosa -superados con paciencia las digresiones recurrentes, trivialidades muy personales y variaciones sobre programas de computación desfasados y reflexiones trilladas sobre la sociedad- se impone como el libro que consolida a Levrero como uno de los escritores más profundos y maduros de la narrativa hispanoamericana de las últimas décadas.

 

 

 

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