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PARABELLUM, POESÍA DE VÍCTOR CORAL
Lima: El Santo Oficio editores, 2008. pp. 82.

Por Paul Guillén


La muerte, la guerra, los desvalidos, la desolación, el amor, la esperanza son algunos de los vectores por los que transita Parabellum, tercer libro de poemas de Víctor Coral (Lima, 1968). Se trata de un libro dividido en cinco secciones: Último disparo, Idos, Refriegas íntimas, Los desastres y Después de la guerra. Coral antes había entregado a la imprenta los poemarios: Luz de limbo (2001) y Cielo estrellado (2004), dos aproximaciones al hecho poético divergentes entre sí, este nuevo libro confirma su diversidad y su no repetición de estructuras, secuencias significantes o procedimientos.

Una reflexión general nos ayudará a situarnos mejor en el contexto desde donde nace Parabellum. Hoy que es común y “normal” hablar sobre desaparecidos políticos, hijos de la violencia, recuperación de la memoria y demás intentos de apropiarse desde lo “literario” del duelo y el dolor de los caídos es urgente aclarar ciertos puntos claves. Estos proyectos de escritura se aprovechan de las agendas teóricas foráneas para ser aceptados, validados y canonizados, estas inventivas no distinguen entre términos como “violencia política” y “violencia terrorista” o “conflicto armado interno”, esta operación tiende a resaltar una imagen neo-colonial de la producción escrita sobre esos temas, se trata de una no diferenciación entre lo hegemónico, lo contra-hegemónico, lo marginal o lo residual. Por ello es importante hacer la diferencia entre lo postmoderno, lo moderno y lo autóctono o vernáculo. En resumidas cuentas, estas operaciones discursivas no sopesan que la poesía no debe reflejar la realidad “fidedignamente” ni servir de correlato de lo coyuntural, sino es más bien un dispositivo compuesto por un lenguaje formalizado y simbolizado por la experiencia, y que ese lenguaje por estar en un tiempo histórico se encuentra cargado de ideología, entender que en poesía el lenguaje debe de estar antes que cualquier pretensión –sea políticamente correcta o incorrecta– es entender que la poesía no se hace con buenas intenciones y que adecuar las historias personales a historias de horror, que desde luego estos autores, de extracción de clase media alta o media urbana, no vivieron, es un acto comodísimo que les asegura un puesto privilegiado en la academia. No es el caso de Coral por cierto, esto lo entiende claramente cuando trabaja su lenguaje según dos modelos de excepción: Paul Celan y Georg Trakl, del primero algunos versos provenientes de su famoso poema “Fuga de muerte”, cito: “allá estará danzando con la oscura / obscenamente cogerá sus nalgas / macilentas, sus senos / con leche negra del alba”; y del segundo su imaginería de asfixiamiento de una realidad que infesta con su inmundicia las mentes de los hombres libres.

En ese sentido, lo que interesa a Parabellum no es representar ninguna voz ni asumirse como la correcta interpretación política, sino su teleología es crear belleza desde el horror, la consecución de lo estético desde lo hórrido, sólo lo hemos visto antes en la tradición poética peruana en algunos poemas de Juan Ojeda y Guillermo Chirinos Cúneo. Otro de los rasgos preponderantes de Parabellum son sus artificios intertextuales y de traducción. Por ejemplo, en la cuarta sección hay juegos intertextuales con textos de Qumran, el Bhagavad Gitá, el Inca Garcilaso, Martín de Morúa, Antoine de Saint-Exupery, Ezra Pound, José Emilio Pacheco, James Ellroy, y cinco grabados de Goya pertenecientes a la serie “Los desastres de la guerra”. En otra sección se encuentran traducciones, recreaciones o transcreaciones de Joyce (Ella llora en Rahoon), Mihai Eminescu (Oda) y Ungaretti (Hermano e Italia),

Uno de los aspectos más interesantes de este libro es la función que cumplen los colores, estos colores están unidos a estados de ánimo como en la poesía de Trakl: “dedos de plata”, “nubes brunas”, “nubes magenta”, “oscuridad azul”, “follaje azul”, “argénteos brazos”, “playas purpúreas”, “leche azulada”, en Parabellum, el color azul está asociado a la muerte, el púrpura al miedo, el negro a la desolación. En otros versos el poeta nos informa sobre estas operaciones: “¿cómo ponerle color a este miedo / idéntico a sí mismo?” (futuro desertor).

Retomando lo anteriormente expresado podemos decir que no en vano Parabellum engarza su proyecto de escritura con dos sistemas poéticos medulares para el tiempo incierto de post-segunda guerra mundial como son Celan y Trakl, dos poetas que tienen un problema “mayor” con el lenguaje como sistema de representación, la palabra que puede y debería suturar, sanar, reacomodar las heridas luego de la batalla, nos habla de un intento serio y honesto por conseguir una aproximación política al ambiente de terror en el que vivimos y, por otra parte, entiende que este logro sólo se podrá alcanzar a través de una vía estética: una forma estética que alcanzará en su “decir” una crítica política y no al revés. De esta manera, nos damos cuenta que el sistema de representación empleado en Parabellum no busca ser un reflejo “fidedigno” de la realidad o inscribirse en un ortodoxia política refractada en el texto literario, sino lograr belleza mediante la creación de un ambiente de miedo y terror. Parabellum logra este y muchos otros objetivos que no son fines en sí mismos, la mayoría de veces, son conductores hacia diversos estratos de sentido y actúan como espirales que se disgregan y vuelven a juntarse en pos de alcanzar una forma estética plena de colores, sensaciones o reminiscencias, pero como sabemos desde la modernidad el lenguaje no puede asir la totalidad, Parabellum, desde luego, no la busca, su teleología se engarza en el cruce de estas dos vertientes: lo estético como forma sensual y lo estético como logro de una crítica política. Al final, podemos decir que para Parabellum hay una esperanza, no hay un dios o dioses, pero hay una esperanza y esa esperanza felizmente es la poesía.

 

 

 

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Lima: El Santo Oficio editores, 2008. pp. 82.
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