Quiñonez Salpietro y una propuesta distinta en la poesía peruana reciente
"Vacaciones de invierno" (Buenos Aires, VOX, 2012)
Por Víctor Coral
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Más o menos desde finales de los años 50 hasta la fecha, la poesía peruana ha seguido, mayoritariamente -por cierto hay interesantes excepciones-, ciertos derroteros definidos: narratividad, coloquialismo, verso largo y poemas ídem, además de una vocación saludable por asir lo social en la interioridad del poeta. Pensamos en íconos como Pablo Guevara, Antonio Cisneros, José Watanabe, y una buena parte de Hora Zero, entre otros.
En este su segundo poemario, Vacaciones de invierno (Buenos Aires, VOX, 2012), Ana Carolina Quiñones Salpietro intenta, creo que con cierto éxito, tomar distancia de las características antes señaladas, pero a partir de una concepción de lo poético y de una pulsión interna muy especiales. Quiero decir que no se trata enteramente de una propuesta racional, sino que la poeta responde con sus textos a una visión íntima de cómo abordar la escritura poética.
¿En qué consiste aquella visión particular de la escritura? Pues estamos hablando de poemas y versos breves, cierto hermetismo, contención e intensidad siempre buscados a nivel expresivo, y un raro, en su generación, interés por la sugerencia, la elipsis y hasta lo críptico en sus textos:
Prótesis
Dentro un animal
no sobra espacio
Estás solo
Alimentándote
Viendo ciudades
desiertas desde sus ojos
Los poemas de Quiñones Salpietro me hacen recordar algunas propuestas dentro de nuestra tradición: la de Rossela Di Paolo, por ejemplo, y, más lejanamente, la de Blanca Varela y, acaso, la de un Manuel Moreno Jimeno. Ciertamente resulta una poeta insular en un medio donde la forma y el formato de hacer poesía parecen no haber sido replanteados desde hace años.
El libro, claro está, tiene algunas deficiencias. En primer lugar, hay muchas secciones (tres) para un total de apenas 30 páginas. La presencia de algunos poemas quita coherencia estilística al conjunto, como es el caso de “La primera vez y otros eventos”, donde se cuenta sin ambigüedad ni sentido sugerente, una intrascendente anécdota de infancia, con aire efectista, además. El poema que lleva el título del libro, y que lo cierra, resulta poco elaborado, pudo abordarse de una manera más sutil y efectiva.
Ninguno de estos reparos le quita novedad y brillo a la propuesta de Quiñonez Salpietro. Las sombras de Ungaretti y Montale presiden su acto creativo y otorgan a la mayor parte de sus textos una textura hermética pocas veces vista en las últimas generaciones. Ese es el logro mayor de la poeta. Mantener y potenciar esa economía verbal a veces inquietante, a veces sugerente, es su gran tarea en adelante. Sus lectores se lo agradeceremos, pues leer sus poemas es efectivamente como tomarse unas breves pero intensas vacaciones que nos alejan de la muchas veces verbosa y ambiciosa poesía peruana actual.
