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tvpr: LOS RETORNOS DE VÍCTOR CORAL
(Mandala ediciones, 2014)

Por Fernando Carrasco



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La obra poética de Víctor Coral (Lima, 1968) está conformada por los libros Luz de limbo (2001, 2005), Cielo estrellado (2004), Parabellum (2008) y Poseía (2011). Recientemente, Coral ha publicado un quinto poemario: tvpr (Tres veces postergado retorno), Mandala ediciones, 2014. Si en cada uno de sus trabajos poéticos anteriores se percibía el interés por desarrollar temas y estructuras diferentes, en este último libro el autor dialoga, sobre todo en el aspecto temático, con sus poemarios ya publicados.

La presentación rústica del texto anticipa el carácter lúdico e irreverente que se aprecia en muchos poemas. Este rasgo cobra fuerza con la manera cómo se han dispuesto los versos en la página en blanco, la ausencia de títulos y la supresión parcial de los signos de puntuación. Además, en cuanto al uso del lenguaje, notamos en este poemario un contacto con la poesía conversacional latinoamericana. Y en esta misma línea se advierte en tvpr una vinculación con la poética planteada por el Movimiento Hora Zero (cabe mencionar que el libro está dedicado al poeta Juan Ramírez Ruiz).

Sin embargo, este poemario de Víctor Coral va más allá. El yo poético se muestra de pronto ante una serie de imágenes que lo vuelcan hacia el pasado, hacia los años de la infancia, ese paraíso perdido donde habitan personajes, escenarios y situaciones que tuvieron un rol decisivo en nuestra época de formación: “porque los astros los llevo cabeza dentro desde siempre/ porque aluciné siempre cosas apagadas y tristes/ pero una alegría pequeñita ha vuelto/ y esa pavesa no la dejaré morir/ hasta morir” (p.16). En ese estado de conmoción, el hablante lírico ingresa a la sección más extensa del libro, “Canciones y golosinas”, donde las cosas más cotidianas y elementales de la vida como la música (Los mirlos, Kraftwerk, Rita Pavone) y los dulces de la infancia son puertas de retorno hacia tiempos irremediablemente perdidos. En uno de los poemas finales de esta sección, el yo poético se “despersonaliza” y asume la voz de una niña que muestra una impresión muy personal sobre el cielo estrellado que contempla: “Intuyo -sin saberlo- / que se juegan cosas grandes entre los astros/ me siento más pequeña de lo que soy/ ya ni me siento/ me voy hacia arriba como una estrella fugaz/ inversa/ pero no le digo nada a mamá/ ella siempre se molesta si le hablo ‘cojudeces’ ”. (p.43).

Esta necesidad de remontarse al pasado no es gratuita, pues en el libro se plantea también una visión cuestionadora del presente: el pasado no solo se ha perdido por el natural transcurrir del tiempo, sino por la codicia y la poca sensibilidad del hombre: “Nuestro pequeño paraíso/ no tiene quién lo defienda/ de sí mismo/ de su metamorfosis para peor/ y de la intrincada estupidez que le nace […] Lo mataron las fábricas y los edificios/ lo remataron los lavaderos de oro y los pozos negros” (p.19). A lo largo de estos viajes, el poeta retorna a ciertos lugares imperecederos como las calles de Barranco o los bares bulliciosos de Lima. Se produce un reencuentro emotivo con los padres, los hermanos, los amigos o los amores que dejaron marcas indelebles porque “el amigo se va y te deja sus chanzas y salidas/ el amor se va y te deja un forado en el pecho” (p. 26). Y es que no todas las evocaciones nos remontan a situaciones de alegría y satisfacción. Existe siempre una oscura contraparte, porque de esas cosas también está elaborada la vida: “pero cuando recuerdo/ al que robaba mi lonchera/ y al ‘perro’ que me pedía plata/ para jugar/ me lleno de miedo de tanto/ desprecio/ y me dan ganas de saber llorar” (p.28).

De otro lado, se aprecia que a lo largo del libro, el hablante lírico reflexiona también en torno al trabajo creativo del poeta. La poesía asume un lugar significativo desde el poema que abre el libro: “En poesía el que sabe habla/ y el que no sabe, habla más” (p.6). Estas ideas van explorando diferentes aspectos del arte creativo y de la vida del poeta, quien a través de su trabajo con el lenguaje desnuda su alma y nos habla de su soledad y su locura: “Yo también tuve un millón de intis/ en el bolsillo/ para comprar un Cienfuegos/ con su gaseosa blanca/ y seguir hablando de la poesía de Lihn/ o de Chirinos Cúneo/ ¿Qué licor vence al talento cultivado?/ ¿Qué es ser loco si das belleza?” (p. 29).

En este quinto poemario, Víctor Coral consigue “poetizar la tragedia” del ser humano. No solo aquella que se aprecia entre las calles inundadas de modernidad, sino, principalmente, esa otra -aun más conmovedora- que se hospeda en su mundo interior, cargada de afección, rebeldía, soledad y locura.



 



 

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