REFLEXIONES DE ORIGEN GASTRONÓMICO
SOBRE LA ESCUELA DE KIOTO
“Ignoro si los miembros de la Escuela de Kioto
son grandes filósofos o sólo entusiastas del evento;
pero sí puedo decir que son unos
grandísimos poetas.
¡Unos hijoepuetas geniales!
Ahí está Nishida,
con su famosa tensión entre objeto y sujeto,
entre afirmación y negación, y
añadiría
entre vacío y ente; ahí
está también Tanabe
con sus plenos desarrollos
sobre la nada absoluta
y la delicadísima y aguda
crítica a la razón oriental y occidental…”
Todo esto se me ocurrió
cuando le metí cuchillo
al último tequeño que almorcé esta mañana.
Porque esta mañana almorcé temprano
y pedí por delivery
tequeños rellenos con ají de gallina.
Me trajeron una docena de ellos, calientes,
crocantes, con el picor adecuado del ají,
levemente humeantes
y de un color bronceado agradable.
Mas en el pobre no dura la dicha;
el duodécimo tequeño se derrumbó
sobre sí mismo
—reseco como una piedra desértica—
bajo la presión del tenedor y el cuchillo.
¡Estaba relleno de vacío!
—Fíjense cómo lo digo, señores:
No ‘estaba vacío’ (fórmula vulgar)
No ‘carecía de relleno’ (ingenua confianza en el lenguaje).
No.
Estaba relleno de vacío, o
para satisfacer a poetas, críticos y amigos,
El cadáver del tequeño estaba relleno de vacío.
(Pero igual me lo comí.)
EL SABOR DE LA NADA
La nada no es igual que el vacío.
El vacío es ausencia de todo
(Incluida la nada.)
La nada, en cambio,
como absolutamente todos sabemos,
es una crema densa pastosa blanco mate
que sale del interior de las cosas
y que, oh maravilla,
no sabe a nada.
DOMINGO DE CHIFA
Escucha no más cómo lo que no está escrito
llena el tiempo
cómo deshace el horizonte, y tiembla
Magdalena Chocano
Y así tienes razón
aun sin tenerla.
Un chifa,
con su huevito cortado en cuadraditos,
su pollito en trozos
y su cebollita china
en relucientes rectángulos flacos
y verdes cortada,
puede ser mejor
que cualquier poema.
Y así tu falta de escrúpulos
y tu desidia creativa
rinden frutos al final: viviste
de un cuento y construiste un horizonte
con ello,
hoy te pones esteticista
y emprendedor (claros signos de vagancia)
mientras el único cuento posible
un domingo por la tarde
se convierte
en el débil travesaño que sostiene
ese horizonte perdido
frente al cual te estremeces
como el ojo de un hombre que se entera de una muerte...
LA MAYOR PARTE DE NOSOTROS NO TENEMOS CORAZÓN...
Apenas,
entre pecho y espalda,
un ceviche con ácido cítrico,
liza y cebolla mal cortada,
atiborrado de papas, camotes, yucas, arroces,
una entrada hedionda y caliente
que no admite cosas lindas
como buen gusto o
frescura...
La mayor parte de nosotros no
tenemos cerebro
(ni siquiera sueños).
Sólo un pionono grasoso relleno
de una crema polisacárida y densa
llamada ego.
La mayor parte de nosotros
no tenemos voluntad,
sólo una papa rellena refrita
que guarda dentro una mezcla linólea y rojiza
de grasa de pollo muerto,
otra vez cebolla, ajada,
y harto achiote mezclado con sal de cocina…
La mayor parte de nosotros
no tenemos siquiera deseos.
Sólo estados de facebook,
fotos de forzada exultancia en instagram,
o memes calenturientos pergeñados
en la soledad de la noche.
Si no comentarios ’sutiles‘ que dejan en claro
la vida sexual feliz que decimos llevar…
La otra
pequeña
parte
de nosotros
le pone like a la muerte
(es decir, a la vida)
y espera con suma sabiduría
que el cáncer o el virus o la depresión o la diabetes o...
haga su sucio trabajo
mientras mira por la ventana
cómo el sol sale displicente en pleno invierno
y las rosas y geranios sonríen a la luz
con su boca cruel y vegetal,
despreocupados absolutamente de TODO.
BALADA METAFÍSICA DEL VASO CON CHICHA
Estaba solo en la cocina (o eso creo).
Quería servirme un vaso con chicha morada.
Tomé la jarra helada y un vaso corriente.
Pero el vaso escapó de mi mano
izquierda, cuando estaba vertiendo,
golpeó el borde del lavabo
y, luego de dar dos rebotes contra el piso,
quedó trémulo a mis pies.
Sí, antes de reventar en toscas esquirlas,
durante setenta veces siete centésimas
el vaso osciló en toda su estructura;
incluso el aire,
media pulgada a su alrededor, onduló
como cuando ondula sobre la carretera caliente.
Pero este vaso, como la rica chicha morada,
estaba helado, lo juro.
Helado como el hueco morado de mi corazón.