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Víctor Coral: Hay en el mundo un libro
(Una lectura de «Acróstico Deleuziano»)

Por Marco Antonio Murillo



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El poeta norteamericano Robert Pinsky tiene un poema que al leerlo me deja mucho qué pensar respecto a dos temas: el lenguaje y su relación con la vida efímera de las personas. Bien podría tomar el ars longa vita brevis de Hipócrates y decir que, en realidad, la palabra es larga y la vida breve. El poema al que me refiero se titula “A,b,c”; dada su corta extensión me permito citarlo íntegro:

Any body can die, evidently. Few
Go happily, irradiating joy,

Knowledge, love. Many
Need oblivion, painkillers,
Quickest respite.  

Sweet time unafflicted,
Varios world:
X= your zenith.

En el poema de Pinsky fondo y forma se concatenan perfectamente. Lo que pudo haber terminado en ocio o experimento sin razón, devino en recorrido provechoso. El recorrido por el alfabeto latino (metáfora del lenguaje humano) es el recorrido por nuestra vida: “Cualquiera puede morir”, leemos en burda traducción, pero mientras ese momento llega algunas personas son felices, otras necesitan olvidar o valerse de antidepresivos para sobrellevar el día a día. Por supuesto, el mundo es variado y tendrá la medida de nuestra angustia.

Retomo la experiencia de lectura de este poema por el texto que hoy me convoca, hablo de Acróstico deleuziano de Víctor Coral, publicado en 2019 por Mesa Redonda. Acróstico extiende la experiencia de lenguaje que comúnmente ofrece un acróstico (una palabra, una simple frase), y nos entrega un aparato textual que, a pesar de ser una cita de “Mil mesetas” de Gilles Deleuze, es íntegro y total, en cuanto a que enriquece el fondo del poema. Solo tras leer el acróstico formado por todas las líneas comprendemos su verdadera intención: hablar del libro, ese artefacto único, contenedor de significaciones.

El acróstico, entonces, delimita el poema, sin él, se corre el riesgo de que el texto dispare sus significados y pierda entre los recovecos a su lector. Por ejemplo, cuando Coral dice "Es una mata tupida, prieta, cejijunta de arbolillos que / Está desamparada mas de alguna manera bien dispuesta en su soledad”, comprendemos que se trata de la descripción metafórica de un libro: el libro es un bosque lleno de árboles interiores (las ideas), y, sin embargo, soledad (no se basta a sí mismo, necesita un lector para interpretarlo). Más adelante leemos:

Todo es ahora un plano blanco, un enorme lienzo donde iremos dibujando
Eso, aquello que por ahora llamaremos solo eso; por ejemplo:
Las nubes rosadas, naranjas y quemadas que se pintan en el horizonte,
Líneas serradas, nervudas, recortadas de las hojas caídas de los árboles…

De nueva cuenta el libro, esta vez en blanco, dispuesto a llenarse de colores, líneas, hojas, significaciones. Quien llena un libro, en realidad se encuentra animando las cosas del mundo, otorgándoles vida a través de los significados. Esto lo entiende Coral y será la forma en la que vaya constituyendo su universo poético. En ese sentido, Acróstico es un poema vasto, que, a pesar de tener un sinfín de elementos, estos no son aleatorios, guardan una lógica entre sí que termina por guiarnos en el entendimiento del poema.

Acróstico no es un poema de fácil lectura, pero goza de claridad, siempre y cuando se le preste la atención debida. Quien se adentre en él buscando fuerza en las imágenes, sonoridad galopante en las sílabas o dar fuego a sus sentimientos, situaciones que comúnmente trabaja la poesía, no quedará satisfecho, pues este es un libro cuyo poder descansa en su nivel reflexivo y conceptual. Reflexiona sí las palabras de Deleuze, pero siempre desde su propio punto de vista. El filósofo francés dice: “Un libro no tiene objeto ni sujeto, está hecho de materias diversamente formadas, de fechas y de velocidades muy diferentes. Cuando se atribuye el libro a un sujeto, se está descuidando ese trabajo de las materias, y la exterioridad de sus relaciones.”. Por su parte, Víctor escribe:

no hay
Libro, no hay página web, no hay sabiduría ancestral –menos conocimiento
A priori—cuya entraña alimente su lógica antihumana; y sin embargo es
Un diario fluir de instintos, proyecciones y escapatorias cuyo término y
Sujeto, digamos, es dictado por la muerte (nuestra única certeza).

Para Deleuze el libro gana si no se le atribuye objeto ni sujeto, es decir, sino se le delimita, pues un libro es muchos tiempos y espacios (todo lo que implicó su escritura) a la vez. Para Víctor el libro es, también, muchas cosas funcionando al mismo tiempo, solo puede tener un autor y un final, la idea de la muerte.

A todo lo anterior es inevitable que el lector de poesía se pregunte: ¿De dónde proviene Acróstico?, ¿cuál es la tradición que le ha abierto puertas? La respuesta es simple, su origen participa de la tradición de cierta poesía peruana que experimenta con el concepto llevándolo a sus últimas consecuencias. Sobre esto, pienso en el poeta Mario Montalbetti, más que en cualquier otro autor. Algo hay de su libro Fin desierto en la poética de Víctor. Fin desierto, que acaba de ser reeditado en 2018, es un vasto poema que se va llenando de “reflexiones en torno al lenguaje, los signos lingüísticos, significantes, significado”, como bien dice la poeta Macarena Urzúa. Dicho libro, además, tiene la forma de un desierto, uno que se trasluce en la forma y que revela, paradójicamente un mundo donde tras cada verso aflora la vida (signos y significados).

También en Acróstico aflora la vida tras cada línea, es decir, la idea de libro se vuelve más robusta, cobra mayor fortaleza. Vale la pena revisar algunos pasajes. En un primer momento se presenta el libro como “una gema en medio del desierto”, es la imagen del concepto frente a la vastedad (de significaciones) a la que será enfrentado. A continuación, se nos dice que “Tiene deberes” que nadie conoce, “y poderes que exceden todo / Objeto humano e inhumano conocido”. El libro como tecnología capaz de albergar cualquier conocimiento y cualquier objeto pensado por el ser humano. Ello será comprobado en varias zonas del poema, particularmente en donde el despliegue de enumeraciones se hace más presente: “Fechas inexistentes, efemérides inútiles, un mundillo sin historia ni memoria / Y carente de mayor sentido que su propio funcionamiento autónomo” y páginas adelante tenemos: “Velocidades y en cualquier lugar del mundo, los ayes, los ayes, los ayes / Mensurables, desdeñosos del olvido y de la indiferencia aun del cínico, todo / Constituye solo el tapiz inicial, el paisaje de fondo sobre el que va a danzar (…) / Agenciamiento donde luz – muerte – escritura – vida – pensar – poesía”.

En otro parte, el concepto de libro es unido a nuestro destino como personas, pues las páginas de un libro son capaces de contener las cosas significantes del mundo, entonces, el ser humano está supeditado a él, a la escritura vertida en él: “Un día, o una noche, yo también seré una línea o una cifra en el / Libro, ya no habrá espacio ni tiempo para ayes, poemas, luchas y esperos, / Como un tronco muerto yo también correré río abajo atado con otros / En una caravana ridícula que no es otra cosa que el triunfo de la muerte”. No es algo desmedido pensar que nos hallamos sujetos a las páginas de un libro. De hecho, gracias a la escritura y las plataformas en las que se ha registrado (códice, papiro, libro, medio digital) es que tenemos historia y ésta cuenta con la posibilidad de no perderse en el olvido.

Hacia el final del poema, Coral trama una verdad poderosa: el libro hecho de varias lenguas, varias maneras de pensar el mundo, identidades culturales que lo enriquecen y que le dan su forma de cuerpo integrador:

No, el mundo es decididamente un terreno agujereado de fosas, fosas e
Intensidades, fosas y duplicidades, fosas y olvidos, sobre todo, fosas
En irish, en bosnio, en esloveno, en náhualt, en mapuche, en pali en
Qué te falta para que te dés cuenta que vives sobre un murmullo de ayes, de
Multiplicidades de lenguas y posturas sobre las muy parecidas muertes”.

¿Cómo leer, entonces, Acróstico Deleuziano de Víctor Coral? Como un libro que plantea un recorrido, pero no uno por la vida, como lo hace el pequeño poema de Robert Pinsky, sino por un concepto, el libro. El libro como contenedor del ser humano, de signos, de idiomas; el libro cuyo verdadero autor es la muerte, una muerte, sin embargo, capaz de dar peso y dar ese giro de tuerca al significado de la vida. Acerquémonos, pues, a este extenso poema, leamos sus pasos, escuchemos sus paisajes y participemos de él reflexionando sus ideas. Sacando a luz nuestra propia versión de ese libro pleno de signos, que a veces llamamos mundo.



 

 

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