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Sobre Nada de este Mundo, de Víctor Coral
Por Rossella Di Paolo.
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¿Puede el lenguaje asir lo inasible, nombrar lo innombrable, atisbar en la oscuridad?, ¿puede el lenguaje revestirse de tal poder? “[… ] ¿a qué sirve el lenguaje si no insinúa (invoca) lo imposible?” se preguntaba Emilio Adolfo Westphalen en “Artificio para sobrevivir”.
Sabemos que la poesía surrealista hizo saltar en pedazos la realidad para recomponerla del modo más insólito, estableciendo asociaciones tan desconcertantes como las que suceden en los sueños. Pero qué ocurre cuando un poeta no nos avienta a los ojos cascadas de imágenes extrañas y deslumbrantes, sino que con versos austeros, parcos, reconcentrados, nos lleva hasta las puertas del misterio y nos permite atravesarlas…
Paul Celan y Blanca Varela, por citar a dos autores emblemáticos, planteaban ese tipo de poesía, y siento que la obra de Víctor Coral sigue derroteros semejantes, pues se afinca en el pensamiento y desde allí se permite y nos permite atisbar el doloroso vértigo de la consciencia. ¿Qué es la consciencia de nuestra fragilidad y mortalidad sino vértigo y horror? Qué es nuestra vida sino un avanzar entre dos oscuridades, siempre en peligro, pues una ceguera momentánea, un tropiezo cualquiera, nos desaparece sin más:
El camino
Caminamos medio dormidos
con un muro a la diestra
y un abismo a la siniestra
Despertamos cuando el camino se une con la noche
El poema “Eckhartiana” nos presenta al hombre como “viento inmundo”. Viento en el mundo o viento sucio, pero quizá nuestro costado luminoso resida en la capacidad de pensar o especular, pues como proponía el mismo Meister Eckhart en sus doctrinas, si Dios puede definirse como Inteligencia, entonces la divinidad podría manifestarse en nuestra razón.
Esta suerte de misticismo especulativo es lo que hallamos en los poemas de Nada de este mundo, cuyo título nos lleva a suponer que los poemas no nacen de la contemplación de este mundo, sino de un supramundo en el que el amor, la belleza, el tiempo fluyen en sus esencias inmarcesibles. Un mundo visto a través del pensamiento antes que con los sentidos pues estos inducen al engaño: “Mirar cómo / la mirada / genera velos / que cubren el vacío” (Contemplación).
Quizá todo sea un purísimo noser que encuentra en el razonamiento la posibilidad de ser. Un razonamiento dolorido, pero también amoroso y esperanzado en que ese noser se abra de pronto a la realidad, se cumpla como se cumple el día. De allí que muchos versos invoquen el alba, la mañana… como metáforas de una realidad perfecta, pura:
Alba
Nace para sí y disipa
cada coágulo
cada víscera
Cauteriza toda duda
Cura el mundo
Esta cualidad de curar podría verse como cáritas o amor. Recuerdo entonces al poeta argentino Roberto Juarroz cuando escribe:
“El pensamiento más profundo sobre algo es también amor a ese algo. Pasados ciertos límites, pensamiento y amor son casi la misma cosa. La poesía lo sabe y lo muestra” (Casi razón, fragmento164).
***
Los poemas de Nada de este mundo nos hablan de seres sin materia que avanzan hacia la disolución y la muerte:
Sueño de una sombra somos
diluyéndose en la bruma
Caminata nocturna
De manera constante, nuestras vidas son acosadas por la muerte. En el poema “Compañera”, leemos:
Duermes
La muerte lame tus labios
… pero a pesar de esa compañía insidiosa, el yo poético es capaz de atisbar la luz, que bien puede ser la luz del día o la luz de la razón. En los versos finales de “Ereignis” se nos dice:
[…] Todas las miradas conducen a una mañana pura
ni una novela de Vollmann puede contra el cariño por lo bello…
Siente:
los cuerpos y los ojos (esos linderos perfectos de la luz)
erigen una nueva manera
un existir rotundo
la luz inunda el mundo
El noser nada puede contra su mirada
Sin embargo, hay elementos que dan a los estados de ánimo brumosos y a las realidades evanescentes un cierto borde o espesor, de suerte que lo inasible puede ser nombrado, asido, desde manifestaciones de nuestra tierra: los apus, los ponchos, las ánimas de los aparecidos, el río Amazonas, la paca-paca o picaflor de los Andes, el huacatay...
Se trata de un curioso contraste entre la sensación punzante de vacío y bruma, y la belleza de lo familiar, la querencia. De manera que sí habría algo de este mundo, algo que es íntimo y personal como los recuerdos de infancia o los lugares que nos produjeron una emoción intensa. Estas breves evocaciones que aluden a nuestra tierra permiten al poeta de Nada de este mundo transmitir en muchos momentos sensaciones tan elusivas como el pensamiento, el vacío, la soledad, la muerte… a la manera quizá de San Juan de la Cruz, quien recurría a imágenes del amor humano para explicar la fusión amorosa del alma con Dios.
Por ejemplo, la delgadez del ichu permite a la voz poética compararla con el pensamiento. Asimismo, un vaso de chicha helada que se quiebra puede acercarnos al sentimiento de soledad, y un crocante tequeño sin relleno puede ser una sorprendente metáfora del vacío existencial. Incluso los muros de barro medianeros que son socavados por la humedad hablarían de la muerte que avanza sin pausa sobre todo y sobre todos.
Es cierto también que la relación puede ser a la inversa, ya que los pastos andinos, la chicha o los muros de barro quizá fuesen los rostros visibles de un mundo ideal o platónico.
***
En otro nivel de análisis, quisiera referirme a la magnífica recreación que hace el poeta de la metáfora universal de la vida como un río. En Nada de este mundo, el yo poético “ve” el río de Jorge Manrique (“Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar a la mar, / que es el morir”) en nuestro Amazonas y en el paisaje y la cultura que lo contienen:
Amazonas
Todos los ríos son el Río
y en él me baño dos y mil veces
Dicho esto
quisiera hablar del meandro:
Pulsación helicoide
pugna viva de lechos y sedimentos
discurrir de corrientes incontenibles
sinuoso meneo de las aguas
espasmo del ritmo fluvial —ese
excedente indefinido que define la physis
¿Habré de cerrar los ojos al horizonte
al sol naranja que emerge sobre su cabecera
al afluente que exangüe entrega su caudal?
¿dejaré en suspenso el tenedor
—la trucha tronchada entre sus dientes—
los oscuros lentes tiraré
para ver pasar el majaz flotando panza arriba?
Y es que
no hay un solo amazonas hay al menos trece
pero todos son afluentes del Río
Entonces
yo quiero hablar de los meandros
ese regodeo
esa insatisfactoria dilación
que nos distrae
(cada vez menos)
de terminar en el delta letal que sabemos...
Inevitable cita:
nuestra existencia son los meandros
por donde pasan y no vuelven
las aguas limpias o turbias de nuestras vidas
Podemos sentir que “terminar en el delta letal que sabemos” es una escalofriante versión de “la mar / que es el morir”. Como puede verse, el poema “Amazonas” dialoga con la tradición literaria de manera creativa y fecunda.
Asimismo, cuando leemos en “Phobos”:
Estoy escondido en los altos
de la casa
Nadie
ha venido a buscarme
La oscuridad se cuela
como líquido fúnebre
por entre las cortinas empolvadas
Tengo frío
y los mayores
tal vez no lleguen nunca…
… la angustia de estos versos nos remiten a un poeta muy cercano a nosotros: el César Vallejo que en “Ágape” nos dejó imágenes poderosas sobre el sentimiento de soledad (“Hoy no ha venido nadie a preguntar”), y el César Vallejo que supo transmitir como pocos emociones de orfandad como las que encontramos en “Trilce III” (“Las personas mayores/ ¿a qué hora volverán?”).
***
Concluyo comentando una imagen que me captura y es aquella de poder ver el revés de las cosas, ese terrible revés habitado por el silencio de las vidas y de las palabras, habitado, en suma, por el vacío, la nada, la muerte. Como en la poesía barroca, cada criatura o acción evoca su trágica finitud:
Hay que coger la palabra
[… ]
y
con los dientes
despegar el silencio
de su revés
Poética
Silencio
revés del mundo humano
Inocente pregunta
háblame para secar toda certeza
para desgajar
del revés de las cosas todos los vacíos
Tres poemas 1
Imágenes precisas, frugales, capaces de convocar con belleza el silencio y el final inevitable de las cosas.
Con belleza, sí, y podría añadir con amor, porque a pesar del dolor, la soledad o la conciencia de la muerte… la belleza y la ilusión del amor también conviven con nosotros y se nos revelan salvados en estos lúcidos y sensitivos poemas de Víctor Coral.
***
—¿Hay alguna página palabra o silencio
que no convoque a la nada?
Inocente pregunta
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