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Floriano y los racionales lamentos de la pérdida amorosa

Por Víctor Coral



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Miguel Floriano es un poeta español nacido en Oviedo en 1992. Ha publicado los poemarios Diablos y virtudes (Seleer, 2013), Tratado de identidad (Oblicuas, 2015) y Quizá el fervor (Siltolá, 2015). Es considerado uno de los mejores poetas jóvenas de la península ibérica.

Este breve aunque profundo libro puede considerarse como una rara avis dentro de su producción. Ello no solo porque es decididamente un poemario de pérdida del objeto amoroso, pero también porque incurre en diversas propuestas formales para expresar sus confesiones interiores.

ALEJARME

Alejarme: prometer los signos
que la noche demora en el espíritu:
alejarme sea prometer tus signos.
Alejarme: caminar distancias, caminar las calles,
caminar la piel: alejarme sea caminar tu cuerpo.
Alejarme: mover la mano ciega sobre palabras
que nos reconozcan: alejarme sea otra palabra tuya.

Alejarme: decir adiós, detener la mano:

alejarme sea cruzar el aire limpio

sensata, serenamente.

Pero lo interesante de la propuesta de Floriano se afinca en una característica poco registrada tratándose de poemarios amorosos: la reflexión intelectual, la búsqueda acaso del aforismo sobre el tema. Veamos tres extractos:

“Un lugar contiene todo un complejo de símbolos afectivos que, sujetos a una larga transformación, tardan en decantarse y adoptar la forma definitiva, revelándote entonces dónde estuvo y qué fue lo estrictamente verdadero”.

Acá es clara la intención de mostrar la incapacidad del sujeto poético para reconocer “lo verdadero” del amor perdido y sus lugares-fetiche inevitables.

“quien ha amado
hasta las negras horas humilladas
ya ha paseado con la muerte, y es valiente:
espera iluminando”.

El que ha perdido con el amor se hace fuerte (fuerte como la muerte, diría) y se prueba a sí mismo un gran grado de valentía; mas no solo eso: el que ha atravesado la selva selvaggia del amor irredento, de “negras horas humilladas”,ha recibido una suerte de iluminación: no está perdido; “espera”.

“La tristeza vive
–creo habértelo dicho alguna vez–
allí donde el perdón aún está ausente.
Desconozco por qué, pero perdóname.
Disfracé las palabras, malgasté mi cuerpo.
Tampoco sé decir la herida abierta”.

Una figura retórica (“Desconozco por qué, pero perdóname”) no puede engañarnos. El perdón es clave para el amante, porque la carencia del perdón es morada de la tristeza. El perdón, entonces, es algo conocido y reconocido por el poeta, y su búsqueda es crucial para la recuperación de su equilibrio.

Con este breve libro de apenas nueve poemas breves, Floriano confirma el buen manejo del lenguaje amoroso, cierta capacidad para eludir los muchos riesgos retóricos que este tema ofrece, y, lo mejor, nos confirma que su vena de poesía reflexiva se mantiene viva y en buena forma:

“Un comercio de mal por libertad
–dice Leibniz–
será el mejor de los mundos posibles”.




 

 

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Miguel Floriano y los racionales lamentos de la pérdida amorosa.
Por Víctor Coral