Vivimos en una época de rivalidades ridículas
Nadie nos dijo qué debíamos hacer después de la guerra
Pero entre los poetas se cuecen habas
Nadie sabe bien por qué
(pero se sospecha)
se mueven entre el cortejo y el asesinato
Y asistimos a sus funerales sin pedirlo
Estos días dan ganas de no ser de este siglo
No asistir a su muerte mediática
Sino ir y escupir sobre su tumba
como antiguamente
Darles duro con el puño cerrado
Y quemar sus versos como flores marchitas
Poetas del Tercer Mundo: pobres poetas
A veces se estremecen ante un verso inusitado
Y dan ganas de abrazarlos
Pero los poetas del Tercer Mundo somos así:
Regurgitamos nuestros poemas o los retenemos como papel muerto
Entre las encías rojizas
Y tenemos miedo al llegar a casa
De recordar lo dicho
De releer lo escrito
Pobres poetas
Yo no les pido nada
Algún día sus versos dejarán de existir
Como ellos
DEJO LA PALABRA LA OLVIDO
Ensarto hilos rojos negros azules fucsias verdes
Harta ya de los Concursos Públicos para Plazas docentes
Empecé a bordar cada prenda de mi ropero
Arreglé mis títulos doctorales y los guardé junto a la estantería de libros
Para que no se sintieran menos
CV a foja “0”
Lo archivo
lo fondeo
El mercado quiere profesionales en tiempo récord
Títulos y másters,
etc. a granel
Pero las costureras somos para siempre
Muchas veces he pensado en lanzarme por la ventana
Pero me pongo a escribir o a cortar papel
y se me olvida
1-02
Hoy le corté el pelo a mi hermana
Su cabello caía como grandes lágrimas sobre el zócalo frío
Lo barrí y lo tiré a la basura
Tanto pelo muerto cubría mis sueños
Soñé un día con el pelo muerto Otra vez unía sus hebras
Cada una se juntaba y me demandaba respuestas a mi triste hazaña
Yo permanecía muda-quieta
El pelo muerto insistía: ¿Estás allí? ¿Por qué me mutilaste?
Recogía el cabello y el rostro de mi hermana aparecía flotando a la distancia
¿Por qué arrojaste mis cabellos a la bolsa de basura?
La cabellera me exigía alimento también agua abundante agua
Pero mis manos estaban cosidas No podía dar de beber
Mis piernas no daban un brinco No podía buscar
Y mis senos estaban secos No podía dar de lactar
Yo estaba más tiesa que aquel pelo muerto que corté
O yo estaba más muerta o quizá ya había muerto y no lo sabía
Mi hermana sintió piedad de mí de mi silencio
Calmó a la cabellera
Le habló con voz dulce como si fuera una hija pequeña
Le exigió que descansara que durmiera en mi sueño
En suma que no jodiera
Después de todo qué es una madre si no dice estas cosas
Yo he de aprender por ella lo que hace una madre
Yo he de imitar a mi hermana para poder ser su madre
¿Soy la madre o imito a la madre?
Quizá solo ejerzo la maternidad como un remedo casi un chiste
Pues no tengo ningún hijo que legitime mi condición de parturienta
¿Qué hacer?
Todo lo que escribo se reduce a dos o tres palabras
Madre Hija Hermana
Es una trilogía no prevista por el Psicoanálisis
Mi hermana-hija
Mi hija-hermana
Aparece en mis sueños
Es real y me mira con ojos lastimeros:
¿Por qué botaste mis cabellos al tacho de basura?
EL CICLISTA
para el que sueña
para los ciclistas de corazón
Para el que cierra los ojos a través de la mañana
Solo un sueño una magnífica luz
ha sido dispuesta para él el soñador el juntaalmas
Aquel que se sumerge en la locura bienhechora y se eleva pedaleando
en su hermosa bicicleta
roja
Yo soy una ciclista mediocre
–he de reconocerlo–
Me angustia pensar en la soledad de los traseúntes
En el oblicuo resplandor de la mañana
Y en los miles de automóviles que apenas rozan el pavimento
Ah mi vieja bicicleta roja
comprada un domingo en la Feria del Mauer Park
Hace más de quince años podría haber pedaleado
por uno u otro lado del Muro
y mi sueño se soñaría distinto
Para mi guía berlinés soy un permanente fastidio
Él va siempre delante mío como un Príncipe indiferente
manejando su enorme bicicleta azul
–azul como los ojos de mi abuela–
No puede entender mi extraña ensoñación ni mi angustia
Ha adquirido la confianza del que lleva kilómetros de pedaleo constante
Hoy que voy montada en bicicleta
Recuerdo el color de sus ojos
Su ingreso en la locura Su permanente exilio
Cierro los ojos como cuando era niña
Suelto el timón Lo dejo a la deriva
Caer a tierra es siempre una posibilidad del ridículo o la Muerte
Quizá cierta locura materna
me humaniza entre tanto cadáver que junté en mi adolescencia
Mi centro: La pequeña Lu se ríe de mí
Sabe que tengo miedo
Y goza y hace fiesta cuando ve la fotografía
“Es una bicicleta para niños”—dice
Y nos reímos juntas
Y berlín ya no es más Berlin ni sus perfectas ciclovías
Ni sus cientos de museos en honor a la Muerte
Hoy es Lima y en Lima no se montan bicicletas tan seguido
porque te las roban o te atropellan en cualquier esquina
Y no existen museos para honrar a los cadáveres
de mis diez, de mis quince, de mis veinte años
Mas este poema lo escribí para el que todavía sueña
Para el que atraviesa las fronteras feliz e indocumentado
Para todo aquel que se rebela contra los asesinos del mundo
Para el ciclista que escribe un poema en cada vuelta de pedal
LA CIUDAD DEL RECICLAJE
(por estos días)
con el corazón hecho trizas atravieso un puente
una superficie metálica incapaz de corromperse
abajo
se asoma un río inmenso
gélido
un hermoso espejo azul que cobija a sus muertos:
tres punks
un profesor universitario
una mujer desconocida (siempre lo somos)
flotan sobre sus aguas
yo les llamo mis ofelias postmodernas en la ciudad del reciclaje
(do not recycling is illegal –dijo la dueña de casa
y enseguida me puse a separar las astillas de mi corazón)
nadie diría que esos cuerpos me atraen
y sin embargo
una parte de mí se inclina hacia ese lado
desde donde se mira el vacío como recuerdo de una infancia feliz
las aguas me esperan
y me acobardo
tiro del otro lado
no menos incierto
por donde las luces de los autos se devoran
unas tras otras
unas tras otras
y mi cuerpo quedaría engullido tragado por ellas
una desnudez de espanto
―me digo
y otra vez
me acobardo
al otro lado del puente (el principio o el fin poco importa)
un río menos brillante cruza bajo mis pies
el rímac se eleva sobre mi memoria como lo que es:
un lecho oscuro que opaca nuestra miseria
y sin embargo
ese lecho de barro hostil tal vez alguna vez fue bueno
y meció entre sus garras tiernas
a mis abuelos
a mi padre
a mi madre
a mi hermana
a la pequeña luz maría
....... o a mí
sudaca cuya sombra se refleja en un hermoso río pálido
dispuesto a quebrarse a la primera bocanada de luz
o al chillido de otro cuerpo (el splash de la muerte)
─como todos estos─
heridos de inocencia
en la ciudad del reciclaje
cuyos puentes jamás se quiebran
contemplación
el ojo de una rata me observa
su único ojo rojo me mira
y yo miro la oquedad de su ojo izquierdo
por ese hoyo tal vez se pudiesen entrever
otros mares de arena otras orillas
como la primera orilla de la que partí:
en el ojo de fuego de mi madre
entonces todo volvería a arder
el agua el ojo el fuego
y mi cuerpo se diluiría en arroyuelos y ríos sin fin
pero esa oquedad no existe
sólo mi miedo y el ojo solitario de la rata
que ejerce su dominio sobre mis ojos
que son dos ojos pequeños y miopes
por los cuales ella me observa:
ahogar los abrazos en una parada de autobús
reposar la cabeza sobre el ombligo de mi esposo
ahora el viento es suave
y las hojas suben al cielo
desde donde una pequeña ave de rapiña
desafía al sol
y nos contempla