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La Carta robada
de Víctor Hugo Díaz
Por Christian Aedo
Lo único terrible sucede a plena luz/ a ojos de todos.
Es con este epígrafe que Víctor Hugo Díaz da comienzo al libro Falta.
Un libro que de alguna manera es la medida del tiempo entre el año
87 y el presente, me refiero a los veinte años que han pasado desde
la publicación de la Comarca de los senos caídos, y todo lo
que este tiempo implica. Reparo en esto, porque tras este ultimo libro
se encuentra una obra que comienza, en y con, la recuperación del
espacio público, en los albores de la
Vuelta a la Democracia, Víctor Hugo también comienza a construir una
poesía que absorbe aquellos lugares, violentados, desalojados y desechados
por el paso devastador de la dictadura.
No es casualidad, que Gonzalo Millán comente con respecto
al autor “excluido de la historia oficial, el voyeur outsider
que recorre la ciudad sin descanso, parece tener por hogar sólo los
compartidos lugares de uso”. Esta capacidad de fragmentación en la
voz de Víctor Hugo, el desarraigo permanente de la voz, le permite
leer las pulsiones en los desplazamientos urbanos, carácter que le
da a la obra de Víctor Hugo una connotación política que se escapa
de cualquier casillero ideológico. Me gustaría que esto último quedara
pendiente.
En el libro falta, Víctor Hugo vuelve, apropiándose
con soltura y una sutileza acida, ya no del espacio público, sino
que de aquellos detalles sin mencionar, lo que no se dice directamente
en el texto o lo que se pierde en entre una frase y otra. Aquí la
voz del hablante se desmaterializa en una multiplicidad de significados
o personajes, que van describiendo o desescribiendo el espacio intersticial
que encierra la dualidad del significado de la palabra Falta. Víctor
Hugo cierra el obturador y retiene la imagen fragmentada de la colectividad
así como la de si mismo.
La falta como una acción censurable, o mejor como el
error necesario va plegando una sobre otra las paginas de la primera
sección del libro, es aquello que la voz identifica como lo que sucede
a plena luz. Lo terrible, Dentro del infectado nada se mueve, y mas
adelante en el mismo poema los allegados, Solo recibe llamadas y espera
la sentencia, este es el rasgo que vincula de manera tacita esta poética
con la historia de un país castigado y castigador de las manifestaciones
que se escapan a los cánones, a esa carga de religiosidad y moralidad
de esta neodemocracia.
La Falta en su dimensión de carencia es la que atraviesa
el segundo grupo de poemas. Para ir de la conversación al silencio/
solo una línea de partida y el destino final, abre el poema Las doncellas
de papel, justamente como lo que se pierde con la enunciación, pero
gana en significado.
En el espacio que separa las dos dimensiones de este
libro, es donde Víctor Hugo juega a la inscripción de un mensaje privado,
que traspasa el muro simbólico de lo intimo y se une a lo colectivo,
retomando el espacio publico, pero en esta ocasión, no como un espacio
físico, sino como un recolector de residuos en la memoria de victima
y victimario, una relación semejante a la de los amantes, donde existe
un sin numero de posibilidades que desaparecen al tratar de retenerlas,
así el vinculo político vuelve a plantearse con la descripción de
un estado de excepción que atraviesa al libro Falta.
La democracia es un juego constante falta, de ahí
su estrecho vinculo con el consumo.
Como dije en un comienzo, Víctor Hugo el voyeur
outsider, es capaz de leer y hacer suyas las pulsiones de la calle.
Ocupar el espacio público con la comodidad y soltura de un dueño de
casa. Esto es lo que le da ese carácter político a la obra de estos
últimos 20 años. La construcción de una memoria colectiva, y privada
capaz de sentenciar, Falta el cuerpo, eso falta.